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                        El vasto movimiento que ejerce el gobierno 
desde el 25 de mayo de 2003 excede la mera noción de administración de 
Estado. Asistimos a la gran noticia de la democracia reconquistada hace 
tres décadas: el kirchnerismo, una potente identidad socio-histórica, 
política, cultural, que sintetiza varias identidades previas, y que sin 
llegar a negarlas, respetándolas, intenta integrarlas en una nueva. Esa 
identidad se corresponde con la actual formación social argentina a la 
altura de sus clases subalternas, tras décadas de continuo saqueo 
material y cultural de la burguesía local aliada al imperialismo 
norteamericano y el capital financiero internacional, y consecuentes 
luchas populares para resistirlo.
Y sí: como ocurre en todo proceso histórico social de cambios y 
transformaciones, inesperado y novedoso, el kirchnerismo es impuro como 
los ríos cuando bajan turbios, sucios, revueltos, pero impetuosos, y 
entran vencedores, invencibles, inexorables, al mar. En su curso abrevan
 desde las Madres de Plaza de Mayo hasta la liga de intendentes 
bonaerenses. He ahí parte de su invención y potencia. 
¿Qué nos está sugiriendo que varias capas de la población objetivamente 
beneficiadas por la política económica y el proyecto de desarrollo 
endógeno encarados por el kirchnerismo, hayan votado el 11 de agosto por
 la versión más disimulada de la derecha peronista, cuyo programa 
camuflado promete regresar a fojas cero los avances de esta década? 
Era previsible: los medios afines a los grupos económicos magnificaron 
el resultado de las PASO, pero esa recurrente oposición por derecha, 
tentada siempre a la desestabilización y la antidemocracia, que hasta 
aquí aparecía súbitamente, por espasmos, desarticulada, logró hacerse 
visible. Ha cobrado cierto peso como no ocurría desde 2009.
¿Cómo abordar con claridad, y sin perder eficacia, esos baches y lagunas
 que pueden abrirse en la conciencia popular? ¿Será que a algunos 
kirchneristas "de paladar negro", como dijo Roberto Caballero en este 
diario el último domingo, les gusta ese bravo río sólo cuando anuncia en
 palabras y canciones lejanas, en teorías abstractas, que va hacia el 
mar, que algún día llegará…, pero que al momento de entrar al océano se 
espantan de las astillas, de los palos podridos, de los jugos de cloaca 
que el río arrastra consigo, y entonces prefieren quedarse en la orilla,
 esperando otra correntada más limpia, menos contradictoria, que haga 
juego con su discurso bonito, de libro bien encuadernado, sin 
importarles que quizás ese torrente tarde 100 años en volver a pasar, si
 es que lo hace? A veces es conveniente no temer perder la discusión, 
para poder ganarla luego, al final de la contienda, porque será ahí 
cuando se vuelva decisiva. Especialmente cuando los árbitros de ese 
debate son los medios que ya sabemos. 
Fíjese: las diferentes visiones que los kirchneristas puedan tener 
acerca de cómo abordar la problemática de la inseguridad son, según los 
diarios hegemónicos, una crisis interna y terminal. Pero las notables 
discrepancias, que comprenden ataques personales, entre los candidatos 
de UNEN resultan una muestra de convivencia y tolerancia inéditas en 
nuestra democracia de treinta años. Días atrás, un diario opositor se 
regocijaba por las reuniones que algunos jueces federales mantendrían 
bajo cuerda con Sergio Massa. Hasta arriesgaba nombres de magistrados, y
 situaba como principal nexo entre Comodoro Py y la intendencia de Tigre
 al fiscal estrella del Grupo Clarín, Guillermo Marijuan. A ningún 
editorialista top le pareció aquello una muestra de politización 
indebida de la justicia, ni una contradicción insalvable con la 
independencia que debe guiar la conducta de los jueces. Tampoco a Carlos
 Santiago Fayt, para quien el país carece de "partidos políticos y 
líderes auténticos". 
¿Cuál es la solución final que sugiere un cortesano que añora por un 
Lisandro de la Torre, un Juan B. Justo, para un país donde "hay mucha 
corrupción"? ¿Acaso una "Corte fuerte, que sirve al país", como les dijo
 Fayt a los abogados que lo honraron la semana pasada? La desesperanza 
de Carmen Argibay refuerza el teorema de su colega en el máximo 
tribunal: para la cortesana, la sociedad argentina no se encuentra en 
condiciones de llevar adelante los juicios por jurados debido a que "no 
hay educación" y "los medios de comunicación prejuzgan los hechos". En 
parte tiene razón la ministra de la Corte: la batalla es cultural. 
Efectivamente la falta de educación y los medios de comunicación 
monopólicos contaminan el debate público. Pero mientras la derecha 
alienta mayor concentración y gobierno de las corporaciones ilustradas, 
para pocos, el kirchnerismo pugna decididamente por democratizarlas. 
Lucha de clases, que se dice. 
Es un rasgo de época: la lucha político-ideológica se ha vuelto tan 
dinámica, tan potente, que su formulación arriba a síntesis notables. De
 un lado y del otro del escenario político se llegan a similares 
diagnósticos, que se proponen resolver de modo inverso. Lo saben Fayt y 
Argibay, y le teme Magnetto: el kirchnerismo y sus complejidades, 
ambigüedades, ímpetus y tibiezas, es la conciencia para sí que ha 
alcanzado el pueblo trabajador. Es la certeza de que el momento de 
avanzar socialmente, políticamente, culturalmente, es aquí y es ahora. 
Que no puede el pueblo permitirse esperar una próxima oportunidad, de 
dudoso pronóstico. Que sería una traición hacerlo, o cuanto menos un 
error incalculable, de grandes proporciones. Y para eso hay que ganar 
elecciones. 
Es propio de los infantilismos de izquierda subestimar un proceso 
electoral, por más legislativo que fuera. Las movidas tácticas 
tendientes a mejorar el salario, disminuir el impacto del impuesto al 
ingreso, y encarar la demanda social de mayor seguridad (que esté 
alevosamente amplificada y sugestionada por los medios hegemónicos no le
 quita urgencia, ni sentido: será un interesante punto a discutir desde 
la noche siguiente al 27 de octubre), tienen una justificada apología: 
la lucha por el poder y la creación de poder popular que rivalice con el
 de las clases altas.
Se confunde quien cree que es otro el juego en el que se bate a duelo el kirchnerismo desde 2003.
*Publicado en Tiempo Argentino





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