miércoles, 18 de septiembre de 2019

EN NOMBRE DE LA "DEMOCRACIA"

Imagen de "cubadebate.cu"
Por Roberto Marra
Si hay algo en lo que el imperio y el Poder que lo tiene como su gendarme mundial han sabido hacer, es instalar realidades virtuales como ciertas, transformar lo real en mentira y convertir a la población mayoritaria en vocera de sus consignas. Sutiles a veces, brutales otras, el caso es que sus falsas verdades triunfan de tal manera que son repetidas por todas y todos, incluso por quienes parecen ser los más preparados como para analizarlas y oponer sus propias opiniones sobre los hechos de los que se trate.
A lo largo de muchas décadas se fue construyendo un “pensamiento único” que pretende asegurar la continuidad y profundización del dominio ya establecido, generando como absoluto e inmodificable cada uno de los discursos sobre los sucesos históricos y la actualidad. Ha sido de tal magnitud y ha calado tan hondo en los individuos que, cuando llegan los tiempos electorales, no habrá candidato que podrá dejar de estar influenciado por estas taras del saber, marcas indelebles en los razonamientos mendaces que terminan por generarse, incluso de quienes proponen verdaderos cambios en la estructura social y económica imperante, pero que no logran desprenderse de lo ordenado por los fabricantes de esas realidades paralelas.
Establecidos por el imperio los integrantes de sus recurrentes “ejes del mal”, hacia ellos se apuntarán todos los cañones de las mentiras programadas, a las que se subirán, por complicidad, ignorancia o estupidez, todos y cada uno de los que pretenden conquistar las voluntades populares por estos lares latinoamericanos. Y no habrá excepciones ideológicas (o casi) para ejercer esa tarea enajenante de la verdad histórica y social de los países maldecidos por los poderosos del Mundo.
La experiencia centenaria no parece haber enseñado lo suficiente. Las bestialidades cometidas en nombre de libertades que solo son para quienes mandan en el Planeta, son olvidadas en nombre de la necesidad de juntar votos de los seducidos por la maquinaria mediática del sistema. La imbecilidad gana otra partida y abandona a los más vilipendiados eslabones de la Patria Grande para obtener la palmada en la espalda de quienes, no mucho después, clavarán allí el puñal de la traición más que evidente.
El olvido forma parte obvia de esa máquina de parir idiotas que posee el Poder. Dejar de lado los recuerdos de lo mucho que se les debe a esos mismos países que ahora se los ataca en nombre de la “defensa de la democracia”, es una manera más de mostrar el falso orgullo de “pertenecer” al oscuro círculo de quienes deciden lo que sucede en cada una de nuestras naciones.
Pensar a través de irrealidades subidas al pedestal de “lo seguro”, no es más que una forma más de ser dominados, solo que con pretensiones de hacerlo por voluntad propia, escarnio más que horrendo para los descendientes de los San Martín, los Bolívar, los Belgrano, los Artigas y tantos otros que fueron hostigados y expulsados por el mismo Poder que ahora nos vende el odio hacia quienes intentan abrirse camino a libertades sin tutelajes ni patrones ideológicos implantados.
Por ese camino de contubernios y deslealtades se rumbea hacia la repetición de los errores que nos han hecho fracasar decenas de veces en la historia continental. Por ese sendero de idealizaciones falsas de un “sistema democrático” a la medida del imperio, transitan quienes debieran observar con mayor detenimiento cada palabra que emitan, cada gesto que produzcan, cada definición que pretendan ofrecernos sobre los gobiernos de otros países de la Patria Grande, solo por parecer más papistas que el Papa.
Los sufrimientos de los pueblos no son lo que les importan a los poderosos del Planeta. Las libertades menos aún. Solo se interesan por los beneficios que puedan extraer de sus territorios, a como dé lugar. Desde allí nacen las confabulaciones, que son eso, fábulas concertadas para acabar con las experiencias libertarias y someter cada centímetro de nuestra tierra a sus voluntades. Después, cuando ya nada quede para extraernos, se irán, dejando la tierra arrasada. Y las palabras de los candidatos que no supieron distinguir la realidad de la mentira, solo serán el recuerdo amargo de lo que pudo ser, de haber escuchado a la conciencia antes de cometer el degradante acto de falsificar la verdad, solo para obtener el inválido placer de sumarse a la ola mortal del fin de los sueños de los mejores hombres y mujeres de Nuestra América.

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