miércoles, 19 de diciembre de 2018

LAS DEMOCRACIAS INCONVENIENTES

Imagen de "Question digital"
Por Roberto Marra
Si hay una palabra siempre a flor de labios en políticos de toda laya y nivel, de acá y de más allá, es “democracia”. No hay discurso donde no se la mencione, no hay campaña electoral donde no sea el eje desde el cual se conceptualize la supuesta adscripción del dicente a ese concepto de estructuración de una sociedad en base a su definición original, esa del “gobierno del Pueblo”, muy pocas veces concretado totalmente en la realidad a lo largo de la historia.
Paradójicamente, la palabra democracia es la más utilizada por quienes nunca la aplican, los falsificadores de la historia, los hacedores de retrocesos sociales hasta la negación misma de los más básicos derechos que de la aplicación de su definición pudiera esperarse. Las dictaduras sufridas por los argentinos y cada uno de los pueblos de Nuestra América nacieron todas en nombre y “defensa” de la “democracia”.
El imperio es el principal aparente patrocinador de este sistema, aunque no lo aplique jamás en su real dimensión ni en su propio territorio. Distorsionando la realidad de acuerdo a sus intereses (y de las corporaciones que conforman el auténtico Poder), señala con el dedo acusador a los supuestos antidemócratas de todo el Mundo, sancionando, como gendarme planetario que se pretende, a los gobiernos que se atrevan a rebelarse contra sus injustas y arbitrarias decisiones, intentando caminar otra senda que las de sus pretendidas imposiciones.
El ocultamiento de la realidad funciona a la perfección, con la complicidad no solo de sus prolíficos medios de comunicación, sino incluso de quienes se manifiestan como auténticos demócratas, aquellos políticos presuntos defensores de derechos humanos, que aceptan mansamente las definiciones del imperio sobre los gobiernos que les molestan para sus planes de dominación absoluta. Con ese combo de opiniones difundidas hasta el paroxismo, generan dudas, oposiciones y levantamientos, siempre bien condimentados con los millones de dólares abastecidos por organizaciones que encubren sus orígenes imperiales con la “mágica” palabra “democracia”.
Cada uno de nuestros países ha tenido y tiene esta experiencia letal. Todos hemos padecido y padecemos las enjundiosas diatribas contra cada gobieno que se planta ante los poderosos. No hay novedad alguna, salvo en los métodos y sus sofisticaciones, sostenidas por el apabullante dominio de los avances tecnológicos, un oscuro arsenal de espionaje permanente de los ilusos ciudadanos de la periferia imperial.
La estigmatización funciona a la perfección, encontrando en la ignorancia y la brutalidad sembrada por décadas en nuestros territorios mentales, a sus principales aliados. Se habla con ligereza, por ejemplo, de una Cuba antidemocrática, ocultando su sistema electoral donde la participación es total, donde la discusión es auténtica, donde los elegidos no viven de sus cargos sino de sus trabajos, donde la generación de una nueva Constitución es analizada por millones de ciudadanos, que modifican sus artículos con absoluta libertad, donde sus representantes cumplen con los mandatos que les da su Pueblo, auténtico dueño de la Revolución que martirizan desde hace sesenta años, bloqueando su desarrollo para impedir su emulación.
Gritan sus odios ideológicos los cipayos, insultando la razón de los pensantes, para enterrar la experiencia venezolana con más bloqueos insensatos y criminales. Gastan ríos de tinta sanguinolenta para barrer del mapa la creación de un líder que apostó a un nuevo tiempo que no pudo más que darle inicio, asesinado por los eternos verdugos de nuestros pueblos. Tergiversan y manosean la realidad, hasta envolver la verdad con una masa informe de palabrerías falsas elaboradas por los creídos amos intelectuales de la “moral democrática” mundial.
Vienen ahora por Bolivia, atacan al indio que se atrevió a desarmar la indignidad de un virreinato yanqui con la voluntad y la inteligencia que no le creyeron posible por su orígen étnico que, plantado en su Pachamama y sus convicciones milenarias, ha llevado a esa Nación a una transformación impensada, con un crecimiento material y desarrollo humano que envidian sus poderosos enemigos. Son la xenofóbica Europa y el decadente imperio quienes “retan” a Evo y su gobierno, pretendiendo decidir su discontinuidad para acabar con esta experiencia imprescindible.
Eso es lo que persiguen. Un remedo maloliente de los originales conceptos libertarios es el que necesitan para asegurar la continuidad de sus primacías y sus obscenidades financieras, fabricando una caparazón inmoral que no deje penetrar a los pueblos al dominio de sus destinos, a la región unitaria donde construir la independencia, la soberanía y la justicia social. Y, con ellas, la auténtica democracia.

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