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Con las PASO ha quedado
sobrevolando la idea de que los argentinos elegimos siguiendo la ley del mal
menor. Elegir el mal menor es una constante en la vida. Se elige el mal menor
en el trabajo, en la empresa de teléfono; algunos (imagino) se casan siguiendo
la ley del mal menor, y, por supuesto, se eligen presidentes y gobernadores. De
la Rúa fue elegido como mal menor ante la probable continuidad del peronismo
neoliberal. Y Néstor fue el mal menor ante la posibilidad de que el Turco que
lo Reparió vuelva y con él relaciones carnales donde siempre nos tocaba abajo,
quedábamos con el tuje ardiendo, pagábamos el telo, el taxi y los forros.
La vida nos pone a menudo ante ese dilema. En ocasiones cortar un dedo
para evitar la gangrena de un brazo o la misma muerte, puede ser una solución.
¿Qué tiene de malo la ley del mal menor? En principio nada, se elige entre lo
que hay: la naranja chica y jugosa en lugar de la grande pero seca, el auto
pequeño en oposición al grande que gasta mucha nafta. Es una práctica que se
hace instintivamente y rara vez se verbaliza. Imagine a alguien que presenta a
su esposa/o diciendo: "no es lo que hubiera deseado, pero era el mal
menor".
La ley del mal menor es semejante a aquello de "más vale malo
conocido que bueno por conocer". Pero no sabremos si eso que elegimos, sea
como mal menor, sea por malo conocido, nos desilusionará, hasta mucho tiempo
después de elegido. Eso se verificará en los hechos, en las acciones de
gobierno que el mal menor elegido haga cuando le toque bailar o hacernos
bailar. En ocasiones el mal menor puede resultar una sorpresa. Néstor era el
mal menor y terminó siendo el transformador del país (no lo digo yo, lo dijo la
Revista Noticias cuando murió).
No se puede acusar al otro de elegir bajo la ley del mal menor si uno
también lo está haciendo. Supuestamente los kirchneristas están eligiendo al
candidato menos deseado porque los kirchneristas duros tienen cuernos y huelen
a azufre, algo que ni los geniales publicistas pueden disimular. Ante esa
situación, el mal menor es un tipo que habla poco y no dice gran cosa, difícil
de semblantear, que le gusta en exceso el mundo del espectáculo, y tiene apenas
los antecedentes de haber sido diputado, secretario de la nación,
vicepresidente y haber gobernado dos mandatos una provincia grande como media
Europa.
Visto desde el otro lado, la oposición vota el mal menor en sus dos
candidatos potencialmente presidenciables. Es lo que hay, dirán (en secreto
pero es obvio) los radicales y carriotistas. Es una confirmación más de que el
radicalismo a veces es simplemente antiperonismo. En tanto, los progresistas
antigobierno (ah, cuántos amigos en el brete tengo) los votarán pero luego lo
negarán o usarán a Althusser, Foucault o algo así de incomprensible para
justificarse. Los wichis, los qom y la negrada pura por cruza, que votaron casi
en su totalidad al kirchnerismo, no cuentan porque lo hacen de burros nomás.
Los antecedentes de Macri son semejantes a los de Scioli. Los de Massa
son más difusos, pero está en la política desde hace rato y conoce el juego.
Entonces, si todos estamos votando bajo la ley del mal menor, ¿dónde está la
diferencia?
La diferencia está en el aparataje que hay detrás de cada uno. Detrás
de Scioli está el kirchnerismo, que es el aparato político más fuerte que se ha
visto en décadas, quizá en la historia. De no ser así, el gobierno habría caído
hace rato, y sin embargo, está bien alineado detrás de su propio mal menor.
Detrás de Macri está el círculo rojo, es decir un grupete de millonarios
garcas, un "equipo" (según sus propias palabras), y el apoyo del
establishment (sociedad rural, mesa de enlace, etc.), que te van a empomar sin
culpa alguna, como lo han hecho repetidas veces en la historia. Van a avalar
una devaluación con el cuento de que es para que el país esté mejor, y cuando
pagues la harina el triple te van a decir que el campo somos todos mientras
ellos pasean por Champs Elysées y vos caminás veinte cuadras para conseguir
harina en oferta y con proteínas extras en forma de gorgojos.
Detrás de Massa no se sabe bien qué hay, si es que hay. Creo que ni él
lo sabe. Es obvio que si llegara a ganar, cosa improbable, le van a aparecer
amigos y primos como a los que ganan la lotería. Claro que con el kirchnerismo
y el macrismo en contra no va a poder cambiar ni el nombre de una calle sin
negociar. Y ni así le será fácil.
El aparataje significa gobernabilidad. No es casual que las
incursiones radicales hayan fracasado. No tenían lo que tiene hoy el
kirchnerismo, lo que le permitió salir de una probable caída el 18 de febrero
(marcha de los paraguas) para estar hoy con chances de ganar en primera vuelta.
El kirchnerismo, aún sin la presidencia, puede llegar a marcar el paso de buena
parte de la realidad política.
Si Macri llegara a presidente tendría que lidiar con muchos
gobernadores opositores, cientos de intendentes, medio congreso, sindicatos
(excepto los que se den vuelta al día siguiente, un clásico de los muchachos de
campera de cuero) e tutti quanti, que no son justamente nenes de pecho ni gente
de andar citando versos de paz y amor en las esquinas. ¿Se puede presidir un
país en esas condiciones? Habrá que ver. Habrá que ver cómo reacciona la gente
acostumbrada a que el trabajo es sagrado, y a que el estado te ayude a hacerte
la casa, cuando le quieran tocar esos derechos. Sospecho que se paralizaría
rápidamente. Pero habrá que ver.
Lo que estoy intentando decir es que así como en la campaña se intenta
esconder el carácter profundamente kirchnerista detrás de Scioli, como buscando
el voto de la clase media confundida o despolitizada, son muchos los que votan
justamente al kirchnerismo porque es lo que les da confianza. Votan una
estructura conocida en su funcionamiento, incluso en sus manías y errores,
porque es la estructura que les garantizó el trabajo, las vacaciones, la casa,
etc. Una gran cantidad de votos a Scioli, que parecerían haber sido hechos bajo
la idea del mal menor, es el voto a la continuidad. El mismo tipo de voto que
acompaño a Cristina tanto en el primer como en el segundo mandato.
Lo otro es el misterio. Elegir a Massa o a Macri bajo la idea del mal
menor, es el misterio mismo. Es tan misterioso que a veces me dan ganas de
vivirlo para sacarme las dudas. Ver a este país retobado en manos de un equipo
de seis personas más empresarios va a ser una película digna de ver. Quizá este
país se merezca ser gobernado por gente elegida bajo la idea de que son
"el mal menor" y sin aparataje. Ver cómo se sientan a negociar con
los buitres, cómo siguen las negociaciones con China, como doman la pasión de
los argentinos por el dólar. Escuchar sus discursos de tres sustantivos y tres
adjetivos. Deleitarse con su sintaxis de escuela primaria. Ver cómo el cambio
que proponen se ve representado por Carrió, Bullrich, Reutemann, Niembro,
Cavallo.
Y sobre todo va a ser muy interesante ver cómo resisten la devolución
de todas las gentilezas de las que fueron capaces en estos años. Ver de
regreso, como el chiste del tipo que se quiere deshacer del boomerang, cada
insulto, mentira y opereta que fueron capaces de armar. Porque si no se puede
acusar a alguien de votar el mal menor si uno vota el mal menor, no se puede
pedir reglas de juego limpias y caballerosidad, si durante una década fuiste un
rastrero y un mentiroso y trabajaste para ocasionar corridas cambiarias, para
que ganaran los buitres y estuviste siempre del lado de los enemigos del país.
Por ahí asistimos a ese espectáculo. Eso sí, a atarse los cinturones.
*Publicado en Rosario12
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