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Por
Roberto Marra
Algunos
dicen que se descubrió hace más de un millón y medio de años.
Otros especulan con la mitad de esa cifra o menos todavía. Lo cierto
es que el fuego resultó ser uno de los más importantes
descubrimientos de los humanos de entonces, que les trajo la
posibilidad de la luz, el calor y la cocción de sus alimentos.
Incluso hay estudios que dicen que cocinar trajo como consecuencia el
aumento del tamaño del cerebro, por la mayor cantidad de proteínas
que se incorporaban a raiz de la mayor cantidad de alimentos que se
podían consumir en comparación con los crudos.
La
producción agraria no escapó a la utilización del fuego como
método de eliminación de vegetación “indeseada” por los
productores, de manera de disponer de mayores superficies
cultivables. Pero lo que fuera práctica de pequeños tamaños por
parte de campesinos de pocos recursos, se convirtió con el tiempo en
una praxis de dimensiones extraordinarias, por parte de latifundistas
que vieron la posibilidad de elevar sus fortunas, haciéndose de
tierras boscosas o selváticas por la fuerza de la depredación y la
facilitación del abandono por parte de los Estados.
Esos
procesos de apropiación tuvieron (y tienen) etapas donde nada se
pierde para los especuladores, que tienen muy pocos pruritos a la
hora de aprovecharse de lo que no les pertenece. Arrasar los bosques
y las selvas les corresponde a grandes empresas madereras, luego de
los cuales llegan los latifundistas y queman lo que queda, para
culminar con la siembra de granos que volcarán a la otra
especulación, la de los alimentos, la más perversa de todas.
Todos
estos procesos se realizan en nombre del “crecimiento económico”,
el “desarrollo” y otras falsedades por el estilo. Todo se reduce
al aprovechamiento irracional de cuanto espacio natural les sea útil
para elevar sus fortunas. Todo se hace para que pocas familias se
hayan convertido en dueñas del Planeta, quedando el resto de la
humanidad dependiendo de sus oscuras decisiones, las que,
invariablemente, resultan letales para la vida humana.
Las
guerras son otro modo de la utilización del fuego, despiadado y
terminal. Allí, arrasar con la naturaleza poco importa, después de
ver como destrozan seres humanos y acaban con todo tipo de vida sin
el más minimo rasgo de humanidad. Y resultan ser los mismos que
fabrican armas, quienes elaboran los agroquímicos que servirán para
posibilitar sus altas producciones agrícolas en esos campos
arrasados previamente con fuego y muerte despiadada.
De
todo ese “combo” de irracionalidades nacen los incendios de la
Amazonía. Por esas bestialidades sin límites aparentes, es que
ahora se sufren estas consecuencias destructivas del “pulmón del
Planeta”. Y como las casualidades suelen no existir, salvo en las
loterías, las responsabilidades se visualizan con claridad para
quienes deseen verlas.
Porque
las reacciones manifiestan el carácter de los gobiernos, allí lo
tenemos a “Bolsa-de-nada” haciendo piruetas entre su bestialismo
existencial y los reclamos de los europeos, los cuales no actúan
tampoco con sanas intenciones, sino con la clásica manera
especulativa de sus históricas formas de apropiación de lo ajeno,
preocupados, con seguridad, por el territorio que siempre han tenido
en la mira para manejar de acuerdo a sus intereses, cuando llegue la
ocasión.
Pero
allí está también Evo Morales, actuando como un verdadero
gobernante de su Pueblo, poniéndose al frente de las acciones que
demandan semejante locura de fuego, decidiendo estrategias en el
lugar de los hechos, sumando ayudas inmediatas a quienes se ven
afectados en forma directa por las llamas, intentando incluso salvar
la vida silvestre con el envío de veterinarios a las zonas
desvastadas.
Dos
claras maneras de actuar que nos muestran con nitidez de qué lado
nos tenemos que ubicar en esta lucha centenaria por el Poder. Dos
formas opuestas de determinar lo importante como aquello que suma
vida y futuro, frente a lo que resta vida y seguridad para la
población y la naturaleza donde se desarrolla. Dos expresiones que
debieran hacernos despejar el humo con el que intentan taparnos la
realidad desde siempre, para poder así apagar el incendio de
nuestras pobrezas, tan necesarias para sus riquezas, tan mortales
para la humanidad.
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