|
Imagen rambletamble.blogspot.com |
Por Francisco Balázs*
En un tramo de su discurso del martes pasado en la
Asamblea de las Naciones Unidas, la Presidenta manifestó que "los
argentinos no pagarán la fiesta de los lobbistas", haciendo referencia a
los dichos del secretario del Tesoro norteamericano Paul O’Neill,
quien, en el año 2002 y, cuando la Argentina se encontraba en medio de
la crisis, había dicho que los plomeros y carpinteros de su país no
tenían por qué pagar la fiesta de los argentinos.
La frase de la Presidenta en ese ámbito estaba centrada en el accionar
de los fondos buitres, y la presión que vienen ejerciendo para lograr un
fallo que los beneficie, cobrando el valor nominal de los bonos más los
intereses devengados, en desmedro del actual 93% que ingresó al canje
de deuda, primero en 2005, y luego en 2010. Como se sabe, y en una
señal más de las que viene dando el actual gobierno, el Congreso
nacional aprobó, semanas atrás, la reapertura de lo que será el tercer
canje y oportunidad para que ingresen los que no adhirieron en las dos
anteriores oportunidades. La Corte norteamericana decidirá el próximo
lunes 30 si acepta la apelación del gobierno argentino o, de lo
contrario, deja firme el fallo de la Cámara de Apelaciones de Nueva York
beneficiando al exiguo porcentaje que no aceptó ingresar al canje.
El litigio con los fondos buitre ocupa uno de los espacios principales
en la estrategia de los grupos de poder concentrados y del sistema
financiero como piedra en el camino para que el gobierno trastabille
ante un fallo adverso al país. La lógica imperante en estos grupos, en
especial el sistema financiero, es que un fallo desfavorable obligue al
gobierno, y a los futuros por venir, a no volver a sacar los pies del
plato del orden financiero internacional, a no repetir experiencias de
limitaciones a la toma de deuda, y retornar al sistema de valorización
financiero que abre el grifo del endeudamiento, base sobre la que se
apoya el sistema neoliberal por excelencia. Esencialmente, un fallo
desfavorable sería el escarmiento disciplinador para proyectos políticos
y económicos como el iniciado en 2003 en Argentina quebrando la inercia
de décadas de endeudamiento que arrasaron al país.
A esta expectativa del sistema financiero y del establishment económico
local, se sube gran parte de la dirigencia política opositora que
espera, como los rapiñeros buitres, que un fallo adverso acelere el
ansiado fin de ciclo del gobierno nacional. El representante de retomar
el sueño neoliberal es, sin lugar a dudas, Sergio Massa que le otorga a
los sectores de poder un entramado complejo a través del acompañamiento
de una parte no menor del Partido Justicialista. Las caras visibles que
acompañan a Massa fueron parte del elenco que fervorosamente se alineó
con Carlos Menem durante diez años, y las alianzas con el poder
económico y corporativo, son, también, exactamente las mismas.
En esta dirección, el diputado radical Ricardo Gil Lavedra declaró ayer
que "el menemismo es el Frente Renovador de Sergio Massa". La afirmación
del candidato de la fuerza de centro derecha UNEN, se refería al
encuentro que, días atrás, mantuvieron Sergio Massa y Carlos Reutemann, y
a las desesperadas especulaciones mediáticas para que el ex gobernador
santafesino se sumara a la lista de candidatos para una fórmula
presidencial en 2015. Reutemann, como ahora Massa, fue durante mucho
tiempo el candidato anodino que busca y seduce a la derecha y al
establishment local. Las razones de permeabilidad ideológica de este
tipo de candidatos es que conciben el ascenso al poder de la mano y a
través de fuertes alianzas con los sectores de poder económico, local y
extranjero, para obtener la gobernabilidad que, sin fuerte sustento
popular, les garantice la implementación de sus políticas y modelo de
país. Esa fue la trágica experiencia del llamado menemismo. Esa vigencia
ideológica, que hoy representa Massa con el apoyo de amplios sectores
sociales, no debiera condecirse con los significativos avances que desde
todo punto de vista significó la irrupción del ciclo iniciado en el año
2003. Tal vez este sea el punto a repensar por las fuerzas populares,
por los amplios sectores que acompañan al gobierno nacional. La
emergencia de la representación de Sergio Massa, su irrupción y el
amontonamiento que en su figura se alinea el pasado, obliga a repensar
lo que queda pendiente, en términos estrictamente políticos y
explícitamente ideológicos.
Escapar al pragmatismo que las circunstancias electorales puedan
provocar, será el camino ineludible para que el surco abierto pueda
seguir siendo transitable, y para que despierte del adormecimiento a
quienes creen que la vuelta al pasado puede superar al futuro. Es muy
probable que diez años no sean suficientes para modificar estructuras e
imaginarios de una sociedad compleja, traccionada por el poder económico
y mediático que juega cada día más fuerte, y sin límite alguno. También
es muy factible que los dos años que quedan de gobierno sean los más
difíciles para garantizar el futuro, lo construido hasta ahora. Tal vez
más difíciles que lo que fueron los que conforman la década ganada. Así,
ante grandes desafíos nació el kirchnerismo, y ante esos desafíos
creció y avanzó.
*Publicado en Tiempo Argentino
No hay comentarios:
Publicar un comentario