sábado, 12 de octubre de 2013

LAS RATAS EN LA FUENTE O LA PARÁBOLA DE PEDRO Y EL BOBO

Imagen es.wikipedia.org
Por Jorge Dorio*

Una genealogía del periodismo amarillista local que va desde el 17 de octubre de 1945 hasta la reciente operación de la presidenta Cristin Fernández de Kirchner que permite ver los mecanismos y lógicas de cierto sector de los medios de comunicación para instalar mentiras y rumores como verdades.
A poco de cumplirse tres décadas de la recuperación democrática, un sector del periodismo nacional se sumergió en un verdadero aquelarre de trapisondas informativas concentradas en el incidente de salud vivido por la Presidenta de la Nación. La grosería de las suspicacias iniciales, los diagnósticos sin sustento y las especulaciones destituyentes asociadas a fantasías seudo médicas sin asidero fueron moneda corriente en los últimos días. Desarticuladas cada una de esas infamias por la mera confrontación con lo real, los papelones acumulados en unas cuantas horas no parecen haber detenido el entusiasmo de las cloacas desinformantes.

Pero antes de abordar los últimos bolazos torpemente disfrazados de primicias, vale la pena intentar una rauda genealogía del amarillismo panfletario argentino.

Cada vez que se acerca un 17 de octubre es inevitable recordar la emblemática imagen de los peregrinos fundantes del peronismo calmando su fatiga en la Plaza de Mayo.

En aquellos días, los medios de comunicación tradicionales ya estaban empeñados en la cruzada de interpretar la realidad haciendo una lectura sesgada y capciosa de los hechos más relevantes. Las directrices de las potencias hegemónicas encajaban perfectamente con su defensa de los intereses de las clases dominantes. Y esos medios, a través de sus consagradas firmas, eran también los dueños y los árbitros de toda expresión que pudiera definirse como cultura.

Bien podría decirse que el ejercicio pleno de la mentira no les era necesario para seguir ejerciendo su rol de escribanos de ese mundo que, en gran medida, bailaba al compás de títulos, notas y alguna que otra profecía.

Aún así, en aquella jornada de octubre y 1945, resultó claro que la inconmovible solidez de esa estructura no alcanzaba para frenar una marea humana que, ignorada por editoriales, críticas y fotos, no tenía más remedio que vivir su vida sin otro espejo que lo real y palpable que le planteara cada amanecer. La lealtad que impulsó el 17 de octubre le pasó por encima a las vallas de la desinformación y continuó su marcha de gigante para cambiar democráticamente el rumbo de la historia con el triunfo del 24 de febrero de 1946.

Pero menos de diez años después, con el derrocamiento de Perón, esas voces recuperaron su rol protagónico para narrar las viñetas sucesivas que, con el tiempo, se llamarían Historia.

Desde aquellas jornadas épicas inauguradas en el paisaje de las patas en la fuente y clausuradas a sangre y fuego en el 55, los medios de la antigua cruzada se fueron fusionando con las estructuras empresariales de las clases dominantes acrecentando su poder e influencia.

Pero la mayor conquista de esos núcleos devenidos corporaciones fue la de haber naturalizado su palabra como una expresión incuestionable de la realidad. La mascarada de un periodismo independiente u objetivo los dotó de una impunidad tan arraigada en segmentos mayoritarios de la opinión pública que, al verse nuevamente amenazados por la no sumisión de un gobierno, abandonaron todo resto de pudor y moderación. Es en esa ceguera enfervorizada donde aparece de modo flagrante una expresión de lo que los griegos llamaban hybris y que el inverecundo doctor Castro (¿por malicia? ¿por ignorancia? ¿por desprecio de la erudición ajena?) insiste en vender como una categoría vinculada a la salud.

Desde ese desenfreno surgió la andanada miserable de epítetos y falsas inducciones con que se quiso degradar la figura del vicepresidente Amado Boudou. Y una vez lanzada la campaña se hizo circular una fantasía destituyente que pretendió ignorar las normas básicas de la Constitución – en lo que a jerarquías sucesorias se refiere – y desconocer el texto que en otras ocasiones los voceros del odio han defendido con tanto énfasis.

Simultáneamente, la burda operación de lanzar un rumor descabellado, esperar que los aliados (pero también los incautos y los burros) el primer mundo lo recojan y recuperarlo como ejemplo de la forma en que el mundo ve los acontecimientos locales, ha sido otra de las infamias desembozadas que han proliferado en torno de la salud presidencial.

Entre los últimos fuegos de artificio del impresentable club de bufones que le dan sus nombres a los medios hegemónicos, han aparecido otras ficciones que dicen tener su sustento en fuentes afincadas en el círculo más cercano a la Presidenta. Se menta así un supuesto entorno del que surgen las especulaciones más recientes.

No deja de llamar la atención que los poseedores de esa fuente tan estratégicamente instalada, no le haya comunicado a estos muchachos el accidente originario de esta historia, el diagnóstico primigenio y la ulterior evolución que desembocó en la internación de la Jefa de Estado.

Teniendo acceso a tan privilegiada “garganta profunda” sorprende la desorientada catarata de versiones erróneas que viene enriqueciendo el historial periodístico de esta legión.

Es posible que aún estén a tiempo de tomar en cuenta la enseñanza de la fábula sobre el pastorcito mentiroso y no insistan en suplantar la nobleza de un reconocimiento del error por ese empecinamiento que define su ya conocida fe de ratas. 
*Publicado por Telam

No hay comentarios:

Publicar un comentario