miércoles, 28 de agosto de 2019

MERCANCÍA ELECTORAL

Imagen de "Pájaro Rojo"
Por Roberto Marra
La historia electoral en la Argentina se remonta al siglo XIX, cuando después de sancionada la Constitución de 1853, se tuvo que adoptar un sistema electoral que en ella no se había hecho. La Ley 140 de 1857 estableció el voto masculino y cantado, es decir sin ningún tipo de boleta impresa. Además, quien votaba lo hacía por una lista completa, por lo que quien ganara se apoderaba, prácticamente, de todos los cargos, dejando sin nada a los opositores.
La cuestión era que, al ser el voto realizado a viva voz, quien participara y no fuera parte de la oligarquía que todo lo dominaba, se veía compelido a votar por lo que le ordenaba el caudillo de su zona, so pena de perder su trabajo y hasta su libertad o su propia vida, si no lo hacía así. Todo valía por esas épocas, donde los poderosos de siempre sumaban votos con libretas de personas fallecidas, falsificaban los padrones, quemaban urnas cuando no les convenía los resultados que habían en ellas y pagaban para que votaran por los candidatos que ellos decidían que “debían” ganar.
Esa era la forma en que la oligarquía actuaba, con el desparpajo que le posibilitaba su poder casi omnímodo sobre las personas que trabajaban para ellos. El País era, para estos “señores”, no más que el conjunto de sus estancias, inmensas extensiones de tierras donde la “ley” la dictaban los patrones, y sus peones solo debían obedecer. Y el voto no podía ser ajeno a esas excecrables relaciones de dominación.
Más de cien años después, los herederos de aquellos “patroncitos” vuelven a la misma senda del desprecio a las reglas establecidas, regresan al viejo sistema prebendario con sus peones y empleados, intentan corromper más todavía la frágil democracia que todavía aguanta los embates de tanto desprecio hacia lo popular, tanta desvergüenza antirepublicana, tan soberbia concepción de sus poderes. Retoman el viejo camino de la compra de votos, en forma descarada y sin pruritos, a sabiendas que los asisten los viejos miedos a un Poder que nunca abandonó del todo los sitiales donde se decide lo que importa.
Así lo han dispuesto algunos patrones de estancias de Tucumán, tratando de impedir la caída de “su” gobierno nacional, insultando la dignidad de sus peones, asumiendo sus condiciones de vasallaje sobre ellos, ignorando cualquier regla que, lo saben, a ellos nunca los afecta del todo. Nada parece haber cambiado en cien años, nada se ha modificado en esta “raza” de engreídos, siempre con sus insultos a flor de labios contra los gobiernos “populistas”, aún a pesar que durante esas gestiones siguieron acumulando fortunas indecibles (y evadidas).
Ahí andan ahora, prometiendo “premios” si gana el cómplice instalado en la Rosada, asegurando que lo hacen para defender la Nación de los embates del “peligroso populismo”, como remedo de aquel método establecido en otros de los períodos donde sus dominios eran absolutos, el “fraude patriótico”, tratando de impedir la ya obvia avalancha de votos que los empujará al costado de las decisiones, aunque nunca lo suficiente.
Sucios integrantes de una clase que se resiste a perder un centavo de sus ya obscenas ganancias, empujan a sus dominados a perder el respeto por sí mismos, adquiriendo horrendas condiciones de siervos feudales al servicio de quienes les quitan sus derechos más elementales, incluso la libertad de pensamiento. Continúan con sus prácticas repugnantes y lo hacen a la vista de todos, protegidos por una prensa que de “libre” solo tiene el nombre, gracias a los ingentes beneficios obtenidos por las publicidades de los grandes monopolios abastecedores de insumos para estos “campestres” destructores del ambiente, otra oscura “cucarda” que pueden colgarse de sus solapas.
Suman un ingrediente nocivo más a estas próximas elecciones, donde se decide algo más trascendente que los nombres de quienes gobernarán. Se juega la consolidación de uno u otro sistema de valores, se ponen sobre la mesa las cartas de la atrocidad antinacional frente a las de un futuro soberano. Se decide la vida o la muerte de una Patria sometida a los designios de oscuros personajes que se descuelgan de una vieja historia nunca terminada del todo. Se abre la esperanza de ser un Pueblo orgulloso de construir su propio destino, acabando para siempre con los compradores de voluntades, terminando con el péndulo que ha impedido que el desarrollo se convirtiera en la Justicia que merecemos como Sociedad.

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