El
Homo Sapiens se define como una especie del orden de los primates,
perteneciente a la familia de los homínidos, que poseen capacidades
cerebrales que les posibilita generar y utilizar estructuras lógicas
y lingüísticas complejas. La definición incluye el concepto de
“animales sociales”, por su capacidad de crear, transferir y
asimilar abstracciones. Esta definición general, se supone que
corresponde a la totalidad de la especie humana. Sin embargo, a poco
de explorar la historia de los homínidos en cuestión, se logran
extraer algunas variaciones a aquella especificación totalizadora.
Es
que después de analizar los comportamientos humanos a lo largo de
los tiempos, quedan en evidencia que muchos integrantes de esta
especie han quedado insertos en rangos de capacidades mucho menores a
los de la definición relatada. Son quienes se notan mucho más
cercanos a los “primos” cercanos dentro de los primates, a los
que hoy en día tanto se los investiga para entender el origen de la
capacidad racional del Homo Sapiens.
Gorilas,
orangutanes, chimpancés y algunos otros simios de igual ascendencia,
son utilizados para experimentaciones que revelan, muchas veces,
cualidades cognitivas primitivas similares a los seres humanos. Pero
lo que más se puede notar, es la sensibilidad afectuosa de estos
simios hacia quienes les brindan un buen trato, a quienes les
acerquen los alimentos y los cobijen de cualquier daño exterior.
Aunque
se diga que las comparaciones resultan odiosas, imposible no tentarse
con realizarlas entre estos “primos lejanos” de la especie, y los
propios humanos. Porque si la mayor capacidad racional es el rasgo
distintivo de éstos, el desarrollo social a devenido en un perfil
donde no parece prevalecer esa sensibilidad “agradecida” de los
simios, sino la del desprecio de gran parte de los integrantes de
nuestras sociedades hacia sus iguales, que siempre son distintos y,
por eso mismo, considerados enemigos solo por serlo.
Claro
que no todo es tan simple como esta comparación apurada. La
complejidad de la historia humana nos permite, si nos adentramos en
ella, descubrir las razones que fueron introduciendo la negación del
otro como base de la concepción de una sociedad sectorizada,
fundamento necesario para que se ejerzan las dominaciones de unos
sobre otros, las explotaciones y la esclavización. Relaciones que,
aunque el tiempo transcurra y cambie algunas cosas, mantiene su
preeminencia en casi todo el Planeta.
Entonces,
un día, por aquellas y otras complejas razones particulares,
aparecieron por este meridional rincón planetario, unos homínidos
que, luego de una larga historia política donde sus antecesores solo
ejercían el Poder a través de politiqueros “profesionales”,
deciden tomar todo en sus manos, de manera de evitar intermediarios
en sus dislates que, de racionales, poco tienen.
Cumplen
así, con la mitad de sus condiciones de simios, con cerebros a los
que les falta algo fundamental en sus constituciones, una carencia
que no les permite comprender el otro lado de la realidad, esa que
miran siempre de soslayo, la que no les interesa en tanto no impidan
sus oscuros objetivos acumulativos de riquezas inútilmente
infinitas.
Se
evidencia la falta de las conexiones neuronales que generan el afecto
y la solidaridad, cuando deciden sus tropelías económicas y
financieras, cuando implosionan las estructuras productivas; pero más
todavía cuando cavan en la profundidad de las peores herencias de
los primates, en la violencia irracional, el odio injustificable, la
reacción bestial, la muerte, real o virtual, como método de acabar
con el que se atreva a desafiarlo.
Estos
“oligarcus pampeánicus”, activos desafiantes de la razón y
pretensiosos repetidores de gobiernos acabados en sí mismos,
arrecian con sus tormentas de odios, desatan acciones judiciales a la
medida de sus pobres objetivos, irracionalizan a millones de
especímenes humanos hasta convertirlos en simple manada de homínidos
sin sentimientos ni conciencias, para que les sirvan en los campos de
batallas mediáticas que utilizaron para llegar a donde sus escasas
capacidades cognitivas jamas les hubieran permitido.
Se
habla mucho por estos tiempos de las extinciones de algunas especies.
Incluso se menciona la posibilidad del fin de la propia humanidad,
gracias a la acumulación de las armas nucleares, la más clara
muestra de las irracionalidades de esta sub-especie amoral que domina
el Mundo. Valdrá la pena soñar, entonces, con el posible pronto fin
de los gobiernos de los “oligarcus pampeánicus”. Y luchar, con
el corazón que ellos no tienen, por lograr la única y necesaria
extinción beneficiosa para la Patria. Y para todo el Planeta.
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