miércoles, 21 de agosto de 2019

EL IMPERIO... DE LA MUERTE

Imagen de "Hispan.tv"
Por Roberto Marra
Hace mucho tiempo, demasiado ya, que las decisiones que tomamos, las opiniones que generamos, los análisis que pergeñamos, están manchados por las certezas que nos instalan en nuestros pensamientos quienes conducen a la humanidad hacia donde sus intereses les señalan. Allí mismo somos arrastrados, víctimas de la fuerza de los métodos de comunicación con los cuales nos informan, pero también nos educan desde que empezamos a adquirir capacidad para razonar. Y desde antes también.
Los poderosos dueños de nuestras voluntades, han logrado penetrar mucho más allá que la consciencia, instalando en la profundidad de la subconsciencia, hábitos que reflejan como espasmos lo que ellos determinan que se debe pensar, hacer o decir. Son mandatos inducidos que involucran convencimientos sobre lo que no conocemos, convicciones sobre lo que no comprendemos, seguridad sobre lo que jamás pudimos comprobar.
Así es que repetimos como loros los conceptos que nos inculcan, dictaminamos en base a prejuicios instalados como leyes, enjuiciamos sin más pruebas que los pareceres de quienes acusan, conformando un entramado de creencias sobre algo que no existe ni nunca existió, pero que sostenemos con la pasión que genera el poderoso sentimiento de cercanía a un Poder que jamás compartirá su omnímodo y perverso mundo de privilegios.
Nos aseguran que las guerras que promueven son para salvarnos de los fantasmas que ellos crean. Por allí deambulan sus “caballitos de batalla”, utilizando cualquier “ismo” que en cada región del Planeta pueda afectar sus oscuros intereses. Por esas calles nos conducen a la ignorancia, ese “placentero” lugar donde pareciera nunca suceder otra cosa que lo que muestran las pantallas de televisión. Por ese sucio camino vamos hacia la brutalidad de la inconsciencia sobre la realidad que explota frente a nosotros, que nos lastima con sus esquirlas de verdades, pero que negamos para dar rienda suelta a la felicidad de la mentira programada desde los campos cibernéticos que ahora usan para someternos con mayor facilidad.
Logran objetivos inconcebibles, para quienes todavía permanecemos arraigados a nuestras propias convicciones. Manejan a voluntad a millones de personas dispuestas a sentenciar a otras tantas para satisfacer la ansiedad de los poderosos que dominan sus cerebros. Empujan a pueblos enteros a guerras fraticidas, a violaciones de los derechos más elementales, a la muerte cotidiana por la miseria y el hambre. Fuerzan migraciones en masa hacia los supuestos paraísos de su espurio “primer mundo”, para luego detenerlos casi a las puertas de esa falsa salvación, o hacerlos morir en el intento en travesías imposibles de mares convertidos en cementerios.
Cuando ya han extraído todo lo que deseaban, cuando han dejado yermas la tierra y las conciencias, cuando se han cansado de matar en nombre de la democracia y la libertad que nunca permiten, se retiran satisfechos a gozar de sus ganancias, dejando tras de ellos solo muerte y desolación, pobreza y desesperación. Se van a buscar otros destinos donde elaborar nuevos conflictos que les permitan fabricar sus armas, sus aviones y sus barcos, con el único objetivo de acabar con la humanidad, solo por puro placer.
Ahora están a las puertas de nuestra Patria Grande, listos para atropellar un pedazo de nuestro territorio suramericano, castigado desde siempre por ese imperio decadente que se resiste a ver la realidad de sus días contados. Con las mismas herramientas han envuelto a la mayoría de los habitantes de la Región con la obscena mentira sobre supuestas “dictaduras”, paradójicamente elegidas por sus pueblos con mayorías aplastantes. Con las mismas botas sanguinolentas intentan pisar la dignidad de quienes todavía se sostienen como bastiones de lo que fueran esos años felices del renacer de gobiernos parecidos a sus pueblos.
Dormidas por las falsas pasiones inventadas para la fácil distracción, las masas de “gozosos” oprimidos repiten, una vez más, las bestiales consignas de los poderosos. Señalan sin saber, se tapan los ojos para no ver lo que surge de las entrañas mismas de la historia que nos mintieron siempre. Sentencian a la muerte a millones de compatriotas, con tal de defender los supuestos “status” que les serán arrebatados cuando el imperio ya no los necesite. Y harán trizas la esperanza de dar fin a los sueños mil veces transferidos al futuro, para acabar en el abismo de la crueldad de los peores, de los malditos emisarios de la muerte.

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