sábado, 22 de agosto de 2015

MARCA REGISTRADA

Imagen hoyvenezuela.info
Por Luis Bruschtein*
Hay una reproducción de hechos que parecen calcados. A menos de un año de que ganaran limpiamente las elecciones se producen movilizaciones, cacerolazos, supuestamente espontáneos, que buscan la caída de los gobiernos democráticos. “Miren a Brasil y miren a la Argentina y van a ver una radiografía de lo que me hicieron a mí después de haber ganado las elecciones”, dijo la Presidenta Cristina Kirchner en su último discurso por cadena nacional.
Con la muerte de Hugo Chávez, Caracas ha salido de pantalla. Pero allí también, antes de que pasara un año del triunfo electoral de Nicolás Maduro, se produjeron marchas con barricadas y francotiradores, las llamadas guarimbas, que dejaron un saldo de 43 muertos y más de 300 heridos. El martes se difundió la confesión del asesino de la empresaria Liana Hergueta, en la ciudad de Caracas, que fue torturada, asesinada y después descuartizada en pequeños trozos que los asesinos abandonaron en un automóvil.
El principal autor confeso es el joven José Pérez Venta, quien es un cuadro político intermedio de la oposición. Fue coordinador de derechos humanos del área de juventud de la Alianza Bravo Pueblo, que dirige Antonio Ledezma, el alcalde de Caracas que fue detenido acusado de organizar las guarimbas junto con Leopoldo López, otro detenido. Pérez Venta también se presentaba como coordinador del área de juventud en el distrito del Chacao del partido Voluntad Popular, que dirige el preso López. Primero había estado con López y luego se había pasado a Bravo Pueblo. Son dos de la miríada de pequeñas agrupaciones que conforman la oposición venezolana. Se asumen como socialdemócratas por su origen en el viejo partido Acción Democrática, pero sus posiciones son derechistas y son financiados por grupos radicales del Partido Republicano en Miami.
Nadie discute que Pérez Venta y sus cómplices realizaron el crimen de Hergueta, pero las relaciones políticas de los asesinos son tan desopilantes que tienen todo el aspecto de ser verdaderas. La relación no es que cometieron el asesinato porque son de la oposición, sino cómo puede ser que matones de esa calaña hayan participado durante tantos años en la oposición y hayan sido aceptados como referentes.
La oposición dice que son infiltrados y niega que el asesino fuera dirigente de alguna de sus agrupaciones, aunque reconoció que tanto Pérez Venta como Carlos Trejo, otro de los implicados, han participado en numerosas actividades públicas. Hay demasiadas coincidencias y muchas fotografías que muestran a estos matones abrazados y en un trato casi familiar con los políticos opositores en situaciones críticas como cuando se entregó López a las autoridades, situaciones en las que cualquiera tiende a rodearse de gente de su confianza. Es probable que no todo lo que diga Pérez Venta sea cierto o comprobable, pero lo que es innegable es que tanto Ledezma como López tenían hampones contratados como grupos de choque. Aun cuando fueran servicios.
Y éstos fueron los grupos que actuaron en las guarimbas del 2014 cuando intentaron derrocar a Nicolás Maduro, razón por la que están presos López y Ledezma. Pérez Venta y Carlos Trejo participaron en la llamada Operación Libertad, como se denominó abiertamente a las movilizaciones que buscaban el derrocamiento de Maduro, el 14 de febrero de 2014, poco después de que Maduro ganara las elecciones presidenciales. Aunque la oposición dice que son agentes de Inteligencia infiltrados, estos dos personajes participaron en huelgas de hambre y acampadas estudiantiles contra el gobierno desde por lo menos 2010; el hermano de Trejo también es dirigente en uno de los partidos opositores y los dos estuvieron presos por alguna de esas actividades. Pérez Venta fue invitado por Lorent Saleh a entrenarse con paramilitares en Colombia. Saleh fue detenido en ese país y entregado a las autoridades venezolanas. Hay fotos de Pérez Venta con el ex presidente colombiano Alvaro Uribe, quien financia a la oposición venezolana más dura.
No se sabe quién organiza los cacerolazos que se presentan como espontáneos ahora en Brasil. Cristina Kirchner recordó el miércoles que los primeros cacerolazos fueron en 1973 para crear las condiciones para el golpe militar contra Salvador Allende en Chile. Cristina agregó: “Las cacerolas tienen marca registrada. Es la de una agencia de investigaciones de un país del Norte”. En el caso de Chile está comprobado que tanto los cacerolazos como la huelga de camiones que desabasteció a las principales ciudades fueron financiados por la CIA.
Pérez Venta relata las reuniones de los dirigentes opositores previas a las manifestaciones del 14 de febrero. No hace falta demasiada imaginación para seguir esa parte del relato. Nada es espontáneo. La provocación que se produjo en esas marchas estaba evidentemente planificada. En Argentina no hubo este tipo de provocaciones y enfrentamientos violentos con efectivos policiales, pero en Brasil se produjeron destrozos y enfrentamientos por parte de supuestos grupos de anarquistas.
El activista asegura que el entrenamiento que le dieron los paramilitares de Colombia fue para actos de resistencia pacífica. Ejercicios de orden cerrado para obedecer con disciplina en las grandes manifestaciones callejeras, el uso de molotov y las peleas con los efectivos policiales entre los cuales hubo varios muertos. Cada uno de estos sucesos está guionado en los libros del norteamericano Gene Sharp sobre “Resistencia Pacífica”. Algunos consideran que este político, filósofo y profesor anticomunista de 87 años es el autor intelectual de la caída de Mubarak en Egipto y de las llamadas revoluciones de colores como la “naranja” en Ucrania y otras en el mundo árabe. Sharp escribió en 1973 Políticas para la acción no violenta y otro en 2013 De la dictadura a la democracia. Tiene un opúsculo Métodos de acción no violenta que es una especie de manual con una lista de 190 acciones de ese tipo. Casi todo su trabajo está enfocado sobre regímenes dictatoriales en plena decadencia como los comunistas después de la caída del Muro, porque la mayoría de esas medidas sólo serían efectivas si por detrás opera una potencia como Estados Unidos. Sharp se ha puesto de moda entre los grupos más derechistas de la oposición a gobiernos populares en Latinoamérica y sus libros han inspirado la idea de “golpe suave”, que implica aprovechar el más mínimo conflicto, ya sea económico, legal, militar o climático, para promover acciones que lleven a la caída de los gobiernos populares democráticos. Cada acción es presentada como un acto heroico en defensa de la democracia, un hecho definitivo, que sólo puede concluir con la salida de estos gobiernos.
Todo el esquema funciona sobre la base de acciones contra una dictadura. Pero los gobiernos latinoamericanos son todos democráticos, han sido elegidos en elecciones libres y funcionan los Parlamentos. Las acciones motorizadas en estas estrategias tratan de emitir el mensaje de que se está frente a una dictadura. En el caso argentino, sobre todo con los caceroleros locales, está esa acción en marcha desde la Resolución 125, en 2008, cuando la movilización de las patronales rurales no tuvo la intención de resolver el problema, sino de provocar el debilitamiento y la destitución de un gobierno. La excusa “democrática” en Argentina o Brasil es muy tenue, entonces se corre de lugar hacia fuertes campañas mediáticas sobre corrupción como argumento para destituir a gobiernos democráticos.
La no violencia de estas acciones que propone Sharp queda nada más que en la enunciación, porque como quedó demostrado en Venezuela convocan a los sectores más violentos de la sociedad. Esta idea de no violencia es nada más que una fachada para los golpes destituyentes cuyo objetivo es “frustrar los procesos de inclusión social que han alcanzado los países de América del Sur, y a los gobiernos nacionales populares y democráticos, que algunos llaman populistas”, como dijo la Presidenta el miércoles en la Casa Rosada.

*Publicado en Página12

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