lunes, 26 de noviembre de 2018

BACHEOS EFÍMEROS

Imagen de "Vía Rosario"
Por Roberto Marra
Como en cada período previo a un año electoral, comienzan los escarceos definitorios de posibles alianzas y los devaneos de quienes se consideran mejor posicionados ante la ciudadanía para obtener su “favor” en las urnas. Pero también dan inicio las tareas postergadas durante el resto de sus mandatos por parte de los actuales gobernantes, con la ambición de mostrar acción y disposición de sus gestiones a solucionar lo que no pudieron, no supieron o no quisieron concretar antes, especulando con ese recuerdo corto de la población respecto a lo que se ve de una gestión, que hace de los últimos actos lo que vale para emitir su veredicto en el cuarto oscuro.
La ciudad de Rosario no escapa a estas especulaciones, por lo que la actual gestión política ha dado comienzo a un trabajo de bacheo en las calles deterioradas. Nada malo existe en ello, salvo el oportunismo y las razones que hacen necesarias esas tareas. Las autoridades los llaman “naturales” deterioros a las degradaciones de las capas asfálticas en las calles, pero no deja de sorprender la rapidez casi metódica de semejantes “necesidades”.
Con la naturaleza y sus manifestaciones meteorológicas como disculpas, emprenden otra vez el repetido ciclo de licitaciones que dan como resultado (tal vez por casualidad) siempre a las mismas empresas como ganadoras y ejecutoras de aquello que tan rápidamente se destruyó y ahora hay que reparar. Cualquiera que recorra esta urbe con regularidad, verá que los bacheos o reparaciones integrales de sus asfaltos no tienen duraciones mayores a los seis meses o un año (a lo sumo) en buenas condiciones. Suficiente razón para preguntarse por la calidad de los trabajos y los materiales utilizados, poniendo en duda los beneficios presupuestarios que pueda acarrear tanta buena predisposición a tapar agujeros por parte del municipio.
Existen ejemplos de capas asfálticas con décadas de vida, donde solo se han producido pequeños baches a lo largo del tiempo transcurrido que, no se sabe por qué “rara casualidad”, son los únicos sectores que vuelven a romperse con rapidez luego de los “arreglos” licitados. La evidencia de la falta de calidad o la desidia no precisa de altos conocimientos técnicos, pero sí, como mínimo, de intencionalidades desprendidas de cavilaciones electoralistas. Podría ser peor aún, con la existencia de otros “arreglos”, destinados a tapar otro tipo de “agujeros” en algunos bolsillos de necesidades más grandes que sus honestas capacidades.
Voluntario o involuntario, el manejo de estas reparaciones se torna demasiado oneroso para los habitantes. Pero, por ese particular desprecio por la realidad y privilegio de lo efímero y lo ficticio, todo pasa a convertirse en una mera impresión visual de la “acción municipal”, convenciendo de actitudes generosas de los gobernantes, cuando solo se trata de decisiones mal resueltas y peor ejecutadas, fruto indudable de actos propagandísticos antes que de cobertura de prioridades desatendidas con el imprescindible control de calidad que merecen.
Tapar agujeros ya se ha convertido casi en un deporte nacional. Agujeros económicos, provocados por el empobrecimiento generalizado, la miserabilización de millones de personas y la pertinaz destrucción del trabajo y la producción. Mientras tanto, insistiendo con viejas fórmulas del convencimiento marketinero, algunos (muy trillados) protagonistas de los actos electorales rosarinos, continúan con sus repetitivos actos de demagogia encubierta con el asfalto caliente de los bacheos mentales a los ciudadanos que, demasiado ocupados en sobrevivir, dejan pasar, por enésima vez, la maquinaria politiquera emparchadora de sus agujereados destinos.

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