jueves, 21 de marzo de 2019

¿PEOR QUE EN VENEZUELA?

Imgen de "Cuba Joven"
Por Roberto Marra
Nada como la repetición permanente de un concepto, para convertirlo en certeza absoluta. Esta regla de oro la vienen aplicando desde siempre quienes pretenden establecer criterios que les beneficien para sostener o acrecentar sus poderes sobre otros. Así es que tantas mentiras evidentes se han transformado en realidades virtuales que un grueso de la población ven, aunque no existan. Y así es que se ha manipulado la opinión pública, en base a esa estrategia inmoral y retardataria de los procesos sociales que empuja la historia.
Por estos tiempos de retrocesos políticos, de aplicación de viejas recetas fracasadas de un capitalismo financiero destructivo de la economía real, de aparatos judiciales al servicio de la persecución de opositores, de ridículas meritocracias y miserias crecientes, se buscan chivos expiatorios para consagrar bondades que no se poseen y se repiten falsos axiomas inventados para asegurar adhesiones que, encima, son tomados por los periodistas que ofician de supuestos defensores de los perjudicados por esas políticas devastadoras, como ejemplos que expliquen el fatal estado de las cosas.
El latiguillo de estos tiempos es… Venezuela. “No somos Venezuela”, dicen con orgullo algunos infradotados de la política. “No estamos en Venezuela”, repiten comunicadores de nuestras desgracias que no encuentran otro ejemplo para manifestar el momento. “Estamos peor que Venezuela”, manifiestan para enfatizar la profundidad de la debacle económica en la que nos encontramos.
Las cifras que lo probarían son mostradas una y otra vez, para otorgar la seguridad de las diferencias ante un público atrapado en la ignorancia y la desidia informativa. Las fuentes son las mismas de siempre, las conocidas productoras de las ahora denominadas “fake news”, con ese criterio colonizante del uso del idioma anglosajón para mostrar una inteligencia que se reduce al simple acto de la repetición de lo que el amo imperial dicte mediante sus agencias de noticias.
La falsedad noticiosa es un producto esencial en la conformación de imaginarios sociales que impidan la comprensión cierta de la realidad, básico paso para poder cambiarla si resulta contradictoria con los intereses mayoritarios. La intrusión de las imágenes en los, previamente, lavados cerebros de los observadores, convierten hechos acaecidos en otros tiempos y lugares, como sucedidos en la “maldita” Venezuela, mostrando a su Presidente como a aquel viejo personaje interpretado por Alberto Olmedo, el dictadorzuelo de la imaginaria “Costa Pobre”.
El imperio, lo sabemos, no tiene límites para sus aberraciones, lo cual se confirma en cada una de sus intervenciones en todos el Planeta. Pero la estupidez comunicacional de algunos periodistas que pretenden mostrarse como “serios”, “respetuosos de sus fuentes”, “adalides de la libertad de expresión”, no le va en zaga. Tampoco registra límites para sus comparaciones berretas, frutos de la pereza intelectual y... los bolsillos llenos.
Nada de investigar la historia y el desarrollo de los sucesos venezolanos en profundidad. Nada de gastar unos dólares para enviar un periodista a los lugares de los hechos para averiguar la otra cara de la verdad que nos venden. Nada de trabajar sus neuronas para preguntarse como es eso de centenares de miles de ciudadanos que salen a las calles una y otra vez para acompañar a esa “dictadura” elegida tras veinticinco elecciones, desconocidas por el endiosado imperio del norte.
Razonan con las mismas estigmatizaciones que los “pulgarcitos” periodísticos de los canales norteamericanos, repiten con exactitud propagandística las definiciones de esos infradotados comunicadores que disfrazan la verdad para hacer un “carnaval” de análisis insustanciales, tan penetrantes como las balas que asesinan cada día a los que ponen el cuerpo para defender sus razones libertarias en cada lugar del Mundo, de los ataques de sus patrones imperiales.
Comparan, una y otra vez, la inflación producida por efecto del perverso plan aplicado en nuestro País, con la que se genera de ex-profeso por efecto de la acción mancomunada de los enemigos internos y externos de la República Bolivariana. Poco y nada mencionan el bloqueo económico y financiero. Menos todavía hablan de las calamidades sucedidas en los propios países que ofician de punta de lanza del imperio para derrotar la Revolución Bolivariana.
Tratan como héroes a los violentos disfrazados de “luchadores por la libertad”, pero se olvidan de mencionar cuando se descubre, incluso por los medios del imperio, que eran simples delincuentes pagados para destruir desde adentro a su Nación. Nunca sabremos, a traves de estos “olvidadizos” periodistas, los orígenes de los ataques brutales que desgastan la vida diaria de millones de venezolanos con la falta de alimentos y medicamentos, secuestrados por los países “serios” que, sin embargo, sirven de refugio permanente para los capitales de orígenes espúrios en sus guaridas fiscales.
Informar es una tarea para hombres y mujeres de bien. Es una labor trascendente e imprescindible para elaborar conceptos y certezas, formar valores y comprender las razones de los hechos que suceden en cada rincón del Planeta. Pero está, hoy dia, en manos de energúmenos con ínfulas de estrellas de Hollywood, pequeños seres cuyas significancias desaparecerán como el humo que nos venden cada día en las pantallas de la farsa periodística.
Solo algunos pocos quedan para transmitirnos las verdades que necesitamos para elaborar nuestra conciencia. Demasiado pocos como para contrarrestar tanta virulencia maldita, tanta indecencia verbal, tanto improperio irracional. Queda la ilusión de la fuerza de un Pueblo que no se ha rendido ante tanta mentira asesina de futuros. Queda la semilla utópica que plantó un hombre que soñó una Patria que nos incluía a todos los pueblos de Nuestra América. Queda el deber moral de sostener esa bandera de rebeldía, con la verdad como única arma. Esa misma que no se atreven a tomar en sus manos los cobardes mentirosos de la TV.

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