lunes, 26 de agosto de 2019

LA POLÍTICA DEL FUEGO

Imagen de "LoQueSomos"
Por Roberto Marra
Algunos dicen que se descubrió hace más de un millón y medio de años. Otros especulan con la mitad de esa cifra o menos todavía. Lo cierto es que el fuego resultó ser uno de los más importantes descubrimientos de los humanos de entonces, que les trajo la posibilidad de la luz, el calor y la cocción de sus alimentos. Incluso hay estudios que dicen que cocinar trajo como consecuencia el aumento del tamaño del cerebro, por la mayor cantidad de proteínas que se incorporaban a raiz de la mayor cantidad de alimentos que se podían consumir en comparación con los crudos.
Una cosa es segura, y es que el control del fuego contribuyó al avance tecnológico de la humanidad, aún a costa de los muchos inconvenientes que se derivaron de esa utilización, sobre todo desde la primera revolución industrial en adelante, cuando todo comenzó a requerir del calor como elemento básico para generar la energía cada vez mas necesaria para los inventos humanos destinados a producir bienes de consumo.
La producción agraria no escapó a la utilización del fuego como método de eliminación de vegetación “indeseada” por los productores, de manera de disponer de mayores superficies cultivables. Pero lo que fuera práctica de pequeños tamaños por parte de campesinos de pocos recursos, se convirtió con el tiempo en una praxis de dimensiones extraordinarias, por parte de latifundistas que vieron la posibilidad de elevar sus fortunas, haciéndose de tierras boscosas o selváticas por la fuerza de la depredación y la facilitación del abandono por parte de los Estados.
Esos procesos de apropiación tuvieron (y tienen) etapas donde nada se pierde para los especuladores, que tienen muy pocos pruritos a la hora de aprovecharse de lo que no les pertenece. Arrasar los bosques y las selvas les corresponde a grandes empresas madereras, luego de los cuales llegan los latifundistas y queman lo que queda, para culminar con la siembra de granos que volcarán a la otra especulación, la de los alimentos, la más perversa de todas.
Todos estos procesos se realizan en nombre del “crecimiento económico”, el “desarrollo” y otras falsedades por el estilo. Todo se reduce al aprovechamiento irracional de cuanto espacio natural les sea útil para elevar sus fortunas. Todo se hace para que pocas familias se hayan convertido en dueñas del Planeta, quedando el resto de la humanidad dependiendo de sus oscuras decisiones, las que, invariablemente, resultan letales para la vida humana.
Las guerras son otro modo de la utilización del fuego, despiadado y terminal. Allí, arrasar con la naturaleza poco importa, después de ver como destrozan seres humanos y acaban con todo tipo de vida sin el más minimo rasgo de humanidad. Y resultan ser los mismos que fabrican armas, quienes elaboran los agroquímicos que servirán para posibilitar sus altas producciones agrícolas en esos campos arrasados previamente con fuego y muerte despiadada.
De todo ese “combo” de irracionalidades nacen los incendios de la Amazonía. Por esas bestialidades sin límites aparentes, es que ahora se sufren estas consecuencias destructivas del “pulmón del Planeta”. Y como las casualidades suelen no existir, salvo en las loterías, las responsabilidades se visualizan con claridad para quienes deseen verlas.
Porque las reacciones manifiestan el carácter de los gobiernos, allí lo tenemos a “Bolsa-de-nada” haciendo piruetas entre su bestialismo existencial y los reclamos de los europeos, los cuales no actúan tampoco con sanas intenciones, sino con la clásica manera especulativa de sus históricas formas de apropiación de lo ajeno, preocupados, con seguridad, por el territorio que siempre han tenido en la mira para manejar de acuerdo a sus intereses, cuando llegue la ocasión.
Pero allí está también Evo Morales, actuando como un verdadero gobernante de su Pueblo, poniéndose al frente de las acciones que demandan semejante locura de fuego, decidiendo estrategias en el lugar de los hechos, sumando ayudas inmediatas a quienes se ven afectados en forma directa por las llamas, intentando incluso salvar la vida silvestre con el envío de veterinarios a las zonas desvastadas.
Dos claras maneras de actuar que nos muestran con nitidez de qué lado nos tenemos que ubicar en esta lucha centenaria por el Poder. Dos formas opuestas de determinar lo importante como aquello que suma vida y futuro, frente a lo que resta vida y seguridad para la población y la naturaleza donde se desarrolla. Dos expresiones que debieran hacernos despejar el humo con el que intentan taparnos la realidad desde siempre, para poder así apagar el incendio de nuestras pobrezas, tan necesarias para sus riquezas, tan mortales para la humanidad.

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