jueves, 14 de marzo de 2019

EXPOBOSTA

Imagen de "Rosario Nuestro"
Por Roberto Marra
Expoagro es una muestra agropecuaria a campo abierto, cuyos creadores y dueños son los diarios Clarín y La Nación. A partir de allí, todo lo que se diga y haga en esa feria está teñida de la ideología que sustentan ambos conglomerados de medios sobre los asuntos políticos de nuestro País. Y cada visita a la misma por parte de representantes de los distintos niveles del Estado (o los candidatos a serlo), se transforma en una clara manifestación de sus posicionamientos ante el Poder, que de allí proviene ese “mercado persa” agropecuario.
Cada año, decenas de poderosos empresarios se dirigen a mostrar sus ofertas para que otros grandes grandes empresarios las adquieran. Poco y nada pueden hacer los pequeños productores allí, salvo maravillarse de los avances tecnológicos que se presentan. Peor todavía, en estos tiempos de debacle económica, de abandono absoluto del apoyo a la actividad industrial nacional por parte de este Estado bobo creado por los actuales ceos administradores (y evasores) de fondos de inversiones financieros y poco más que eso, solo se trata de observar productos importados, los mismos que arrasaron con la que fuera la floreciente industria metalmecánica de Santa Fe.
Sin embargo, o en razón de ello, ahí los veremos al gobernador, intendentes, legisladores y (por estos tiempos electorales) candidatos variopintos, en sus recorridas sonrientes, ponderando sin saber de lo que se trata o, todavía peor, siendo cómplices de semejante acto de impudicia pseudo-productiva.
Siempre pegados al Poder real, se aseguran de estar cerca de su calorcito benefactor para la continuidad de sus cargos. Con temor reverencial a la oligarquía que sustenta esta clara muestra del dominio productivo agrario, arrastran sus ideas por el suelo embostado hasta convertirlas en ese barro maloliente que contamina sus programas de gobiernos y posterga eternamente la vida digna de sus supuestos representados.
La postergación del desarrollo nacional real, y también del provincial, están atravesados por estas actitudes cobardes y obsecuentes, degradantes de la acción política a la que están llamados a ejercer con otros fines, olvidados el mismo día en que pisan sus despachos institucionales y hundidos para siempre en cuando llegan a pisar ese reducto de poderosos “feriantes”.
La actividad chupamedística no se queda solo en quienes son esos mediocres representantes de la pobreza ideológica que gobierna nuestra Provincia. También se pasean por las calles de la Expoagro los candidatos del Justicialismo, creyendo tal vez que sus presencias serán respondidas con buenas intenciones de los “señores del agro”. O, tal vez, algunos de ellos no sean tan “populares” como dicen ser, o como el orígen cierto de este Movimiento que dignificó la política nacional. Sea cual fuera la causa que los lleva allí, terminan convertidos solo en claque del Poder, que los terminará hundiendo en sus clásicas ciénagas de “contraprestaciones”, que anularán las posibilidades de concretar los planes de desarrollo que pudieran haber previsto.
Sin solución de continuidad, los recorridos proselitistas no se limitarán a esta “súper-feria”. Con las mismas pretensiones seductoras del Poder, visitarán a los agroexportadores, donde les asegurarán la continuidad de sus monstruosas ganancias a costa de un fisco que no recibe más que monedas por esa actividad que, además de llevarse los granos, nos deja la salud quebrantada por los agrotóxicos.
Desde hace demasiado tiempo, se suceden en nuestra Provincia, gobiernos cuyos objetivos no son los que manifiestan en sus “libracos” de programas que saben, de antemano, que no cumplirán. Sus arrastres ante los amos del agro, no son otra cosa que la manifestación más clara de sus intenciones e incapacidades, asumiendo sus limitaciones mediante el desarrollo solo de lo que se presente como de mejor impacto ante un electorado que, admitámoslo, no encuentra tampoco en la oposición, valores y actitudes demasiado diferentes ante ese Poder responsable directo del retraso que padecemos.
Es que atravesar el miedo a las tapas de Clarín y La Nación (y los medios locales afines), no parece ser tarea fácil. Solo resulta posible para los (y las) auténticos valientes, los (y las) que nada deben, los (y las) que son libres de carpetas y pasados indignos. Solo podrán hacerlo quienes se atrevan a sostener las banderas en alto de la justicia social ante estos oscuros representantes y socios del imperio. Y se animen a no visitar los corrales del narcisismo agrario, dejando que se hundan en su propia bosta.

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