Por Fernando J. Pisani*
Es raro pensar y asociar dos
palabras tan distintas como narcotráfico y escuela. Ya no alcanzan las
palabras violencia o drogas para describir el nuevo flagelo que se le
presenta a la escuela porque otras instituciones no hacen sus deberes.
Ayer los piojos, la copa de leche, la comida, la familia desmembrada y
muchos otros temas que hicieron descuidar a la escuela su función
educadora y formadora para ser "contenedora", "asistencialista",
"mediadora". Pero cada vez más, como olas, la escuela se ve enfrentada a
un quehacer que no es propio: la drogadicción, la violencia familiar,
barrial. Pero el proceso social destructivo no para y nada ni nadie con
poder parece darse cuenta de un tobogán demasiado peligroso. Demasiados
ocupados nuestros gobernantes en endilgar responsabilidades a otros,
para evadir las propias (como "el narcotráfico es un delito federal") o
en construir un discurso tranquilizador de que se están haciendo cosas
cuando la realidad muestra lo contrario.
El que una alumna pida permiso para retirarse antes
todos los días porque trabaja en un búnker de drogas, muestra en su
inocencia que eso, para ella, es algo natural. Como natural percibir que
jóvenes alumnos abandonen la escuela para integrarse a las redes del
narcotráfico. Incluso el mismo nombre que se les pone a muchos de ellos,
"soldaditos" naturaliza el hecho y hasta se le asigna un nombre que
oculta el significado de "carne de cañón" de bandas armadas al servicio
de la criminalidad. Demasiado lejos del soldadito de Tacuarí, aquel
tamborcito de Belgrano.
Y a la escuela, muy lamentablemente, se la deja sola.
De nada sirven palabras académicas de "abrir y activar redes que sean
necesarias" o "dispositivos socioeducativos" para parar el proceso.
Cuanto más, algún paño frío en algún lugar puntual con una certidumbre:
dentro de poco dejará de ser un tema educativo porque el alumno (o la
alumna) abandonará la escuela. Olvidándose que tenemos una ley que
estipula la obligatoriedad de la enseñanza.
Pero lo cierto es que en esa soledad de la escuela,
de los directivos, docentes, preceptores y porteros; en esa impotencia
dolorosa, tampoco puede esperarse mucho del Ministerio de Educación pues
el problema lo excede largamente: si quien debe tomar el toro por las
astas no lo hace, teniendo todos los resortes a su mando, menos lo podrá
hacer una repartición subordinada, preparada para otra función: educar,
socializar, formar.
Y tal vez no haya mejor ejemplo para ilustrar a lo
que nos enfrentamos y a la impotencia presente, que las declaraciones de
la que fue vicegobernadora de Hermes Binner, Griselda Tessio. Cuando
ella era fiscal de los Tribunales Federales de Santa Fe, ante
innumerables constataciones de la connivencia de la policía, plantea al
juez la posibilidad de allanar "Drogas Peligrosas" y relata, "alguien me
dijo: ¿usted quiere aparecer flotando en el Paraná? Yo no quería
aparecer flotando en el Paraná" (1). Por lo tanto nada hicieron.
Pero se entienden las limitaciones de una fiscal,
pero luego fue vicegobernadora, es decir, parte del Ejecutivo que entre
otras cosas mandaba a esa policía ¿y qué se hizo? ¿Se aprovecharon sus
conocimientos sobre la vinculación de policías con la droga y el
narcotráfico? Y es sabido que bajo su gobierno el narcotráfico creció
aún más e incluso se terminó nombrando para "Drogas Peligrosas" a un
sospechado de vinculaciones con el narcotráfico que luego alcanzaría, en
la siguiente gestión, el puesto de jefe de Policía de Santa Fe. Puede
que ese policía sea absolutamente inocente de todas las acusaciones y
sospechas que hay sobre él, pues todos son inocentes hasta que se
muestre su culpabilidad, pero al menos el sentido común indicaría elegir
otra persona para esos puestos, alguien sin ningún tipo de sospechas a
cuestas.
Y esto tiene mucho que ver porque cuando hay casos de
violencia u otros, a la escuela se le suele decir desde el ministerio
que debe hacer la denuncia a la policía, lo que por suerte parece que no
ocurrió con esta alumna. Aunque queden sospechas de qué hizo el
ministerio con este caso pues la responsable de los socioeducativos
mencionó la posibilidad de dar intervención a "Delitos Complejos" (otro
nombre de "Drogas Peligrosas"), y no parece ser lo más conveniente
alcanzar los datos de la alumna a sectores demasiado poco confiables y
con historias oscuras. ¿O acaso la policía necesita seguir a una alumna
para saber la existencia de un búnker? Además la clave está en seguir la
ruta del dinero incluso en la Policía y la Justicia.
Y hay que ser muy claros. Esto no aparece hoy. Desde
hace más de 15 años las comunidades escolares detectan el incremento del
comercio de drogas, no tanto en las escuelas, sino en los barrios. Más
de una vez directivos de localidades pequeñas han planteado a sus
supervisores su preocupación por el crecimiento del tráfico, "todos
sabemos aquí quién, cómo y dónde", advirtiendo que tarde o temprano
dicho crecimiento llegaría a afectar a las escuelas. Pero los peores
temores se están transformado en realidad.
Todos los estudios, todas las investigaciones, acá y
en otros lugares del mundo hablan de que este crecimiento no es posible
sin el concurso de dos patas: sectores de la policía y de la Justicia.
La primera depende del poder político, la segunda aún demasiado autista y
corporativa. Algo hay que hacer distinto a lo que se viene haciendo.
Pues mientras se dan discursos edulcorados sobre reforma de la policía,
capacitación y más equipamiento, la violencia y el narcotráfico siguen
creciendo. Aún estamos muy lejos de México o de otros países donde el
crimen alcanza a niveles inauditos. Pero no podemos asistir impávidos a
este tobogán destructivo de la sociedad.
Vivimos en un país federal donde las leyes, la
Justicia, la policía y el sistema educativo dependen del gobierno
provincial. El narcotráfico ya ha tocado las puertas de las escuelas. Se
la puede seguir dejando sola como hasta ahora o quienes tienen que
tomar decisiones hacerse los distraídos, acusar a otros de su propia
impotencia o refugiarse en discursos bonitos que pueden tranquilizar
conciencias o incluso conseguir votos. Pero son muchos los chicos que
están muriendo. Muchos los chicos que están abandonando la escuela.
Muchos los chicos que empiezan a recorrer el camino de las adicciones
(alcohol, diversos tipos de drogas) en edades más tempranas. Y si hay
algo peor que la violencia y el narcotráfico es su naturalización.
Es más saludable que un gobernante confiese su
impotencia y pida ayuda que se considere autosuficiente. Y más saludable
para quienes buscan un recambio político que se ofrezcan a ayudar para
crear una política de Estado, antes que utilizar estos dramas para
acusarse mutuamente.-
Meses atrás, la imagen de una diputada abriéndose
paso desde atrás de alguien que está de espaldas, sentado, hablando,
para darle luego a traición una trompada en la cara, se repite los otros
días con la misma diputada, tironéandole el cable del micrófono a otro
diputado para impedir su palabra, hacen descreer de haya una solución.
Pero la imagen de miles de jóvenes organizados ayudando en las
inundaciones de La Plata, coincidiendo con distintas banderas políticas,
da también la esperanza de que el cambio es posible.
Y cada uno deberá optar por uno u otro camino.
*Publicado en Diario La Capital (Rosario)
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