jueves, 12 de septiembre de 2013

EL JUEGO EN QUE ANDAMOS

Imagen elestadista.com.ar
Por Demetrio Iramain*

El vasto movimiento que ejerce el gobierno desde el 25 de mayo de 2003 excede la mera noción de administración de Estado. Asistimos a la gran noticia de la democracia reconquistada hace tres décadas: el kirchnerismo, una potente identidad socio-histórica, política, cultural, que sintetiza varias identidades previas, y que sin llegar a negarlas, respetándolas, intenta integrarlas en una nueva. Esa identidad se corresponde con la actual formación social argentina a la altura de sus clases subalternas, tras décadas de continuo saqueo material y cultural de la burguesía local aliada al imperialismo norteamericano y el capital financiero internacional, y consecuentes luchas populares para resistirlo.
Y sí: como ocurre en todo proceso histórico social de cambios y transformaciones, inesperado y novedoso, el kirchnerismo es impuro como los ríos cuando bajan turbios, sucios, revueltos, pero impetuosos, y entran vencedores, invencibles, inexorables, al mar. En su curso abrevan desde las Madres de Plaza de Mayo hasta la liga de intendentes bonaerenses. He ahí parte de su invención y potencia.
¿Qué nos está sugiriendo que varias capas de la población objetivamente beneficiadas por la política económica y el proyecto de desarrollo endógeno encarados por el kirchnerismo, hayan votado el 11 de agosto por la versión más disimulada de la derecha peronista, cuyo programa camuflado promete regresar a fojas cero los avances de esta década?
Era previsible: los medios afines a los grupos económicos magnificaron el resultado de las PASO, pero esa recurrente oposición por derecha, tentada siempre a la desestabilización y la antidemocracia, que hasta aquí aparecía súbitamente, por espasmos, desarticulada, logró hacerse visible. Ha cobrado cierto peso como no ocurría desde 2009.
¿Cómo abordar con claridad, y sin perder eficacia, esos baches y lagunas que pueden abrirse en la conciencia popular? ¿Será que a algunos kirchneristas "de paladar negro", como dijo Roberto Caballero en este diario el último domingo, les gusta ese bravo río sólo cuando anuncia en palabras y canciones lejanas, en teorías abstractas, que va hacia el mar, que algún día llegará…, pero que al momento de entrar al océano se espantan de las astillas, de los palos podridos, de los jugos de cloaca que el río arrastra consigo, y entonces prefieren quedarse en la orilla, esperando otra correntada más limpia, menos contradictoria, que haga juego con su discurso bonito, de libro bien encuadernado, sin importarles que quizás ese torrente tarde 100 años en volver a pasar, si es que lo hace? A veces es conveniente no temer perder la discusión, para poder ganarla luego, al final de la contienda, porque será ahí cuando se vuelva decisiva. Especialmente cuando los árbitros de ese debate son los medios que ya sabemos.
Fíjese: las diferentes visiones que los kirchneristas puedan tener acerca de cómo abordar la problemática de la inseguridad son, según los diarios hegemónicos, una crisis interna y terminal. Pero las notables discrepancias, que comprenden ataques personales, entre los candidatos de UNEN resultan una muestra de convivencia y tolerancia inéditas en nuestra democracia de treinta años. Días atrás, un diario opositor se regocijaba por las reuniones que algunos jueces federales mantendrían bajo cuerda con Sergio Massa. Hasta arriesgaba nombres de magistrados, y situaba como principal nexo entre Comodoro Py y la intendencia de Tigre al fiscal estrella del Grupo Clarín, Guillermo Marijuan. A ningún editorialista top le pareció aquello una muestra de politización indebida de la justicia, ni una contradicción insalvable con la independencia que debe guiar la conducta de los jueces. Tampoco a Carlos Santiago Fayt, para quien el país carece de "partidos políticos y líderes auténticos".
¿Cuál es la solución final que sugiere un cortesano que añora por un Lisandro de la Torre, un Juan B. Justo, para un país donde "hay mucha corrupción"? ¿Acaso una "Corte fuerte, que sirve al país", como les dijo Fayt a los abogados que lo honraron la semana pasada? La desesperanza de Carmen Argibay refuerza el teorema de su colega en el máximo tribunal: para la cortesana, la sociedad argentina no se encuentra en condiciones de llevar adelante los juicios por jurados debido a que "no hay educación" y "los medios de comunicación prejuzgan los hechos". En parte tiene razón la ministra de la Corte: la batalla es cultural. Efectivamente la falta de educación y los medios de comunicación monopólicos contaminan el debate público. Pero mientras la derecha alienta mayor concentración y gobierno de las corporaciones ilustradas, para pocos, el kirchnerismo pugna decididamente por democratizarlas. Lucha de clases, que se dice.
Es un rasgo de época: la lucha político-ideológica se ha vuelto tan dinámica, tan potente, que su formulación arriba a síntesis notables. De un lado y del otro del escenario político se llegan a similares diagnósticos, que se proponen resolver de modo inverso. Lo saben Fayt y Argibay, y le teme Magnetto: el kirchnerismo y sus complejidades, ambigüedades, ímpetus y tibiezas, es la conciencia para sí que ha alcanzado el pueblo trabajador. Es la certeza de que el momento de avanzar socialmente, políticamente, culturalmente, es aquí y es ahora. Que no puede el pueblo permitirse esperar una próxima oportunidad, de dudoso pronóstico. Que sería una traición hacerlo, o cuanto menos un error incalculable, de grandes proporciones. Y para eso hay que ganar elecciones.
Es propio de los infantilismos de izquierda subestimar un proceso electoral, por más legislativo que fuera. Las movidas tácticas tendientes a mejorar el salario, disminuir el impacto del impuesto al ingreso, y encarar la demanda social de mayor seguridad (que esté alevosamente amplificada y sugestionada por los medios hegemónicos no le quita urgencia, ni sentido: será un interesante punto a discutir desde la noche siguiente al 27 de octubre), tienen una justificada apología: la lucha por el poder y la creación de poder popular que rivalice con el de las clases altas.
Se confunde quien cree que es otro el juego en el que se bate a duelo el kirchnerismo desde 2003.

*Publicado en Tiempo Argentino

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