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El contraataque neoliberal está en marcha en casi toda
 la región. La Alianza Pacífico representa la condensación de este nuevo
 proyecto integrador, con centralidad -de nuevo- en las “necesidades” 
del capital. Esta coalición de México, Colombia, Perú y Chile, y con el 
inminente arribo de Costa Rica, parte de una suerte de new age del 
neoliberalismo. Después del intento fallido del ALCA como mecanismo para
 replicar la doctrina Monroe en el siglo XXI, Estados Unidos sigue 
empecinado en dominar a su patio trasero.
El capital transnacional vuelve a operar como siempre: expansionismo 
desesperado en momentos de algún tambaleo de la tasa de ganancia en el 
centro de la economía mundo. La búsqueda de nuevas extensiones se 
centró, entre otros lugares, en la emergida América latina como nuevo 
polo político-económico en el contexto mundial.
Pero no toda la región estuvo dispuesta a aceptar más 
neocolonialismo, ni merma de soberanía, ni inserción desigual, ni 
mercantilización de la vida, ni despojo de los recursos naturales. En 
otras palabras, muchos países, a la cabeza Venezuela, seguida de Bolivia
 y Ecuador, y en menor medida, Argentina y Brasil (con todas sus 
contradicciones no resueltas), no aceptaron de ninguna manera la 
continuidad de la política de la acumulación por desposesión que permite
 un capitalismo a favor de la concentración de riqueza a costa del 
empobrecimiento de las mayorías.
A pesar de este eje consolidado posneoliberal en la región, la 
América latina de la década ganada, los hombres de negocios son 
insaciables en la búsqueda de su Dorado. Por ello, han decidido 
concentrarse en aquellos países que sí decidieron –por h o por b- no dar
 por terminado las políticas del (mal llamado) Consenso de Washington.
Poco a poco, a partir de una iniciativa del presidente peruano Alan 
García allá por el año 2011, con Colombia en la punta, con un Santos 
representante del nuevo formato de presidente reaccionario, pero 
moderno, aparentemente conciliador, y más “amigo” de sus enemigos 
geopolíticos regionales, se fue conformando esta Alianza Pacífico que 
procura ser el bloque anti progresista. De reciente creación, del 6 de 
Junio del 2012, se ha venido un proceso acelerado de diseño de esta 
propuesta integracional.
No es sólo un bloque comercial; apunta a un nivel superior. De hecho,
 su apuesta es tan ambiciosa como se refleja hasta en la publicidad 
“gratuita” de la enciclopedia libre, pero no neutral, Wikipedia: “La 
Alianza Pacífico, líder en exportaciones y comercio exterior de América 
latina, con miras a convertirse en el bloque comercial más grande y 
ambicioso de Latinoamérica”. Con esto, parece estar dicho todo. Van a 
por todas con esta versión actual de la Alianza para el Progreso que 
tuviera los Estados Unidos para América latina.
Es cierto que la Alianza Pacífico, en los últimos meses, se ha 
dedicado en serio a crear estadios múltiples de integración. En lo 
comercial, el rumbo es obvio: Tratados de Libre Comercio con EEUU y UE. 
Más bobo aperturismo frente a países que son exageradamente 
proteccionistas a favor de sus grandes empresarios.
En lo financiero, siguen defendiendo al capital hasta el punto de 
desear para el año próximo disponer de una integración de los mercados 
bursátiles. En lo tributario, ya se ha avanzado en un mayor intercambio 
informativo. En lo productivo, ya hablan de política de pymes basada en 
la internacionalización de los encadenamientos productivos, esto es, 
transnacionalizar la producción de tal manera que el valor se fugue 
hacia el exterior, y en el país sólo queden indignos salarios y mucha 
pobreza. Y en lo político, esta Alianza Pacífico ha conseguido en poco 
tiempo ser “el otro bloque” en la región capaz de conformarse como 
contrapoder frente a la pseudo hegemonía pos neoliberal que venía 
construyéndose en América latina. 
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Ni en lo económico, ni en lo político, y muchos menos, en lo social. La Alianza Pacífico es más un intento desde afuera que una propuesta desde adentro. Y esto se percibe en un dato muy concreto: el comercio en esta intrazona es ínfimo, sólo representa el 2% de su total exportado (frente al 13% en Mercosur). Son países-dependiente de la inversión extranjera directa. Son países que han estrechado su base económica después de sus acuerdos comerciales: exportan más volumen pero cada vez de menos productos y por menos empresarios.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Ni en lo económico, ni en lo político, y muchos menos, en lo social. La Alianza Pacífico es más un intento desde afuera que una propuesta desde adentro. Y esto se percibe en un dato muy concreto: el comercio en esta intrazona es ínfimo, sólo representa el 2% de su total exportado (frente al 13% en Mercosur). Son países-dependiente de la inversión extranjera directa. Son países que han estrechado su base económica después de sus acuerdos comerciales: exportan más volumen pero cada vez de menos productos y por menos empresarios.
La Alianza Pacífico no es tan compacta como aparenta. Uno de sus 
integrantes, México, nunca miró mucho al Sur desde que fue capturado por
 el Norte. Chile, es un país sin haber puesto punto y final a la 
propuesta pinochetista, y tampoco se caracteriza por ser propenso a 
establecer planos de integración. Colombia y Perú, son realmente los 
centros de gravitación de este proyecto. Sin embargo, estos países no 
pasan por su mejor momento político ni social.
Ambos presidentes, Santos y Humala, han descendido en cuanto a apoyo y
 percepción de sus votantes; el colombiano ha bajado en Septiembre al 
34% en aprobación; el peruano ya tiene (también en este mes) el 67% de 
desaprobación. Pero éstos son sólo datos estadísticos. La protesta 
social es más que visible y creciente en estos países de la Alianza 
Pacífico.
El esfuerzo en sus estrategias comunicacionales por mostrar proyectos
 políticos de centro, incluso pos neoliberales, ha sido infructuoso; las
 calles están llenas de pueblo rechazando todas sus políticas.
En México, se resiste a la reforma educativa, la reforma 
privatizadora de Pemex y la última reforma tributaria. En Chile, se 
viene dando una protesta continua en contra de la educación privada y 
elitista. En Perú, también han sido masivas las manifestaciones de 
médicos, trabajadores públicos, estudiantes y pequeños comerciantes.
Y el epicentro de esta movilización social, indudablemente, está en 
Colombia, en la que se está produciendo un paro campesino duradero que 
centra su demanda no sólo en aspectos coyunturales, sino que persigue un
 cambio estructural de la política, en la que no quepan TLCs, ni poder 
constituido tan elitizado, ni la tierra tan anti democráticamente 
repartida. El paro fue campesino y agrario, pero a éste se le sumaron 
tantos otros sectores sociales dando señales de que los colombianos 
están ya hartos de esta democracia aparente con exceso de capitalismo 
neoliberal.
Todas esas movilizaciones sociales recorren el Pacífico en rechazo a 
esa nueva propuesta pero de viejas y conocidas nefastas consecuencias. 
Esta Alianza busca la latinoamericanización del modelo fracasado europeo
 y estadounidense: patrón económico de crecimiento empobrecedor, de más 
teoría del goteo, de migajas distribuidas para las mayorías a cambio de 
mucha riqueza para unos pocos.
Esta Alianza es una clara defensa del capital por encima de cualquier
 ser humano. Es una vez más un pacto por arriba sin contar con los de 
abajo; es el enésimo intento de construir más Norte en el Sur. América 
latina ya le dijo una vez No al ALCA, y no es de extrañar que le 
profiera otro nuevo No a esta suerte de proceso de desintegración social
 que puede sobrevenir en el Pacífico.
En el otro lado, en la integración con rostro humano, está el ALBA, la Unasur, y hasta me atrevo a decir que el Mercosur.
*Doctor en Economía
Publicado en Telesurtv.net





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