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Cinco meses atrás, los golpistas
aparecieron en Bolivia. Tres meses después, en Argentina. Y en días pasados
cargaron sobre Venezuela, país estratégico de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y del Caribe (Celac) y yugular energética de Cuba. En cambio, los de la llamada
Alianza del Pacífico gozan de mayor estabilidad: son neoliberales y pro
imperialistas.
Las ofensivas derechistas contra
gobiernos populares que gozan de fuerte arraigo democrático y constitucional
revelan que Perogrullo goza de buena salud: sin ejércitos lacayos y pro
yanquis, resulta difícil derrocarlos. No obstante (y a un comunicado de
solidaridad por semana), parecería que las izquierdas tampoco reparan en la necesidad
de sostener una posición común frente a sus enemigos del Bravo a la Patagonia.
Por arriba y por abajo, todas
reclaman para sí el lugar de país o sector social más agredido o más
anticapitalista. Pero desde el triunfo de Hugo Chávez (1998), las derechas
vienen funcionando como una orquesta de múltiples acordes, y con la lógica
mosquetera que las conduce y armoniza: una para todas y todas para una.
Antes, el enemigo era el
comunismo. Hoy, la democracia de gobiernos populares que no sabrían ser democráticos.
Para ello, los golpistas estimulan el clasismo racista y el individualismo de
los sectores medios que, ingenuamente, prestan oídos a intelectuales y
periodistas independientes en sintonía con el poder económico concentrado.
Uno va a Chile o Uruguay y le da
la impresión de estar en Suecia, dijo el periodista Carlos Gabetta, ex director
de Le Monde Diplomatique ( La Capital, Rosario, Argentina,
2/1/14). Otro de Clarín comentó que el cruce de Argentina a Chile le
recordó las diferencias entre Alemania socialista y capitalista. Y como no hay
dos sin cuatro, los senadores estadunidenses de origen cubano Bob Menéndez y
Marco Rubio compararon la solvencia económica de Argentina con la de… Corea del
Norte.
Por último, la vista gorda frente
a mercenarios todo terreno como el tal López de Caracas, que los medios
presentan como opositor.
A su vez, los golpistas carecen
de tres cosas fundamentales: visión política, espíritu de unidad y patriotismo.
Lo primero es imposible porque sus oftalmólogos trabajan para la CIA. Lo
segundo ídem, pues se vuelven locos en la rebatiña de las donaciones
millonarias del imperio a la democracia. Y lo tercero no se les da por default.
¿Qué ofrecen los golpistas?
Dependiendo de circunstancias, contextos, escenarios y matices, el menú
muestra una carta plural que incluye botana, plato fuerte y postres varios.
Para empezar, ninguno se reconoce de derecha, sino de centro, socialdemócratas,
y hasta simpatizantes de la izquierda moderada que supuestamente habría en
Chile, Uruguay o Brasil.
Como fuere, los medios golpistas
que atacan como partido político y se defienden con libertad de expresión saben
que a Cristina Kirchner no la corren por vía legal, como hicieron con Fernando
Lugo en Paraguay (2012). O que a Nicolás Maduro lo madruguen en pijamas, tal
como ocurrió con Manuel Zelaya en Honduras (2009).
El golpismo apunta al desgaste
institucional y la desestabilización, proyectando imágenes que muestran a los
países satanizados inmersos en la ingobernabilidad, la violencia, la inseguridad
jurídica, con espirales inflacionarias fuera de órbita, y presas del odio, la
intolerancia, el miedo. Y haciéndose los suecos frente a las bandas
democráticas que financian y solapan, el Departamento de Estado y la OEA
manifiestan invariablemente su preocupación.
Con todo, fracasan. Y fracasan
porque los genios de la CIA que rigen sus agendas junto con medios
ultraconservadores como el Wall Street Journal les dicen cosas como que
en Argentina una megadevaluación parece inevitable. Y, por tanto, cualquier
crisis económica conduciría a una crisis política terminal.
En el trimestre pasado los
golpistas ensayaron recetas harto fallidas: las de Venezuela cuando en 2002
intentaron derrocar a Chávez. O las de Ecuador y Bolivia en Argentina, copiando
los sendos motines policiales que, partiendo de reivindicaciones gremiales,
atentaron contra la vida de Rafael Correa en 2010, y pidieron la cabeza de Evo
Morales en 2012.
En Europa, la matriz de opinión
golpista cuenta también con poderosos voceros. Ilustrada con un Messi de
espaldas, la portada del semanario The Economist de Londres se dedica
esta semana a Argentina. Y explica “…lo que otros países pueden aprender de
cien años de declive”, señalando a Juan y Evita Perón de populistas y
analfabetos.
Asimismo, a finales del año
pasado, un enviado de La Repubblica de Roma escribió que la crisis
argentina espanta al mundo (sic). Fenómeno que el diario Clarín de
Buenos Aires reprodujo con patriótico beneplácito golpista (2/1/14), y el autor
de esta nota no se enteró porque en esos días trataba de reservar cualquier
tipo de hotel en Mar del Plata y todos los destinos turísticos estaban llenos a
reventar.
¿Que los argentinos se quejan? Se
ve que el enviado no conoce a cubanos y venezolanos. Desconocía, por lo demás,
que desde más o menos el primer grito emancipador (1810), la queja es parte del
ser nacional de los argentinos.
*Publicado en La Jornada (México)
sobre el tema http://www.lapatriacampesina.blogspot.com.ar/2014/02/consideraciones-sobre-los-hechos-de.html
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