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La política es la práctica
transformadora de la realidad por excelencia, con una esencia que tiende a
poner en equilibrio el pensamiento y la acción. En una campaña política existen
momentos para la exposición de ideas, proyectos y programas de gobierno,
mientras que en otros, se impone la necesidad de mostrarse más cerca de la
gente y con capacidad de resolver los problemas concretos de la población.
Sin realizar un análisis histórico profundo, podemos afirmar sin temor
a equivocarnos que en Argentina quien mejor ha entendido la síntesis entre
pensamiento y acción ha sido el general Juan Domingo Perón, traducida luego en
el peronismo. Esta mirada ha sido alentada por propios y ajenos y ha sido
depositaria –inclusive– de la idea que sostiene que en Argentina solo el
peronismo puede gobernar. La sociedad argentina siempre ha valorado la
gobernabilidad a juzgar por los resultados de las elecciones ejecutivas de las
últimas décadas.
Pensar y hacer son conceptos claves para comprender con mayor
profundidad los próximos movimientos de la contienda. Cada paso de los
principales referentes políticos en disputa es medido por encuestadores y
relatado por periodistas y formadores de opinión que muchas veces dejan su
traje habitual de comentaristas de la realidad para transformarse en
influenciadores de la realidad. Una prueba de ello son las últimas declaraciones
públicas de Beatriz Sarlo que utiliza los medios de comunicación para aconsejar
a los candidatos de la oposición para que sean más astutos e inteligentes: “Si
Massa baja su candidatura, y Macri la de Vidal, no les gana nadie”.
Lo que sorprende y seguramente llamó la atención a los equipos de
campaña de los tres candidatos con mayores posibilidades de llegar a la
presidencia es que una intelectual de la talla de Sarlo –siempre rigurosa,
afilada y con gran capacidad para comprender y explicar los vaivenes
socioculturales de la Argentina–, se despache con tamaña recomendación, más
propia de bases militantes eufóricas que de la reflexión de un intelectual.
La receta que plantea Sarlo es una alianza meramente coyuntural con
miras a derrotar al kirchnerismo, pero dejando en claro que no es lo que ella
quisiera ni votaría. No se dirige a los principales referentes de la oposición
para pedirles proyectos superadores a los propuestos por Daniel Scioli, sino
que les exige que acuerden para lograr una mayor sumatoria de votos. Una
especulación electoralista pensada con un solo objetivo: ganar.
Lo preocupante no es que la escritora seguramente se haya dejado
llevar por su ansiedad resultadista y que no disimule su deseo de ver derrotado
en las urnas al kirchnerismo (recordemos que un año atrás, expresó su deseo de
que gane una fuerza de centroizquierda y no el peronismo), sino el no medir las
consecuencias acerca de los fantasmas que alienta con su pretendida mayor
astucia opositora.
Si me permiten los lectores y la misma Sarlo, a quien he leído y
respeto, la política astuta no es la que cuenta los porotos sin importar los
costos, sino la que logre construir una sociedad más justa, inclusiva y
desarrollada. La promoción de este modelo social nunca puede surgir de una alianza
cuyo único objetivo sea ganar una elección. El análisis vertido por Sarlo,
aunque pudiera ser acertado en un contexto de tácticas exitistas, parece
impropio para pensar y poner en discusión las alternativas para construir un
país más justo.
Más allá de cualquier innovación en materia de la instalación del
discurso político, la construcción y consolidación de un espacio político en un
determinado escenario electoral mantiene una misma lógica que se muestra
inalterable: los políticos deben desplegar una serie de estrategias para
convencer al electorado de que son la mejor alternativa y obtener la mayor
cantidad de votos.
La idea de aliarse puede mostrarse tentadora desde el punto de vista
de los números pero la clase política no debe perder de vista que en sus actos
definirán el rumbo de la economía, el empleo, la protección de los salarios,
decisiones que tienen su correlato en el destino de los ciudadanos.
Lo que se pierde de vista en planteos como los de la ilustre escritora
es que Argentina atraviesa una renovación presidencial que debe ser una
oportunidad para consolidar los aciertos y corregir errores pero que no puede
ir de la mano de opciones destructivas. No podemos darnos el lujo de volver a
empezar de cero cada 10 años. Lo que Sarlo deja de lado cuando llama a juntarse
a la oposición es que detrás de los nombres debe haber un proyecto de país.
Ya hemos confirmado con nuestros propios ojos que, ganar por ganar no
redunda en una mayor satisfacción para el conjunto de la sociedad, porque las
diferencias estructurales terminan saliendo a la luz tarde o temprano. Basta
recordar en qué desembocó la alianza en el 2001: los argentinos tenemos muy
presente en nuestra memoria reciente el daño que nos ha hecho una alianza
política sin un programa de gobierno compartido y producto de un pensamiento
similar al que propone la intelectual, que nos dejó al borde del abismo, con
las fuerzas productivas devastadas, sin confianza externa y con miles de
compatriotas sin trabajo y yéndose del país en busca de una vida mejor.
Sabemos qué es lo que marcan las reglas del juego de una campaña
política, pero más que nunca necesitamos actuar con responsabilidad, desde
todos los sectores. Podríamos pensar que desde el purismo macrista tomarán con
humor estas apreciaciones si les sigue funcionando bien el termómetro que
utilizan para medir las expectativas de los argentinos a cada paso. Pero no
podemos negar en favor de Sarlo que el “rejunte” de la oposición es una
alternativa tentadora para sus filas.
El grado de relevancia y notoriedad que la escritora experimentada es
consciente que tiene (y que más que comentar una realidad busca influenciar un
comportamiento) hace que sus reflexiones sean todavía mucho más reprochables
por la responsabilidad que conlleva hacer este tipo de declaraciones en el
contexto político actual.
Sin embargo, si pensamos en el futuro del país, lo que menos
necesitamos es alentar alquimias electorales y correr el riesgo de que la
mezquindad de algunos nos vuelva a colocar al borde de una crisis. No puede ocultarse
lo forzado que puede resultar un acuerdo programático entre Mauricio Macri,
Sergio Massa, Elisa Carrió y Ernesto Sanz.
Por el contrario, y si bien aún estamos lejos de saber si Daniel
Scioli será el presidente que pondrá en marcha un modelo de país que nos brinde
seguridad, estabilidad y crecimiento; desde el sciolismo ofrecen como garantía
la capacidad de gobernabilidad, un valor codiciado y estimado por los
argentinos a 32 años de la recuperación de la democracia.
* Titular de la cátedra La
Comunicación como Herramienta Política (UBA).
Publicado en Página12
nunca lei a Sarlo, pero lo que escuche de ella o lei sus dicho, me hace pensar que opina según quien le paga.
ResponderEliminarChily