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Lo mismo cuando es el 30 de abril: me preguntan sobre los 36 años de las Madres y los sentimientos que tengo respecto a la fecha y no sé, preferiría mayor creatividad de su parte, que tuvieran preguntas diferentes para darme pie y así hablar de otra cosa. No sé muy bien qué es lo que quieren que escriba. La columna que me toca escribir, en representación de las Madres, me gusta si es original, no una repetición de lo que van a decir todos, porque es claro que los que escribirán para esta ocasión aman a Néstor y a Cristina. Los amamos, los respetamos, queremos y sentimos que son nuestros líderes, así que, como tal, uno va a escribir, pero en realidad, ¿qué esperan los periodistas que yo escriba?
Hay cosas demasiado íntimas para contarlas; son entre Néstor y yo, o
entre Cristina y yo; no me parece que le sirvan a nadie. Son cosas entre
compañeros, entre madre e hijos, intimidades.
Estos diez años riquísimos en realidades concretas, diez años donde
muchos se despertaron a la política, diez años donde el enemigo se
despertó con todo su veneno, diez años donde muchos se olvidaron de lo
que hicieron antes y quieren volver a empezar aunque sea imposible, diez
años de muchas traiciones, de varios que se dieron vuelta, de muchos
que se dicen peronistas de Perón, peronistas de Evita, pareciera que hay
una cantidad enorme de peronismos. Yo creo que hay un solo peronismo
que es el que cambió antes a la Patria, que fue el peronismo de Perón y
Eva, y este que revoluciona la Patria ahora: el peronismo kirchnerismo
de Néstor y Cristina, esta increíble y maravillosa pareja de políticos
muy sabios. Líderes que han transformado muchísimas cosas en
Latinoamérica, líderes que nos hablaron mucho pero no sé si los
escuchamos tanto. Cuando a veces reviso y repaso los discursos de Néstor
o los de Cristina, digo "caramba, mirá lo que dijeron", y capaz que en
ese momento no nos dimos cuenta de lo que nos estaban diciendo o lo que
nos estaban dando.
Diez años no son nada; son tan pocos, pasan tan rápido, sobre todo
cuando uno tiene 84 años como tengo yo. Cuando un niño cumple diez años
es un despertar y yo creo que nosotros estamos despertando.
Van a ser tiempos difíciles. En breve habrá elecciones, sabemos de la
firmeza de Cristina, tenemos la dicha de escucharla y verla a diario
dando lecciones maravillosas de política, a veces de un nivel tan alto
que no llego a comprender cuando ella explica, cuenta o propone un nuevo
debate. En ocasiones es muy técnico lo que ella nos dice pero se ven
los frutos. Hay cosas que fueron fáciles de entender: la Asignación
Universal por Hijo, la jubilación para amas de casa, realidades
sencillas y hay otras más complicadas como la reforma de la justicia:
primero no la entendíamos pero cuando empezamos a leer más profundamente
nos dimos cuenta que era una transformación increíble, necesaria, única
y con mucha fuerza. Estas cosas son las que a uno lo hacen pensar.
Cuando hablamos sobre los diez años, que son tan pocos, uno piensa en la
pubertad de un niño, en toda esa sangre que nos impulsa trayéndonos las
ganas para todo, para jugar, para correr, para crecer y que nos va
inyectando vida. Creo que estamos en ese paso, de pubertad llegando a la
juventud en estos diez años de historia grande, donde millones de pibes
están naciendo a la política. Muchos van a votar y es un hecho político
que los engrandece, los hace sentir responsables. Es como cuando uno
les da las llaves de la casa a los hijos; de la misma forma les estamos
dando las llaves de la patria. El voto es como las llaves de la casa:
tomá, esta es la llave, podes venir a la hora que quieras. Atrás va lo
otro: portate bien, no tomes mucho alcohol. Con esta posibilidad de
votar que tienen los pibes también les estamos diciendo que tienen una
gran responsabilidad en votar, y en votar bien. Es una decisión enorme,
la primera votación de muchas, es la llave de la casa. Les estamos dando
a todos los jóvenes la llave de la Patria, esta Patria que es de todos
pero que la van a tener que seguir construyendo ellos. Estos jóvenes
increíbles que se agrupan en diferentes movimientos pero todos unidos en
la necesidad de dar, de entregarse, porque ese es el legado de Néstor
primero y de Cristina después: mostrarles el único camino posible,
entregar de uno lo mejor que tiene para que la palabra igualdad se haga
carne, para que la palabra libertad la podamos emplear de todas las
maneras posibles sin pisotearla y, sobre todo, para que "el otro soy yo"
sea una realidad.
*Publicado en Tiempo Argentino
Hermosa Hebe querida...
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