Por Alejandro Robba*
Recorrida por diccionarios en Google sobre el significado de la palabra "fetiche": s.m. Objeto o ídolo al que se atribuyen cualidades mágicas o sobrenaturales y al que se adora y rinde culto, generalmente en civilizaciones primitivas. Objeto que despierta en el sujeto impulsos eróticos. Sabemos que uno de los objetos más codiciados por los argentinos es el dólar. Se lo adora, santifica y atesora. Podrá tener que ver con una sociedad primitiva; lo del impulso sexual parece exagerado, pero no debería descartarse.
Recorrida por diccionarios en Google sobre el significado de la palabra "fetiche": s.m. Objeto o ídolo al que se atribuyen cualidades mágicas o sobrenaturales y al que se adora y rinde culto, generalmente en civilizaciones primitivas. Objeto que despierta en el sujeto impulsos eróticos. Sabemos que uno de los objetos más codiciados por los argentinos es el dólar. Se lo adora, santifica y atesora. Podrá tener que ver con una sociedad primitiva; lo del impulso sexual parece exagerado, pero no debería descartarse.
El modelo económico ha mantenido año a año, como uno de sus rasgos
distintivos, superávit comerciales, aun en años malos como 2009 y 2012.
Dichos excedentes explican en buena medida la acumulación de reservas
del país. Hace poco, un señor que atendía un estacionamiento explicaba
que su principal preocupación no era su negocio, que andaba de
maravillas, sino la caída de reservas del BCRA. Y sí, como si fuera un
personaje de Diego Capusotto, hablaba del dólar. ¿Sofisticación,
realidad o construcción mediática? Tema para capocómicos, sociólogos y
comunicólogos, porque en estas columnas apenas sabemos sumar y restar.
Vamos al grano, o al poroto de soja, como diría la Mesa de Enlace.
Existen cuatro grandes fisuras por donde se escabullen las divisas: las
importaciones de combustibles, los pagos de deuda, el déficit industrial
y la cuenta de turismo y viajes. Sobre estas filtraciones se han venido
tomando medidas como la expropiación de YPF, la política de
administración del comercio, el recargo impositivo sobre el turismo y
sobre los autos de alta gama, la sustitución de algunas importaciones
industriales, entre otras. Su efectividad la iremos viendo con el
tiempo, pero sin dudas faltan otras de más largo aliento que se alinean
con los objetivos del nuevo equipo económico, y que ponen énfasis en
profundizar el proceso de reindustrialización de la mano de un
planificado incremento de la sustitución de importaciones y un fuerte
impulso a las exportaciones no tradicionales. Pero, además del efecto
negativo sobre las reservas que tienen las salidas de dólares, otra de
las preocupaciones son los menores ingresos. En efecto, por el lado
financiero, se seguirán resolviendo todos los problemas que heredó el
actual gobierno por el default de la deuda externa. En este sentido se
entiende la continuidad de la pelea judicial contra los fondos buitre,
los últimos acuerdos con el Banco Mundial, los pagos al CIADI y la
búsqueda de inversiones de países emergentes y centrales para
desarrollar áreas como la energía y la infraestructura. No está de más
decir que con estas acciones se está poniendo en la cancha a una
corporación, la financiera, que no ha sido de las más activas en estos
años.
Pero hablemos de otra corporación, que sin lugar a dudas sí ha sido
activa y es la que genera la mayoría de los dólares comerciales. En este
campo, los jugadores son muy concentrados en el terreno de los
exportadores y un poco menos –pero sin exagerar– entre los productores
agropecuarios. Las dos maniobras que generalmente realiza el sector para
maximizar sus ganancias son: una ilegal, la evasión impositiva, y otra
especulativa pero dentro de las reglas del juego, encanutar los granos y
no liquidarlos como forma de presión y provocar –si pueden– una fuerte
devaluación con el objetivo de generar, de esta forma, una mayor
ganancia futura. Esta semana, la AFIP investigó a 155 corredores de
granos (son intermediarios entre la compra y venta, no son propietarios
de la mercadería), detectando irregularidades en el 38% de los casos. El
"modus operandi" consistía en presentar facturas apócrifas, empresas
fantasma y sedes con direcciones falsas. De comprobarse estos ilícitos,
las firmas sospechadas podrían quedar afuera del Registro Fiscal de
Operadores de Granos para ejercer su actividad. Game over. Estos
procedimientos de la agencia estatal ya son un clásico que se repite año
a año. El otro deporte nacional del sector agropecuario no es el pato,
sino la retención de granos en los ya míticos silos bolsa y otros
depósitos similares. La destreza no consiste en tomar al galope una
bolsa con manijas, sino buscar subterfugios, cambiar prácticas y
modificar trámites, siempre a una velocidad mayor a la del Estado para
contrarrestarlas, más aún después de las desregulaciones y
privatizaciones de los años noventa.
Nuestro país enfrenta hoy un severo dilema. Con la sanción del decreto
2284/91, que entre otras linduras disolvió la Junta Nacional de Granos,
ha relegado sus mecanismos más importantes para el establecimiento de
una política agrícola integral de carácter estratégico que establezca
los objetivos de desarrollo agrícola y defienda a los verdaderos
pequeños y medianos productores, en manos de las compañías
transnacionales. Desde hace unos años se viene debatiendo sobre la
necesidad de un mayor control estatal sobre las exportaciones
agropecuarias. Las propuestas van del retorno a una remozada Junta
Nacional de Granos, a los ejemplos más digeribles para las mentes
antiestatales de los actuales entes públicos en Australia y Canadá, que
intervienen en la comercialización del trigo. Aunque a partir de los
últimos años, nuestro país aplicó diferentes regulaciones sobre el
sector, en 1991, sufrimos un enorme retroceso del Estado en su capacidad
para fijar políticas, habilitando al mismo tiempo a las corporaciones
transnacionales a explotar libremente el recurso agrícola nacional. La
amenaza de, por ejemplo, no comercializar granos de soja por parte de la
autodenominada "Mesa de Enlace" tiene como único fin presionar sobre el
tipo de cambio y, al mismo tiempo, afectar las arcas de Estado
nacional, de donde se financian, prioritariamente, las políticas
inclusivas.
Otra propuesta en línea con las que se comentaron anteriormente, y que
impediría que el Estado nacional y el conjunto de la sociedad sigan
siendo rehenes de los dueños de los dólares, sería poder contar con las
herramientas necesarias para comercializar entre un 25 y un 30% de las
existencias granarias en forma directa. Un Estado que pueda comprar
granos a los productores, almacenarlos y comercializarlos cuando lo crea
conveniente, es lo que necesita un país que tiene una importante
producción granaria como el nuestro. Existen importantes experiencias en
otros países donde Estado y privados intervienen en el mercado,
especialmente cuando se trata de recursos estratégicos, y queda claro
que este es uno de esos casos. La idea de crear una "Mesa Nacional de
Granos" donde el Estado participe como un agente más en la
comercialización, con especial énfasis en adquirir los granos a
cooperativas y pequeños productores, podría generar una respuesta a las
problemáticas de estos actores, además de una solución a la política
granaria nacional. De esta manera, con un Estado que presente un stock
de granos propios, de los cuales pueda disponer en momentos específicos
tanto para intervenir en el mercado por cuestiones de precio del grano o
para generar un ingreso extra aprovechando sus vaivenes, podría no sólo
servir como una herramienta poderosa en la redistribución del ingreso,
porque regularía los precios y las cantidades de los alimentos en el
mercado interno, sino que además actuaría como mecanismo para establecer
negocios estratégicos de "Estado a Estado", por ejemplo, en la relación
con China.
La pesificación de la economía es un objetivo estratégico tan
prioritario como el manejo de los dólares necesarios para seguir
creciendo. Dejarlo librado a las manos de las grandes corporaciones
comercializadoras y productoras agropecuarias es convalidar esta
dicotomía peso-dólar y seguir alentando el fetiche de que lo mejor que
nos puede pasar es no tener moneda nacional.
Estas ideas se remontan a las visiones historiográficas que no
reivindican ni la gesta popular de las invasiones inglesas ni la Vuelta
de Obligado, y que hasta hace poco tiempo eran el relato realmente
existente y propalado por todos los bienpensantes. La batalla, como
todos sabemos, no es sólo político-económica, sino fundamentalmente
cultural, como la construcción de mitos, fetiches y otras yerbas. O como
mejor lo expresaría Mendieta, el "cristiano emperrado por un inoportuno
eclipse de luna" de Fontanarrosa: ¡Qué lo parió con el dólar, Don
Inodoro!
*Publicado en Tiempo Argentino
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