jueves, 29 de agosto de 2019

LA DIGNIDAD BOLIVIANA

Imagen de "Reporte Indigo"
Por Roberto Marra
Los países del G7 (Grupo de los siete más poderosos del Planeta) reúnen, según cálculos del Banco Mundial, el cincuenta por ciento del PBI del Mundo, unos 43.000 billones de dólares. Ahora, en momentos que la Amazonía arde por efectos de la bestialidad economicista de los que se creen dueños de semejante reservorio planetario de agua y oxígeno, parecen haber descubierto la ecología. Lejos de aceptarse que esto pudiera ser verdad, el caso es que han comenzado a preocuparse, no por lo que significa para la vida humana, sino como eventual pérdida del futuro territorio de negocios por parte de esos “encumbrados” países.
Por increíble que parezca en virtud de su inmenso PBI, han decidido ofrecer, como único acto de “solidaridad”, la suma de ¡20 millones de dólares! La limosna ha sido dispuesta en esa especie de teatralización de la realidad geopolítica que los junta cada cierto tiempo para resolver cómo seguir esquilmando al resto de las naciones, las cuales, según los criterios esgrimidos por sus integrantes, debieran aceptar “sin chistar” las determinaciones que allí se tomen.
Esa cifra ridícula que pretenden otorgar es la muestra más clara de sus intenciones. Es la cabal expresión de sus miserables sentidos de superioridad, que solo se concreta por efecto de sus centenarias depredaciones planetarias, siempre bajo el imperio de la fuerza coercitiva, con las balas y la bombas que martirizan a los pueblos o con las prebendas corruptoras de funcionarios inescrupulosos de los países dominados.
Veinte millones es el pago obsceno con el que intentan cubrir sus vergüenzas. Es la medida de sus morales desvencijadas. Es la “muestra gratis” de un remedio que nunca nos darán. Es el poderío manifestado en forma burlona hacia los gobiernos y los pueblos que consideran “menores”. Es la clara visión de sus oscuridades diabólicas, la exposición descarnada de sus desprecios y el cénit de sus agravios.
Solo, con la nobleza de los grandes y la enjundia de los sabios, el gobierno de Bolivia está enfrentando esta tragedia ambiental y económica con la fuerza de sus ideas claras, jugándose por lo que importa y cuando debe hacerse, dejando de lado miserias electoralistas y cubriendo las necesidades de quien guía sus actos: el Pueblo boliviano.
Lo hace no solo con voluntad, sino con inteligencia. Demuestra (si es que era necesario) que los hombres y mujeres no tienen “razas” diferentes, sino dignidades distintas. Lo ejecuta con la habilidad y la planificación dirigida directamente por el propio Morales y el mismo García Linera al frente de cada operación. No realizan “pasos de comedia” como los euro-centrípetas, sino que exponen sus capacidades dirigenciales ante su Nación, prestando el servicio por el que juraron.
En medio de semejante tragedia de fuego, deslumbran sus actos sin falsas impostaciones, mostrando sentido común, alentando a los habitantes con sus ejemplos, señalando el camino de las soluciones o los apaciguamientos. No se trata de ensalzar lo que son sus deberes de funcionarios, sino de destacar las diferencias con sus colegas cercanos y lejanos, una muestra de cordura al servicio de lo justo y solidario que debieran tener cada uno de los gobernantes.
Frente a tanta claridad, se refleja el oscuro personaje brasileño de historietas de terror. O el pérfido contrabandista de ilusiones macristas en Argentina. Se empequeñecen las alturas de los creídos gigantes mundiales de las finanzas, aplastados por la realidad de una minúscula economía latinoamericana. Desaparecen los “humos” de un imperio que se desvive por tomar bajo sus riendas a esta tierra liberada de sus órdenes. Y crece la esperanza de multiplicar la dignidad de estos grandes líderes por toda Nuestra América, con el único fuego que nunca más se debiera apagar: la soberanía.

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