viernes, 2 de agosto de 2019

EL FINAL DE LA TIMBA

Imagen de "Red Eco Alternativa"
Por Roberto Marra
Todos los días las primeras planas de diarios y canales de televisión le dan prioridad absoluta a los vaivenes del dólar, del “riesgo País”, de la inflación, de los valores de los intereses que pagan por las famosas Leliq, de los valores de las acciones bursátiles. Después, a lo largo de la jornada, supuestos entendidos en la materia intentarán hacernos comprender cada cifra de acuerdo a los intereses que defiendan, la mayoría de los casos, congruentes con el Poder que los sustenta.
Millones de lectores y televidentes se han acostumbrado a tomar todas esas referencias financieras como la base para sus decisiones económicas, dándolas por irrefutables, al haber tomado a los que las comunican como verdaderos “gurues” que todo lo saben. Influenciados por semejantes personajes, en la generalidad de los casos, verdaderos estafadores e inmorales reproductores de lo que los poderosos les dictan metódicamente para conducir agua (en realidad, dólares) para sus molinos, caen en esa especie de “virosis” intelectual que los convierte en voceros gratuitos de esos mensajes sesgados, que solo buscan sostener la estructura social que permita la reproducción de las fortunas de los que ya tienen demasiada.

Con ese simple mecanismo, el Poder se asegura conducir a la sociedad hacia falsas esperanzas o hacia temores paralizantes, según lo que les convenga en cada caso, que actúen de barreras para impedir los cambios que no desean permitir, las variaciones económicas que les impedirían continuar con semejantes estafas a una población dominada y atribulada a la vez.
Que los sectores sociales que poseen capacidad económica, aunque minima, pero capacidad al fin, para sostenerse con alguna solvencia, adhieran a esos torcidos mensajes economicistas que guían sus decisiones, resulta lógico, dada esa permanente actitud reproductora de los sentidos propios de la oligarquía a la que envidian e intentan emular. Pero que aquellos que poco o casi nada tienen, que han caído en la pobreza, también se dejen llevar por esos cantos de sirena financieros, resulta patético y particularmente peligroso.
Sin embargo, hasta esa capacidad han tenido estos verdaderos timadores, auténticos corruptores de conciencias y vaciadores de bolsillos ajenos, apoderados como están desde hace tiempo de la mayoría de los medios de comunicación. Con ese arma, mortal para el libre uso de la razón, han logrado establecer conductas negadoras de sus condiciones a los pobres, estigmatizadoras de sus benefactores en otros tiempos, convirtiéndolos en culposos desagradecidos de quienes les dieron la oportunidad de elevar sus vidas al rango de la dignidad que no conocían hasta entonces.
Lejos de todo ese andamiaje economicista y perverso, otros millones pasean sus miserias entre las miradas esquivas de los atrapados en las telarañas del dólar, la inflación o el riesgo País. Transitan el mismo camino, rumbo al mismo destino, pero ya convertidos en lo que serán los que ahora los miran con aires de superioridad que no pueden sostener con razonamiento alguno. Habitan los mismos espacios donde los demás corren desesperados para alcanzar las “zanahorias” que cada vez les muestran más lejos los vendedores de humos financieros.
A pesar de tanta miserabilidad, de tanta oscuridad economicista, de semejante catarata de palabras huecas, la sociedad parece estar despertando, abriendo la puerta a otras voces, las olvidadas, las degradadas, las expulsadas de sus conciencias atrapadas por esa red de mendacidades que les torció el destino y les condujo hasta el peor de los infiernos.
Quedan ahora pocos pasos para alcanzar el picaporte de esa puerta que nos permita sentir que los errores pueden ser corregidos, que los horrores pueden ser sancionados, que los odios pueden ser revertidos. Para que la dignidad se convierta, otra vez, en el derecho que nunca se debió perder en esa timba financiera, que pretendió ser la tumba de los viejos sueños de una sociedad justa y solidaria.

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