martes, 18 de julio de 2023

LA EPOPEYA NECESARIA

Por Roberto Marra

Las epopeyas son relatos de actos trascendentes para la historia de un pueblo, que representan los valores más virtuosos, generan un efecto de pertenencia y alientan propósitos de grandeza para la nación donde habiten. La heroicidad de los protagonistas históricos es un condimento esencial para crear una epopeya que, transmitida a las siguientes generaciones, les den a éstas una noción que exalte la importancia de sus orígenes y promueva la necesidad de sostener y acrecentar esos ideales casi míticos, pero basados en la realidad.

En política, las epopeyas son utilizadas para dar sostén histórico a los relatos que prometen determinadas acciones reivindicativas o reconstituyentes de tiempos mejores. Pero para que esa relación entre la narración épica y las promesas de acciones que las revivan tengan un contenido auténtico, es imprescindible que sean generadas por líderes capaces de entender el significado de las epopeyas que puedan traer al presente, para enraizar las propuestas en aquellos valores tan sentidos por la población.

Pocos y grandes han sido quienes lograron tales conceptualizaciones capaces de “enamorar” a las masas y convertirlas en pueblo empoderado de su historia y de la importancia de las acciones de los héroes que la protagonizaron. Pero enormes han sido los resultados mientras esas epopeyas lograron seguir atadas al corazón de los individuos convertidos en colectivos apasionados por la trascendencia de sus actos, cuando éstos se transforman en hechos promotores del desarrollo social e inclusivo de todos sus integrantes, generando una cultura nacional y popular que realimenta la épica recibida de los ancestros.

Ahora, la cuestión es que las epopeyas deben estar basadas en hechos reales, a los cuales se los relate con un sentido épico, pero no falsificador de la verdad de los tiempos narrados. A esto último se dedican los inventores de los relatos que inundan los medios de comunicación, distribuyendo a diestra y siniestra antivalores presentados como “sentidos comunes”, haciendo pedazos la historia y rearmándola a los antojos de quienes ostentan el Poder Real.

El “poderoso caballero don dinero” ha reacomodado las páginas del pasado, convirtiendo todo en un revoltijo de sentencias incongruentes con las necesidades de los receptores de tales relatos que, subyugados por esas “bellas” promesas de ventajas individuales, abandonan los viejos conceptos de las epopeyas heredadas de los grandes de nuestra historia, para convertirse en simple “carne de cañón” de las corporaciones dominantes de la nueva narrativa, imperante por la fuerza mediática.

El individualismo es promovido con falsas epopeyas que relatan las historias de los ricos y del cómo llegaron a serlo, ilusionando a millones de desprevenidos (o prevenidos, pero sordos) a intentar seguir esos ejemplos ridículos, pero efectivos como carnada para el cardúmen social en que nos han convertido mayoritariamente. La fascinación se enraíza en las mentes de las clases medias y hasta llega a penetrar en las de los desarrapados de siempre, retrasando las posibilidades de re-encontrar el camino perdido, que basaba su esperanza en la renovación de las ideas que sostuvieron los héroes protagonistas del proceso libertario inicial de nuestra historia.

Así es que llegan a gobernarnos esos esperpentos con pretenciones de estadistas, cuyas palabras sólo remiten al odio incontenible hacia quienes lideren proyectos de soberanía y de justicia social. Esos son los “relatos épicos” que nos anuncian mil desgracias si los auténticos representantes de los intereses populares nos gobiernan. La “epopeya retrógrada” que promueven, pretende anular la historia, atarnos al carro del vencedor imperial y someternos al escarnio de no tener más Patria, palabra que detestan, por el contenido de esencia nacional que contiene y genera.

Lo dramático del momento, exige la vuelta al relato de las epopeyas que nos dan pertenencia nacional. Es necesario dejar de lado el temor a los poderosos corporativizados, y remover de nuestras consciencias las mentiras acumuladas que ofician de parásitos que carcomen la sabiduría heredada de aquellos que nos dieron la esperanza iniciática de ser una Nación. No nos podrán vencer si nos nutrimos de verdades históricas, si elevamos el discurso por sobre la mediocridad semántica de la mediática falaz, si rechazamos sus “recetas” de postergaciones eternas y goteos intrascendentes, si convocamos con palabras simples a recrear la mística de un Pueblo que ya fue capaz, en otros tiempos, de remover de sus entrañas la miseria y el egoismo. Es hora de una nueva epopeya.

 

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