miércoles, 22 de mayo de 2013

21 DE MAYO DE 1969

Imagen www.laopinionpopular.com.ar
Por Fernando Pisani*


Las diez de la noche y el centro de Rosario parece tierra de nadie. Ningún auto circula por él y las vidrieras están apagadas. De vez en cuando por aquí y por allá se ven pequeños grupos de gente cruzando alguna calle quién sabe para ir a qué lugar. Disparos aislados, también por aquí y por allá. A veces parecen itacas, otras FAL, pero los sonidos de disparos de gases lacrimógenos han cesado. Ya no se escuchan consignas de los manifestantes. De su paso quedan restos de papel quemado y fogatas apagadas. “¿Ir a casa o buscar a dónde están los otros?”, son las preguntas que se hacen quienes aún permanecen en el centro.
Todo había empezado varias horas antes, aquel 21 de mayo de 1969. Aunque en realidad todo había empezado un 28 de junio de 1966, cuando las Fuerzas Armadas, encabezadas por el General Juan Carlos Onganía, derrocaron al presidente radical Arturo Umberto Illia. Aunque tal vez todo había empezado aún antes, en 1955.
Lo cierto es que el tibio gobierno de Illia, nacido en 1963 de unas elecciones con proscripciones, molestaba. Había sancionado una ley de los medicamentos que afectaba patentes de poderosas corporaciones internacionales, se había atrevido a cuestionar los contratos petroleros “que eran dañosos a los derechos e intereses de la Nación” y fundamentalmente se había atrevido a prometer elecciones libres y sin proscripciones. Demasiado para el stablishmen. Los medios hegemónicos de entonces ya habían logrado instalar que era “un gobierno lento” y que se demostraba impotente en impedir el resurgimiento del peronismo, perseguido y proscripto desde 1955.
El golpe militar de la que se autodenominó “Revolución Argentina”, disolvió el Parlamento, prohibió todas las actividades políticas y a los partidos políticos, y para atacar la inflación hizo lo que hoy la oposición le pide al gobierno: devaluó la moneda un 40% y congeló los salarios, lo que por supuesto fue acompañado de medidas represivas para eliminar la protesta obrera y puso trabas a la libertad de hacer huelga.
Recordemos que entonces una buena parte de la dirigencia política y sindical miró con buenos ojos el Golpe de Estado, además de los sectores empresarios nacionales y extranjeros que se vieron beneficiados directamente. La única oposición abierta surge en un primer momento de la Universidad, pero la misma se reprime, especialmente en la facultad de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la UBA, cuando la llamada “Noche de los bastones largos”: autoridades universitarias, docentes y alumnos al ser desalojados se los hizo pasar de a uno por una doble fila de policías que los golpeó ferozmente con sus bastones y con las culatas de los fusiles (29 de julio de 1966).
En Córdoba, el 12 de septiembre, caería asesinado el primer estudiante, Santiago Pampillón y con tales gestos, más el apoyo de un sector importante de la población, el gobierno consideró que se iniciaba un proceso que duraría no menos de 50 años: 10 o 20 dedicados al “Tiempo Económico”, otros tantos dedicados al “Tiempo Social” y finalmente luego vendría el “Tiempo Político” donde se podría empezar a hablar de elecciones.
Muchos políticos se habían retirado a esperar tiempos mejores y otros conseguían puestos de funcionarios, intendencias, gobernaciones, ministros, embajadores. Por ejemplo la intendencia de Rosario estaría en manos de un dirigente del Partido Socialista Democrático, entre otros.
Por el lado de los sindicatos buena parte de la dirigencia se dedicó a hacer negocios con los empresarios o darle el apoyo a las medidas del gobierno; en cambio otros, especialmente desde la base, intentaban resistir a las medidas antiobreras, a la caída salarial y a la desocupación creciente provocada por la apertura de las importaciones y del cada vez más dominante capital financiero y especulativo. Los únicos que reclamaban en la calle directamente el derrocamiento del gobierno militar eran minorías de estudiantes, principalmente universitarios, pero también secundarios.
Estos estudiantes no tenían ninguna posibilidad de expresar y dar a conocer sus opiniones en contra del gobierno de facto: para la prensa oral, escrita y televisiva no existían. Por lo que solían recurrir a pequeños actos llamados “actos relámpagos”, porque cortaban una calle por un momento, cantando consignas del tipo “acción, acción, por la liberación”, “ni golpe ni elección, revolución” y luego salían corriendo antes de que llegara la policía a reprimirlos. En las universidades estaban prohibidas las actividades políticas, las asambleas, pero así y todo estas minorías estudiantiles buscaban expresarse, sea por sus reivindicaciones como estudiantes, sea por su lucha por un mundo mejor.

Y así llegó mayo de 1969.
La mayoría de la población apática o directamente viendo como un mal menor al gobierno militar, no tenía simpatía por la agitación estudiantil: “la universidad está para estudiar, no para hacer política” era el pensamiento común y mayoritario. Las movilizaciones estudiantiles eran minoritarias incluso dentro del propio estudiantado y se apoyaban básicamente en el activismo de los distintos agrupamientos estudiantiles y políticos, que tampoco eran numerosos por cierto.
El 16 de mayo el estudiantado de Rosario es sacudido por una noticia. En Corrientes habían matado a un estudiante, mientras participaba de una protesta estudiantil contra el aumento del ticket del comedor universitario (con una mentalidad privatizadora y liberal, se planteaba que el ticket debía aumentarse como el 300%, lo que obviamente implicaba una prohibición para seguir estudiando de muchos). Los estudiantes habían marchado contra la sede del Rectorado en protesta de la medida, y fueron violentamente reprimidos. Muchos entonces se reagruparon en la plaza Sargento Cabral. Y allí, desde un móvil de la policía, hicieron disparos contra los estudiantes, hiriendo a varios y asesinando a uno: Juan José Cabral.
El movimiento estudiantil rosarino decide organizar una protesta al día siguiente, si la memoria de quien esto escribe no falla, era un sábado. Y se elige hacerla en la esquina del comedor universitario, Córdoba y Corrientes (por entonces el comedor estaba en calle Corrientes entre Córdoba y Santa Fe) al medio día, cuando hay mucha gente en el centro con la idea de que la gente se entere y repudie el asesinato de Cabral y a la dictadura militar.
Y como todo acto de aquel entonces, no podía ser prolongado, era agitar y cuando aparecía la policía salir corriendo. Y así fue. Pero no fue un acto más. Reproduzcamos un relato de un protagonista de aquellos momentos.
“Yo había ido con mi novia. Y cuando empezó la represión salí corriendo por Córdoba hasta Entre Ríos. Pero cuando me di cuenta que mi novia no estaba no me fui y volví sobre mis pasos, pues ella había corrido para el mismo lado que yo, y debería estar allí. Y unos minutos después la veo corriendo hacia donde yo estaba, llorando, totalmente descontrolada, desconsolada. “¡¡Vos no sabés, vos no sabés!!”, junto a otras palabras como “horror” y otras que no recuerdo. Cuando logré que se calmara un poco, ya una cuadra más lejos de aquel lugar, me cuenta: “yo lo ví, lo agarró del brazo, y cuando el chico se quedó quieto, el tipo levantó la otra mano con una pistola y le disparó en la cara. ¡lo mató!”.
El estudiante era Adolfo Ramón Bello. En su carrera, como otros estudiantes, se había metido en una galería, la Melipal, que por entonces no tenía salida. Y allí fue acorralado y asesinado a mansalva, premeditadamente, alevosamente. Tenía 22 años...
La noticia sacudió a la población de Rosario y ambas muertes a todo el país. El movimiento estudiantil decide organizar un paro el 20. Pero ya no está solo. Un sector del gremialismo, la llamada CGT de los Argentinos, se solidariza y repudia los hechos. Y es en el local de la CGT de Rosario donde en una reunión de intertendencias, partidos y gremios se decide hacer una “Marcha del Silencio” para el día 21. Buena parte de la población ese día adhiere espontáneamente cerrando los negocios.
La idea era partir del local de la CGT de los Argentinos (calle Córdoba cerca de Abogacía) donde se
había instalado una olla popular pues el gobierno había cerrado el comedor universitario. El 21, horas antes de la marcha -programada para las 16-, el centro es rodeado de vehículos policiales de todo tipo, de policías a caballo (que era costumbre tenerlos varias horas arriba del caballo antes de llevarlos a reprimir alguna asamblea o acción estudiantil, cosa de incrementar el odio a los estudiantes), de infantería, tratando de que la gente no llegara al centro o de dispersar a los que llegaran.
Pero a pesar de todo más de 6000 manifestantes, ahora sí, ya no sólo estudiantes, también obreros, trabajadores, logran burlar las fuerzas del orden y manifiesta por las calles donde son atacados a gases lacrimógenos y golpes y comienza así una lucha callejera desigual: los manifestantes tratando de hacer barricadas para dificultar la represión o prender fuego a papeles que les tiraban desde las ventadas de edificios altos para combatir los gases lacrimógenos, y maderas de obras de construcción y cuando objeto pudiera alimentar una y decenas de hogueras.
La resistencia fue tal que la policía fue desbordada y el centro ocupado por grupos de manifestantes que no se habían retirado, tal vez 500 o 1000. A media noche el gobierno declaró a Rosario “Zona de emergencia bajo jurisdicción militar” y con la gendarmería lograron controlar la zona. Nunca se supo cuántos muertos y heridos hubo ese 21 y esa madrugada del 22. Por referencias de la época hubo al menos cinco asesinados, una treintena de heridos y unos 100 detenidos. Pero sí sabemos el nombre de uno de ellos, un joven obrero y estudiante de 15 años, Luis Norberto Blanco, asesinado por la policía. Dicho sea al pasar, la policía también atacó al médico que lo asistía en la calle mientras agonizaba.
Y así termina un 21 de mayo de 1969. Un día que fue un punto de inflexión para nuestra historia y para la propia dictadura militar. Algunos lo llaman “el rosariazo”, pero en realidad el Rosariazo fue unos meses después, en septiembre.
El 23 de mayo 38 sindicatos dispusieron hacer una huelga, que se sumaba a las luchas de obreros tucumanos de diez días antes, y a otras de Córdoba. En otras provincias se desarrollarían también actos de repudio y marchas, como en Mendoza. Y a pesar de las prohibiciones, unas 8000 personas fueron en procesión con el féretro de Blanco hasta el cementerio.
Pero el quiebre definitivo del consenso y de la aceptación de la dictadura militar tendría una fecha definitiva, un antes y un después de la política de aquellos años, a la semana siguiente de aquel 21/22: el 29 de mayo, con el Cordobazo. Pero esa ya es otra historia.

*www.notasyantidotos.com.ar

1 comentario:

  1. El ejercicio de la memoria es imprescindible. En momentos en los que deliberadamente se banaliza o se diluye lo que fue el terrorismo de Estado, es fundamental señalar hasta dónde esas aceptaciones pasivas, esa conformidad acrítica, esa inercia, permitieron el horror.
    Un abrazo

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