martes, 27 de agosto de 2019

DISPUTAR EL PODER

Imagen de "Oveja Negra"
Por Roberto Marra
La cuestión del Poder es todo un tema. Con esta frase, uno podría darse por satisfecho como referencia a esa inasible concepción del dominio de unos sobre otros. Pero con tamaña cortedad, poco es lo que se explica sobre los alcances que tiene esa relación entre los dominadores y los dominados, que es la básica manera en que se expresa esa capacidad de avasallar necesidades e intereses de un sector de la sociedad para consolidar y acrecentar los de otro sector, en general, muy pequeño.
Un problema suplementario es el de la multiplicación exponencial de ese poderío a medida que se extiende a más sectores, por el derrame de sus concepciones sociales, políticas y económicas que se realiza a través de una de las más importantes “patas” donde se asienta ese Poder: los medios de comunicación. Es utilizando esa herramienta cultural, que aseguran el asentimiento de mayorías engañadas con estúpidos pero conceptuales mensajes, que promueven la adhesión a sus designios y la aprobación de cuanta medida adopten sus gobiernos títeres.
Pero (siempre hay uno) existe algo peor que esa manifestación de la habilidad de convencimiento mediático de los poderosos. Existe el miedo, un instrumento muy valioso para encolumnar a los díscolos y los más pensantes miembros de la sociedad. Manejan ese “utensillo” perverso para impedir o retardar reacciones adversas a sus planes, estirando lo más posible los períodos donde pueden ejercer el dominio absoluto sobre la población.
En nuestro País hubo una etapa donde más que miedo, se aplicó el terror homicida de una dictadura que simplificó al extremo la separación entre Pueblo y Poder, negando el derecho a la vida de decenas de miles de compatriotas con el único fin de acabar con una oposición inteligente a los poderosos de siempre que estuvieron detrás del genocidio ejecutado por los militares.
A los tropezones, golpeándose contra la realidad tantas veces como intentó ponerse de pié, el Pueblo rehizo su camino, generando una “democracia” formal que, al menos, le permitió manifestarse de manera visible y alcanzar, por algunos períodos, avances políticos, económicos y sociales de mucha relevancia. La coincidencia, no casual, del desarrollo de similares experiencias en los países de la Patria Grande, acrecentó la esperanza en concretar los viejos sueños de conformar un territorio unificado de desarrollos positivos para las mayorías eternamente postergadas.
Pero ahí es cuando los poderosos demostraron que nunca deben dárselos por muertos. Aprovechando capacidades financieras ilimitadas, apoyo imperial y una cultura generadora de subjetividades individualistas, se adaptaron a las circunstancias, siguieron acumulando fortunas a costa del Estado y promovieron a sus figurones para reemplazar a los auténticos líderes populares, expulsándolos de los gobiernos y sometiendo a la población al retroceso feroz de sus economías y sus capacidades de comprensión de la realidad que vendieron con la canalla mediática.
Nunca se habían ido del todo. Latentes, como las semillas en invierno, germinaron en el terrritorio del odio y el desconcierto, la duda y el miedo, elementos que manejaron con la calidad de los que saben lo que quieren, arrasando derechos e incumpliendo deberes sin temor a la represalia, la que jamás les llegó de verdad en la historia como sanción a sus deleznables vandalismos sociales.
Ahora, cuando todo advierte de un nuevo triunfo popular en ciernes, nuevamente el Poder se abroquela, se prepara para resistir la inevitable andanada de medidas que apacigüen el hambre y la pobreza, intentando sus clásicas maniobras de pinzas para encerrar a los candidatos que parecen destinados a ganar las próximas elecciones. Presionar es la costumbre cotidiana de estos martirizadores de los pueblos, sabedores de las debilidades que enfrentará el próximo gobierno por los desmanes que ellos mismos promovieron con sus payasescos “líderes” de ocasión.
No habrá otro camino que la organización de los que siempre resultan postergados. No se podrá ejercer el gobierno ante estos financistas depredadores, sin la participación protagónica de un Pueblo convencido de terminar con tanta prebenda degradante de sus intereses mayoritarios hacia los especuladores de la pobreza. No puede permitirse que sus manos asesinas de niños desnutridos se posen, otra vez, sobre las decisiones imprescindibles para derribar la presente realidad obscena, donde los que nada o poco tienen subvencionan a quienes los aplastan con mentiras y miseria.
Está en juego el Poder y hay que disputarlo. Sin fáciles consignas ni falsos objetivos, pero con la firmeza de quienes quieren ser dueños de sus destinos. Está en el aire la moneda y hay que asegurar que caiga del lado de la fortuna popular, que se eleve y fortalezca hasta hacerse invencible ante los que se pretenden dueños de todo, para terminar con sus pretensiones y con sus fortunas mal habidas, transfiriendo lo robado a los eternos perdedores, a los sometidos de siempre, a los que nunca pudieron vivir como humanos verdaderos, por imperio del desprecio de los que ahora deberán pagar por sus maldades.

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