viernes, 29 de marzo de 2019

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE PUEBLO

Imagen de "ABC de la semana"
Por Roberto Marra
Si hay algo que ha tenido siempre en claro el Poder, es que la instalación y perdurabilidad de sus “cuadros” políticos en las instituciones gubernamentales, necesita de la generación de determinados paradigmas que les asegure la construcción de un imaginario social provocador de respaldos. Esa instalación no resulta nunca de la manifestación sincera de su ideología, sino más bien de lo contrario. Lo hacen a través de la creación de expresiones culturales que contengan determinados elementos (siempre negativos) caracterizadores de su enemigo: el Pueblo.
Es así que fueron creando formas expresivas que les permite generar sentimientos antagónicos a los propios intereses de quienes serán siempre objeto de sus vandalismos económicos. El lenguaje forma parte primordial de este sistema degradante de las conciencias populares, con la utilización de palabras y modismos que acentúan la demonización de las ideologías contrarias a los afanes (y afanos) de esa oligarquía modernosa que conduce, hoy en día, los destinos de nuestro País.
Con la ventaja que les dan los centenares de medios de comunicación afines, la instalación de palabras y modismos les resulta bastante fácil. Tal es la profusión de sus mensajes y de tal carácter intrusivo en las mentalidades atrapadas en la vorágine político-mercantilista también creada por ese poderoso aparato, que termina siendo adoptado, también, por quienes se erigen (o pretenden hacerlo) en representantes de los sectores populares avasallados.
Entonces, aparecen palabras que envilecen, términos que bastardean la importancia fundamental de los integrantes del colectivo social integrante de eso que Scalabrini Ortiz denominó “el subsuelo de la Patria”. La palabra “Pueblo” es dejada de lado, incluso, por quienes se dicen representantes de él y de la ideología que, en Argentina, lo representa con la mayor certeza histórica.
Ahora la categoría es “gente” o, más degradante todavía, “vecinos”. Con esas solas palabras se ha conformado un nuevo modo cultural, una manera despectiva más de dirigirse hacia el común de las personas titulares de derechos civiles y políticos de nuestra Nación, reunidas en un concepto sociopolítico que supera con amplitud al de “ciudadanos”.
Como sintiéndose obligados a utilizar estos términos para congraciarse con sus interlocutores, los candidatos a cargos electivos persisten una y otra vez en el uso de ellos, se convierten en exégetas de los poderosos y sus invenciones culturales, transforman el sentido de sus intervenciones parlantes en simples reproducciones de los discursos oligárquicos con algunos toques “populistas”, otra palabra que intenta degradar lo popular desde el Poder.
Vecino de aquí, vecino de allá, el caso es que el Pueblo se ha transformado ahora en simple conjunto de habitantes de un “barrio nacional”, en elementales demandantes de zanjeos y veredas, en básicos reclamantes de servicios urbanos, lo cual, en boca de candidatos presidenciales o legislativos, resulta hasta ridículo.
Cuando la “gente” es la que reclama., cuando el “vecino” es quien solicita, el “Pueblo” es quien pierde su representación paradigmática, desapareciendo el imaginario conceptual que lo erigía en la base estructural de la sociedad. De eso se ha tratado todo este movimiento de “renovación lingüística”, un modo más de dominación cultural y patética expresión de la degradación moral de sus autores. Y de sus estúpidos seguidores, esos politiqueros convertidos en voceros gratuitos para la destrucción de los principios que sustentaban el orgullo de ser, simplemente, “Pueblo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario