sábado, 21 de diciembre de 2013

CONTRA EL FETICHE DEL DÓLAR, UNA MESA NACIONAL DE GRANOS

Por Alejandro Robba*

Recorrida por diccionarios en Google sobre el significado de la palabra "fetiche": s.m. Objeto o ídolo al que se atribuyen cualidades mágicas o sobrenaturales y al que se adora y rinde culto, generalmente en civilizaciones primitivas. Objeto que despierta en el sujeto impulsos eróticos. Sabemos que uno de los objetos más codiciados por los argentinos es el dólar. Se lo adora, santifica y atesora. Podrá tener que ver con una sociedad primitiva; lo del impulso sexual parece exagerado, pero no debería descartarse.
El modelo económico ha mantenido año a año, como uno de sus rasgos distintivos, superávit comerciales, aun en años malos como 2009 y 2012. Dichos excedentes explican en buena medida la acumulación de reservas del país. Hace poco, un señor que atendía un estacionamiento explicaba que su principal preocupación no era su negocio, que andaba de maravillas, sino la caída de reservas del BCRA. Y sí, como si fuera un personaje de Diego Capusotto, hablaba del dólar. ¿Sofisticación, realidad o construcción mediática? Tema para capocómicos, sociólogos y comunicólogos, porque en estas columnas apenas sabemos sumar y restar.
Vamos al grano, o al poroto de soja, como diría la Mesa de Enlace. Existen cuatro grandes fisuras por donde se escabullen las divisas: las importaciones de combustibles, los pagos de deuda, el déficit industrial y la cuenta de turismo y viajes. Sobre estas filtraciones se han venido tomando medidas como la expropiación de YPF, la política de administración del comercio, el recargo impositivo sobre el turismo y sobre los autos de alta gama, la sustitución de algunas importaciones industriales, entre otras. Su efectividad la iremos viendo con el tiempo, pero sin dudas faltan otras de más largo aliento que se alinean con los objetivos del nuevo equipo económico, y que ponen énfasis en profundizar el proceso de reindustrialización de la mano de un planificado incremento de la sustitución de importaciones y un fuerte impulso a las exportaciones no tradicionales. Pero, además del efecto negativo sobre las reservas que tienen las salidas de dólares, otra de las preocupaciones son los menores ingresos. En efecto, por el lado financiero, se seguirán resolviendo todos los problemas que heredó el actual gobierno por el default de la deuda externa. En este sentido se entiende la continuidad de la pelea judicial contra los fondos buitre, los últimos acuerdos con el Banco Mundial, los pagos al CIADI y la búsqueda de inversiones de países emergentes y centrales para desarrollar áreas como la energía y la infraestructura. No está de más decir que con estas acciones se está poniendo en la cancha a una corporación, la financiera, que no ha sido de las más activas en estos años.
Pero hablemos de otra corporación, que sin lugar a dudas sí ha sido activa y es la que genera la mayoría de los dólares comerciales. En este campo, los jugadores son muy concentrados en el terreno de los exportadores y un poco menos –pero sin exagerar– entre los productores agropecuarios. Las dos maniobras que generalmente realiza el sector para maximizar sus ganancias son: una ilegal, la evasión impositiva, y otra especulativa pero dentro de las reglas del juego, encanutar los granos y no liquidarlos como forma de presión y provocar –si pueden– una fuerte devaluación con el objetivo de generar, de esta forma, una mayor ganancia futura. Esta semana, la AFIP investigó a 155 corredores de granos (son intermediarios entre la compra y venta, no son propietarios de la mercadería), detectando irregularidades en el 38% de los casos. El "modus operandi" consistía en presentar facturas apócrifas, empresas fantasma y sedes con direcciones falsas. De comprobarse estos ilícitos, las firmas sospechadas podrían quedar afuera del Registro Fiscal de Operadores de Granos para ejercer su actividad. Game over. Estos procedimientos de la agencia estatal ya son un clásico que se repite año a año. El otro deporte nacional del sector agropecuario no es el pato, sino la retención de granos en los ya míticos silos bolsa y otros depósitos similares. La destreza no consiste en tomar al galope una bolsa con manijas, sino buscar subterfugios, cambiar prácticas y modificar trámites, siempre a una velocidad mayor a la del Estado para contrarrestarlas, más aún después de las desregulaciones y privatizaciones de los años noventa.
Nuestro país enfrenta hoy un severo dilema. Con la sanción del decreto 2284/91, que entre otras linduras disolvió la Junta Nacional de Granos, ha relegado sus mecanismos más importantes para el establecimiento de una política agrícola integral de carácter estratégico que establezca los objetivos de desarrollo agrícola y defienda a los verdaderos pequeños y medianos productores, en manos de las compañías transnacionales. Desde hace unos años se viene debatiendo sobre la necesidad de un mayor control estatal sobre las exportaciones agropecuarias. Las propuestas van del retorno a una remozada Junta Nacional de Granos, a los ejemplos más digeribles para las mentes antiestatales de los actuales entes públicos en Australia y Canadá, que intervienen en la comercialización del trigo. Aunque a partir de los últimos años, nuestro país aplicó diferentes regulaciones sobre el sector, en 1991, sufrimos un enorme retroceso del Estado en su capacidad para fijar políticas, habilitando al mismo tiempo a las corporaciones transnacionales a explotar libremente el recurso agrícola nacional. La amenaza de, por ejemplo, no comercializar granos de soja por parte de la autodenominada "Mesa de Enlace" tiene como único fin presionar sobre el tipo de cambio y, al mismo tiempo, afectar las arcas de Estado nacional, de donde se financian, prioritariamente, las políticas inclusivas.
Otra propuesta en línea con las que se comentaron anteriormente, y que impediría que el Estado nacional y el conjunto de la sociedad sigan siendo rehenes de los dueños de los dólares, sería poder contar con las herramientas necesarias para comercializar entre un 25 y un 30% de las existencias granarias en forma directa. Un Estado que pueda comprar granos a los productores, almacenarlos y comercializarlos cuando lo crea conveniente, es lo que necesita un país que tiene una importante producción granaria como el nuestro. Existen importantes experiencias en otros países donde Estado y privados intervienen en el mercado, especialmente cuando se trata de recursos estratégicos, y queda claro que este es uno de esos casos. La idea de crear una "Mesa Nacional de Granos" donde el Estado participe como un agente más en la comercialización, con especial énfasis en adquirir los granos a cooperativas y pequeños productores, podría generar una respuesta a las problemáticas de estos actores, además de una solución a la política granaria nacional. De esta manera, con un Estado que presente un stock de granos propios, de los cuales pueda disponer en momentos específicos tanto para intervenir en el mercado por cuestiones de precio del grano o para generar un ingreso extra aprovechando sus vaivenes, podría no sólo servir como una herramienta poderosa en la redistribución del ingreso, porque regularía los precios y las cantidades de los alimentos en el mercado interno, sino que además actuaría como mecanismo para establecer negocios estratégicos de "Estado a Estado", por ejemplo, en la relación con China.
La pesificación de la economía es un objetivo estratégico tan prioritario como el manejo de los dólares necesarios para seguir creciendo. Dejarlo librado a las manos de las grandes corporaciones comercializadoras y productoras agropecuarias es convalidar esta dicotomía peso-dólar y seguir alentando el fetiche de que lo mejor que nos puede pasar es no tener moneda nacional.
Estas ideas se remontan a las visiones historiográficas que no reivindican ni la gesta popular de las invasiones inglesas ni la Vuelta de Obligado, y que hasta hace poco tiempo eran el relato realmente existente y propalado por todos los bienpensantes. La batalla, como todos sabemos, no es sólo político-económica, sino fundamentalmente cultural, como la construcción de mitos, fetiches y otras yerbas. O como mejor lo expresaría Mendieta, el "cristiano emperrado por un inoportuno eclipse de luna" de Fontanarrosa: ¡Qué lo parió con el dólar, Don Inodoro!


*Publicado en Tiempo Argentino

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