jueves, 20 de diciembre de 2018

¿THE FALKLANDS ARE ENGLISH?

Imagen de "Pájaro Rojo"
Por Roberto Marra
La soberanía no tiene demasiada buena prensa por estos tiempos. Es una palabra dejada de lado por los muchos “liberales” de sabidurías modernosas, despreciativos personajes del Poder para quienes la construcción de un sentido nacional es irrelevante y molesta. Estos miserables vendedores de humos financieros, apoderados de los resortes del Estado gracias a la “credulidad” generalizada de una población apasionada por el impuesto odio al “populismo”, han logrado instalar en las conciencias de los inconcientes la inhibición del sentido de Patria.
Fabricados los enemigos internos, puesto en los banquillos de los acusados permanentes, sentenciados por los tribunales mediáticos y apresados por los tribunalicios, ya no necesitaron más que horadar la economía nacional con sus martirizantes planes de empobrecimiento de las mayorías y el enriquecimiento ilimitado de los ganadores de siempre, para establecer un sentido de prescindencia de lo nacional que ha calado muy hondo en los ciudadanos, que no podrán aludir que no fueron prevenidos.
No es nueva esa postura desvalorizante de la nacionalidad. A lo largo de nuestra historia, casi desde su misma concepción, ha sido una perseverante manera de los poderosos oligarcas encaramados en el poder casi absoluto, de establecer una pertenencia al imperio de turno, creyéndose sus socios, pero no siendo más que sus delegados extraterritoriales destinados a favorecer los intereses de los verdaderos dueños del Poder Mundial.
No existe otra afición por parte de esta oligarquía, engrosada ahora por empresarios de apellidos “innobles”, que la acumulación de riquezas y el poder que éstas otorgan. No tienen entre sus objetivos, desarrollo alguno. Nada les interesa del valor agregado en la industria, ni de la investigación científica propia, ni de sostener una educación masiva, ni de elevar la calidad de vida de la población. Nada les importa de las muertes cotidianas por el abandono y la desidia de un Estado convertido en aguantadero de evasores y proxenetas de las finanzas.
El resultado de estas actitudes antipopulares, no puede ser otro que la muerte de la Patria como concepto esencial para la construcción de nuestra nacionalidad. No extraña ahora escuchar a un embajador en el Reino Unido considerar “legítimas” a las “autoridades” de las Islas Malvinas, arrojando la lucha más que centenaria por la mayor de nuestras reivindicaciones, al basurero del olvido de la historia, rindiendo el martirio de nuestros muertos por ese territorio, ante la corona de los invasores.
Vinieron por todo”, suelen repetir algunos inteligentes políticos de la oposición, y tienen razón. Vinieron por nuestros bienes, por nuestros trabajos, por nuestros presentes y por la anulación del futuro. Y llegaron con la intención de quedarse a gerenciar el mandato imperial, asegurar su dominio absoluto y retrotraer a la Argentina a tiempos del olor a bosta del Poder. Nada significa para ellos la “independencia”. No registran entre sus escasas neuronas la existencia de eso que denominamos “soberanía”. No entenderán nunca el valor de la palabra “Pueblo”, estigmatizado sector mayoritario que consideran solo como mano de obra barata para convertir sus millones en trillones.
Sus rastreras condiciones de vendepatrias ofenden hasta a los ofidios. Desprendidos de cualquier pertenencia ni sentido nacional, sobreactúan sus reverencias ante los amos mundiales, se arrastran por las alfombras del Poder con el único fin de establecer una nueva colonia, entregando territorios y riquezas sin pudor, instalando bases militares enajenantes, vendiendo al peor postor lo que tanto sacrificio popular costó.
Estamos en tiempos de resoluciones sin regreso. Es hora de acabar con tanta vergüenza conspiradora contra nuestra nacionalidad. No caben más las dudas para defender la historia que nos parió, abandonada a las decisiones del enemigo por tantos obnubilados por los espejitos de colores del imperio y sus cipayos locales. No pueden aceptarse más las distracciones con ridículos relatos de pasados que nunca fueron y futuros que jamás serán. Ahora es el momento de decidir entre Falklands o Malvinas. Entonces sabremos, por fin, si queremos ser colonia o Patria.

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