lunes, 23 de septiembre de 2019

CAMBIO CLIMÁTICO

Imagen de "ECOticias.com"
Por Roberto Marra
Entre bolsillos flacos y deudas abultadas, entre corridas desesperadas para alcanzar los sueldos que se escapan tan veloces como el viento de las necesidades, entre noticias de los desfalcos financieros globales a costa de los más pobres de los pobres, entre amenazas cotidianas de invasiones violentas y genocidios a cambio de riquezas ajenas en los países señalados por el dedo falaz del imperio, en medio de todo ese “caos organizado” por los poderosos del Mundo, a la población mundial se la adormece con brutalidades periodísticas preparadas para generar sentimientos opuestos a sus intereses, desprecios a sus congéneres y odios inauditos hacia los auténticos defensores de sus derechos.
Las verdades brillan por su ausencia en la agenda diaria, mientras se inoculan las conciencias con teorias preparadas en los “tanques de pensamiento”, verdaderos reductos de los más perversos intelectos, preparados solo para elaborar modos de dominación de las voluntades de millones de desesperados, para asegurarse los apoyos a sus elucubraciones de acumulaciones infinitas de opulencias llenas de sangre, extendiendo los ámbitos de extracción desesperada (y desesperante) de riquezas naturales a todos los continentes.
Ellos mismos, impúdicamente, organizarán conferencias mundiales para tratar los problemas derivados del cambio climático que provocaron antes con sus desarrollos incoherentes con la capacidad resiliente del planeta. Las Naciones Unidas, último bastión de aquel pretendido ordenamiento mundial del siglo pasado, se ocupará del tema con sus acostumbradas burocracias y arcaicas maneras de solucionar lo que de verdad importa. Tan inútil para evitar las matanzas permanentes en guerras que, supuestamente era su principal cometido, así de incompetente aparece para no permitir la continuidad de la destrucción del ambiente, imposibilitado de oponerse a los que de verdad mandan.
El sistema capitalista, en su actual hiper-concentración de poder, ha ido conformando sociedades autómatas que corren detrás de las zanahorias del consumo desesperado de novedades inútiles, pero pretensiosamente elevadoras del “status” social, modo grotesco de parecer lo que no se es, a costa de la propia destrucción moral y la angustia martirizante de los que no llegan jamás a tocar siquiera esos vanos productos de necesidades impuestas.
El control social mediatizado, domina las capacidades del raciocinio imprescindible para comprender la realidad que se oculta detrás de tanta parafernalia vendedora de humos. Esos y otros humos, los visibles, son los tóxicos que están destruyendo la atmósfera que nos protege. Esas mentiras asesinas de las auténticas necesidades humanas horadan el conocimiento, lo hacen añicos, lo pulverizan hasta casi anular las posibilidades de rebelión contra sus malditas “ofertas de dos por uno”.
El cambio climático tiene sus conferencias periódicas, reuniones de representantes de los mismos gobiernos que lo profundizan desenfrenadamente cada minuto. Allí concurren con supuestas “preocupaciones” por el desarrollo de los acontecimientos por ellos desatados, redactan una declaración de buenas intenciones que nunca intentarán cumplir, tratando de salvar sus responsabilidades por los envenenamientos de la naturaleza que expolian para placer de los enajenados que, de verdad, manejan los hilos de esta tortura planetaria, sumando poder adicional al que ya se manifiesta con demasiada evidencia y dolor.
Queda una esperanza, un último espacio desde donde emprender la contraofensiva al tremendo final de la humanidad sometida a este desfalco permanente. Queda la reacción de una juventud que logra resistirse a los embates publicitarios de los vendedores de fantasías tan insustanciales como sus riquezas. Queda la pulsión de la sobrevivencia, latente medio que puede dar vuelta el sentido de la locura consumista de vanidades y oropeles que, a poco de rascarlos, muestran su verdadero orígen, tan oscuro como la noche eterna que nos espera a la vuelta de la esquina del tiempo que se acaba.

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