viernes, 2 de septiembre de 2022

MAGNICIDAS DE SUEÑOS

Por Roberto Marra

Repudio” es la palabra del momento. “Basta de violencia” es una frase harto repetido en cada mensaje condenatorio. “No al odio”, otra expresión reiterada hasta por los odiadores seriales. Pero, sin dejar de sostener esas manifestaciones lógicas (cuando no son hipócritas), es imprescindible recordar las advertencias, las señales, los mensajes, los discursos antagonistas, las amenazas directas e indirectas, las persecuciones jurídicas y los oprobios mediáticos.

Entonces veremos a los ejecutores intelectuales (de alguna manera hay que denominarlos), desbrozaremos el camino de las espinas impuestas para destruirla, de las piedras arrojadas desde los “púlpitos” televisivos, de los titulares ofensivos de los medios gráficos, de las condenas previas a los juicios de los obtusos personajes que ofician de fiscales y jueces.

Y también encontraremos las pisadas acusatorias de una sociedad mentalmente empobrecida, psicológicamente manipulada, de cerebros cauterizados con venenos ideológicos, donde ganan los desprecios sin respaldo, donde triunfan las venganzas contra quien resulta ser su benefactora, donde aparecen los instintos cavernícolas y sus guturales expresiones de horrores verbalizados. Estábamos avisados, pero no hicimos nada.

Estábamos instruídos sobre sus concepciones antidemocráticas, pero insistimos en extenderles las manos. Una y otra vez poniendo las mejillas para los golpes impiadosos de un Poder que desdeña y maltrata sin importarle más que sus acumulaciones de riquezas robadas al esfuerzo cotidiano de millones de laburantes. Más y más solicitudes de diálogo con los asesinos de nuestras pequeñas felicidades cotidianas. Más y más genuflexión ante los amos empresariales que sólo saben fugar sus ganancias obscenas a los rincones más oscuros del Planeta, donde destilan sus miserias y la convierten en el jugo repugnante de los placeres que jamás comparten.

Allí están los que pusieron el arma tan cerca del fin de nuestra esperanza con forma de mujer. Ellos son los culpables de la decadencia moral de la sociedad y de sus instituciones. Ellos son los señalados por la historia, de horrores similares, de desapariciones forzosas, de genocidios y ultrajes a la dignidad de nuestro Pueblo. Son muy fáciles de encontrar y de ver: están instalados cada día en los medios que les sirven de horrorosa publicidad a sus latrocinios. Les acompañan los monigotes que pretenden hacernos creer que ejercen el noble oficio del periodismo, cuando se trata sólo de monstruos con formas humanoides y verba envenenada. Su mayor deseo casi se les cumple, si no fuera por el instante erróneo de un monigote cuya única virtud es la de su brutalidad para manipular el arma física.

Pero no terminarán aquí semejantes procesos contínuos de ataques y vejámenes a la Líder por excelencia de nuestro Pueblo. Darán otros pasos, profundizarán sus operaciones, seguirán con el horror cotidiano y la manipulación social de sus “artistas” de la comunicación falsificada. Continuarán con las acusaciones de un poder judicial tan corrupto como descalificado, pero capaz de seguir dañando nuestros sueños de Justicia Social.

Está en nosotros, está en los dirigentes honestos y en los representantes sin compromisos con las corporaciones del Poder Real, la posibilidad de pararle la mano a la estulticia y el agravio, a la materialización de los deseos oscuros de tantos idiotas útiles que se autopretenden inteligentes. Está en el Pueblo que siente, antes que sabe, que conectó su corazón desde hace mucho tiempo con esta mujer necesaria, para darle el suyo propio y alimentar su torrente de sabiduría política con el único fin que ha luchado en toda su vida: construir felicidad popular, acabar con las injusticias y alimentarnos de utopías imprescindibles para la vida. Y con ella, caminar hacia el fin de la dictadura de la palabra mendaz y la miseria de los feroces constructores de los muros de los horrores sociales. Con los dirigentes a la cabeza o... prescindiendo de ellos, llegó la hora de pasar al ataque, de abrumarlos con políticas reconstructuras derivadas de aquellas veinte verdades que sostienen el ideario fundacional de un Movimiento destinado a transformar la vida, desterrar la injusticia social, solventar la Soberanía y concretar la definitiva Independencia que nos robaron los eternos magnicidas de nuestros sueños.

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