martes, 22 de enero de 2013

EL MERCADO LIBERADO

Foto veintitres.infonews.com
Por Soledad Guarnaccia*

Asumir que el narcotráfico es la causa exclusiva de los episodios de violencia en los barrios populares de Rosario omite cuestionar un modelo de desarrollo urbano basado en el ideario neoliberal.
El último episodio de violencia en Rosario, en que resultaron heridos tres militantes del Movimiento Evita, ha sido interpretado como el signo inequívoco de la presencia de redes de narcotráfico en los barrios y asentamientos populares de la ciudad más importante de Santa Fe y de su capacidad para controlar esos territorios. 

Así aparece la noticia en muchos medios de comunicación; y así lo conciben las autoridades políticas locales, quienes además inscriben el problema en el ámbito de la seguridad nacional, bajo el argumento de que el narcotráfico es un delito federal.

Sin embargo, asumir que las bandas ligadas al narcotráfico pueden dar cuenta de principio a fin de estos episodios de violencia supone una lectura política problemática de la situación, ya que de este modo se omite cuestionar las modalidades específicas de reproducción de las relaciones sociales y económicas que hacen posible la presencia de estas bandas.

Estas modalidades, de índole “estructural”, son decisivas para la comprensión del funcionamiento del narcotráfico. Como muestra Juan Cruz Vásquez en La sombra del narcotráfico (Capital Intelectual, 2011), se trata de una actividad económica ilegal que articula instancias sociales muy diversas cuya particularidad radica en su poder de "camuflaje" en los escenarios donde opera. De modo que el narcotráfico no puede pensarse como un agente externo que repentinamente consigue apoderarse de un territorio pacífico.

Las autoridades políticas locales tienden, sin embargo, a racionalizar las cosas de otra manera. En el Plan Urbano Rosario 2007-2017, luego de destacar el crecimiento de la ciudad se indica que persisten aún problemas relativos a situaciones de extrema pobreza. ¿Por qué motivos? Según el Plan, por el arribo a la ciudad de migrantes de zonas altamente marginadas del país. La lógica es tan impecable como cuestionable: en la “ciudad futura”, si hay pobres es en razón de los migrantes, si hay violencia, es en razón de los narcotraficantes. El “mal” siempre proviene de “afuera”.

Pero sobran motivos para pensar de otra manera. Hay numerosos indicios de que no son las bandas ligadas al narcotráfico las que controlan los territorios periféricos en Rosario, sino que es la policía local, lo que supone repensar las causas de esa violencia y el vínculo entre prácticas legales e ilegales.

Además, el plan de desarrollo estratégico de la ciudad supone un modelo de crecimiento que profundiza las desigualdades sociales. Mientras se incentivan grandes inversiones en zonas que el mercado inmobiliario considerada "viables", se expulsa a las periferias a los ciudadanos que no pueden participar del convite. Rosario cuenta con alrededor de noventa "asentamientos irregulares", en una superficie de casi 400 hectáreas, que albergan a más de veinticinco mil hogares.

Esta problemática también alcanza a las clases medias que se ven desplazadas por el incremento del valor de la propiedad en las zonas "modernizadas". Como en otras ciudades del país, en Rosario hay enormes dificultades para acceder a la vivienda, existiendo asimismo un buen número de viviendas deshabitadas.

En este sentido, en el citado Plan Urbano Rosario 2007-2017 se detalla una importante cantidad de obras e intervenciones realizadas en torno a la "puesta en valor" del espacio público. La mayoría de estas obras, provenientes de la renta agropecuaria, se organizan en torno a la recuperación de la emblemática costanera, parques, museos, bares por doquier, centros comerciales, casinos y hoteles. Su justificación se expresa en estos términos: "Después de muchos años de cierto letargo hoy se evidencia una presencia y entusiasmo en la participación privada. Se incorpora además en forma inédita al mercado local la asistencia de operadores nacionales e internacionales de gran escala. Se construyeron en los últimos años dos grandes centros comerciales, se inauguraron obras de gran impacto como el Complejo del Casino y hoteles de jerarquía y se están iniciando proyectos significativos de construcción de vivienda, orientados a diferentes sectores sociales."

Bajo este modelo, el mercado tiene la iniciativa y el Estado es su promotor más o menos eficiente. De eso se trata el neoliberalismo, que en realidad nunca promovió la “ausencia del Estado” sino la reorientación del tipo de intervenciones que debía asumir en tanto vicario del capital.

En consecuencia, interpretar que el narcotráfico es la causa de los recientes episodios de violencia supone postergar discusiones políticas centrales, que tienen que ver con las formas de concebir el vínculo entre el Estado y sociedad civil, sobre todo cuando a esta última se la vincula con el mercado.

Las distintas organizaciones sociales del territorio han tenido una lectura mucho más profunda de la violencia al inscribir al  narcotráfico no como la razón última y única de la inseguridad, sino como uno de los rostros visibles de un modelo basado en la desigualdad social. En particular, la organización Giros ha señalado que la identificación de las periferias de Rosario con el narcotráfico no produce sino una nueva forma de estigmatización de los sectores populares, tendiente invisibilizar el trabajo político y social que se realiza en el territorio. Sólo de un trabajo así, que demanda otro tipo de acompañamiento y compromiso estatal, puede surgir la verdadera “ciudad futura”.

*Publicado por Telam

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