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Una de las cualidades más perversas del “linchamiento
mediático” radica en su impunidad pública masificada. No hay retorno.
Las calumnias, las mentiras, los rumores, los chismes… las pruebas
falsas y en general todas las agresiones previstas por los códigos
civiles y penales, cobran virulencias especiales cuando se producen en
público, sin fronteras y ni mesura posible. Nadie puede reparar un daño
que hace metástasis fácil en un caldo de cultivo prefabricado, abonado
con morbo, impudicia e impunidad sistémicas. Tal como es el capitalismo
todo y sus especialistas del linchamiento. Nadie está a salvo.
Algunos creen que la figura jurídica del “linchamiento mediático” es
una exageración que no cuenta con sustento legal suficiente. Algunos
creen que es imposible sancionar a los linchadores sin rozar, o
lesionar, la “libertad de expresión” en alguna de sus variedades
liberalistas. No faltan los que rechazan radicalmente el “linchamiento
mediático”, con pretextos incluso filológicos, para rechazar
íntegramente los cuerpos legales que lo tipifican.
Hay casos a granel, no sólo para demostrar la génesis y las
consecuencias de un episodio de “linchamiento mediático”, sino para
exigir que se lo estudie y profundice, con deslindes de
responsabilidades y sanciones, atándolas siempre a la reparación
exhaustiva y pública del daño. Especialmente cuando se lincha a los
líderes de movimientos políticos o partidos democráticos. Justicia
social, pues.
Hoy es imposible cuantificar y cualificar el daño producido por el
“linchamiento mediático” a Fidel Castro, Hugo Chávez, Cristina
Fernández, Evo Morales, Rafael Correa… e incluso contra países enteros
como Cuba Revolucionaria. Si CNN, “El País” de España o “The Guardian”…
tuviesen que reparar el daño hecho al prestigio, la obra y las tareas de
esos líderes… reparación íntegra en su profundidad y extensión, debido a
las falsedades mediáticas, defraudaciones periodísticas,
tergiversaciones televisivas… hechas con premeditación, alevosía y
ventaja (entre muchas decenas de conductas delincuenciales) no
alcanzarían los espacios ni los tiempos para “reparar el daño”.
Junto a las agravantes de la premeditación, la alevosía y la ventaja,
el “linchamiento mediático” contiene el agravante, además, de ser
delito cometido en público, con difusión masiva y con profundidad y
extensión mayormente incalculables. Daña a la víctima en círculos
sociales próximos y lejanos. Sin retorno. Un delito cometido en público,
y masificado con herramientas cuya capacidad de propagación puede dañar
en calidad y en cantidad los valores, los principios y las conductas de
las víctimas; funda una pedagogía criminal que tiende a empeorar por la
impunidad efectiva que se deriva de la imposibilidad de reparar el
daño.
La asociación de los términos “linchamiento” y “medios” sirve para
afianzar una categoría delincuencial nueva que no está exenta de
antecedentes. La distinción dura producida por la asociación de los
términos no descansa en su fuerza “metafórica” ni “literaria” (como
pretenden algunos reduccionismos de alquiler) esos conceptos dejan de
ser lo que son de manera separada para, unidos, revelar el territorio
nefasto de una forma delincuencial propia de la expansión tecnológica,
su multi-presencia y los intereses subyacentes en usarla para fines
aviesos, descalificatorios y criminales.
Las víctimas no tienen defensa efectiva ni suficiente. No sabe con
exactitud quiénes ni cuántos conspiraron. No sabe con precisión cuántos
medios participan ni hasta dónde se expande el daño. No hay políticas de
corto, mediano y largo plazo para resarcir ni sancionar. Tampoco se
sabe a cuántos debe sancionarse si se hicieron cómplices de una
calumnia, por ejemplo. La víctima queda marcada de por vida. Un ejemplo
de “linchamiento mediático” es el propio concepto de “linchamiento
mediático”.
No menos terrible es el peso de la premeditación especializada que se
fabrica en los laboratorios de guerra psicológica profesionales de la
siembra de zozobra, miedo, depresión y descrédito a mansalva contra
personas, países, decisiones democráticas o proyectos revolucionarios.
Basta con ver la portada del diario español “El País” con la imagen que
atribuyeron al presidente venezolano en un quirófano. Operaciones
golpistas. “…planificado, conociendo las posibles consecuencias del acto
y abusando de una posición de ventaja”.
Cuando alguien incita, con algún medio de comunicación, a una masa
(incuantificable) a juzgar y dar por verdadero un dicho o hecho del que
no hubo debido proceso jurídico, e instala, con ese juicio, expresiones o
conductas que dañan la reputación, el estado de ánimo o las relaciones
sociales de alguien, el delito que comete el linchador originario se
replica en todos aquellos que participan y se convierten en cómplices (y
en víctimas de engaño también) con grados diversos.
Pero la escala más dañina del “linchamiento mediático”, por su
perversión y volumen, no está en sus tufos golpistas y magnicidas, está
en su capacidad de infiltrarse como cultura de la descalificación, como
hábito de la marginación impune o como tradición inamovible, reservada
para los poderosos cuando se les viene en gana satanizar a una persona, a
un movimiento político o una revolución social para anular su
pensamiento y encadenarlo a un cepo de mentiras, ridiculizaciones y
falacias degradantes. Con ayuda de conglomerados mediáticos burgueses. A
“voz en cuello” y a los “cuatro vientos”.
Está claro que en una situación de guerra, también mediática, entre
clases sociales, el papel y el valor de un cuerpo jurídico es relativo
al nivel de las tensiones de clase y que sólo presta utilidad mientas
exista alguna tarea democrática que la burguesía deba agotar antes de su
desaparición. Eso no impide que se estudie la categoría “linchamiento
mediático” y se la use como camino hacia la demostración palmaria de
todas las canalladas que el capitalismo es capaz de idear para atacar a
la clase trabajadora, no sólo en el campo objetivo de la plusvalía sino,
también en el de la “plusvalía ideológica” y la subjetividad.
Objetivamente.
No está de más recordar, cuando uno explora territorios de Justicia
Social, que la única fuerza capaz de resarcir a los pueblos (contra toda
la parafernalia de los miles de “linchamientos mediáticos” perpetrados
cotidianamente), es la Revolución Socialista y Científica que han de
impulsar los pueblos para los pueblos, sin concesiones reconciliatorias,
sin camaleonismo reformista y sin burocratismo bacteriológico. Mientras
tanto podrá ser usada en su contra toda herramienta de lucha que
permita derrotar (toda o en partes) la ideología (y las prácticas) de la
clase dominante.
El “linchamiento mediático” debe ser sancionado legal y políticamente
de inmediato. Observen este caso de “linchamiento” del “gobierno”
mexicano servil a los intereses oligárquicos y a TELEVISA: “Denuncia
campaña de linchamiento del gobierno federal contra los maestros
disidentes”… “Los medios, salvo honrosas excepciones, están justificando
la represión de manera irresponsable. Es lamentable que conductores de
radio, televisión y otros periodistas estén alentado la represión. Yo
les diría que se serenen, que se tranquilicen. Los docentes tienen
derecho a defenderse, es su legítimo derecho”(http://bit.ly/15cGK1h)
*Publicado en Telesurtv.net
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