Imgen de "Cuba Joven" |
Por
Roberto Marra
Nada
como la repetición permanente de un concepto, para convertirlo en
certeza absoluta. Esta regla de oro la vienen aplicando desde siempre
quienes pretenden establecer criterios que les beneficien para
sostener o acrecentar sus poderes sobre otros. Así es que tantas
mentiras evidentes se han transformado en realidades virtuales que un
grueso de la población ven, aunque no existan. Y así es que se ha
manipulado la opinión pública, en base a esa estrategia inmoral y
retardataria de los procesos sociales que empuja la historia.
El
latiguillo de estos tiempos es… Venezuela. “No somos Venezuela”,
dicen con orgullo algunos infradotados de la política. “No estamos
en Venezuela”, repiten comunicadores de nuestras desgracias que no
encuentran otro ejemplo para manifestar el momento. “Estamos peor
que Venezuela”, manifiestan para enfatizar la profundidad de la
debacle económica en la que nos encontramos.
Las
cifras que lo probarían son mostradas una y otra vez, para otorgar
la seguridad de las diferencias ante un público atrapado en la
ignorancia y la desidia informativa. Las fuentes son las mismas de
siempre, las conocidas productoras de las ahora denominadas “fake
news”, con ese criterio colonizante del uso del idioma anglosajón
para mostrar una inteligencia que se reduce al simple acto de la
repetición de lo que el amo imperial dicte mediante sus agencias de
noticias.
La
falsedad noticiosa es un producto esencial en la conformación de
imaginarios sociales que impidan la comprensión cierta de la
realidad, básico paso para poder cambiarla si resulta contradictoria
con los intereses mayoritarios. La intrusión de las imágenes en
los, previamente, lavados cerebros de los observadores, convierten
hechos acaecidos en otros tiempos y lugares, como sucedidos en la
“maldita” Venezuela, mostrando a su Presidente como a aquel viejo
personaje interpretado por Alberto Olmedo, el dictadorzuelo de la
imaginaria “Costa Pobre”.
El
imperio, lo sabemos, no tiene límites para sus aberraciones, lo cual
se confirma en cada una de sus intervenciones en todos el Planeta.
Pero la estupidez comunicacional de algunos periodistas que pretenden
mostrarse como “serios”, “respetuosos de sus fuentes”,
“adalides de la libertad de expresión”, no le va en zaga.
Tampoco registra límites para sus comparaciones berretas, frutos de
la pereza intelectual y... los bolsillos llenos.
Nada
de investigar la historia y el desarrollo de los sucesos venezolanos
en profundidad. Nada de gastar unos dólares para enviar un
periodista a los lugares de los hechos para averiguar la otra cara de
la verdad que nos venden. Nada de trabajar sus neuronas para
preguntarse como es eso de centenares de miles de ciudadanos que
salen a las calles una y otra vez para acompañar a esa “dictadura”
elegida tras veinticinco elecciones, desconocidas por el endiosado
imperio del norte.
Razonan
con las mismas estigmatizaciones que los “pulgarcitos”
periodísticos de los canales norteamericanos, repiten con exactitud
propagandística las definiciones de esos infradotados comunicadores
que disfrazan la verdad para hacer un “carnaval” de análisis
insustanciales, tan penetrantes como las balas que asesinan cada día
a los que ponen el cuerpo para defender sus razones libertarias en
cada lugar del Mundo, de los ataques de sus patrones imperiales.
Comparan,
una y otra vez, la inflación producida por efecto del perverso plan
aplicado en nuestro País, con la que se genera de ex-profeso por
efecto de la acción mancomunada de los enemigos internos y externos
de la República Bolivariana. Poco y nada mencionan el bloqueo
económico y financiero. Menos todavía hablan de las calamidades
sucedidas en los propios países que ofician de punta de lanza del
imperio para derrotar la Revolución Bolivariana.
Tratan
como héroes a los violentos disfrazados de “luchadores por la
libertad”, pero se olvidan de mencionar cuando se descubre, incluso
por los medios del imperio, que eran simples delincuentes pagados
para destruir desde adentro a su Nación. Nunca sabremos, a traves de
estos “olvidadizos” periodistas, los orígenes de los ataques
brutales que desgastan la vida diaria de millones de venezolanos con
la falta de alimentos y medicamentos, secuestrados por los países
“serios” que, sin embargo, sirven de refugio permanente para los
capitales de orígenes espúrios en sus guaridas fiscales.
Informar
es una tarea para hombres y mujeres de bien. Es una labor
trascendente e imprescindible para elaborar conceptos y certezas,
formar valores y comprender las razones de los hechos que suceden en
cada rincón del Planeta. Pero está, hoy dia, en manos de
energúmenos con ínfulas de estrellas de Hollywood, pequeños seres
cuyas significancias desaparecerán como el humo que nos venden cada
día en las pantallas de la farsa periodística.
Solo
algunos pocos quedan para transmitirnos las verdades que necesitamos
para elaborar nuestra conciencia. Demasiado pocos como para
contrarrestar tanta virulencia maldita, tanta indecencia verbal,
tanto improperio irracional. Queda la ilusión de la fuerza de un
Pueblo que no se ha rendido ante tanta mentira asesina de futuros.
Queda la semilla utópica que plantó un hombre que soñó una Patria
que nos incluía a todos los pueblos de Nuestra América. Queda el
deber moral de sostener esa bandera de rebeldía, con la verdad como
única arma. Esa misma que no se atreven a tomar en sus manos los
cobardes mentirosos de la TV.
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