jueves, 2 de enero de 2014

NI PREMODERNOS NI ANTIMODERNOS

Imagen dia-a-dia-digital.com.ar
 Por Eric Calcagno*

La presidenta habla mucho; las cadenas nacionales donde habla la presidenta son calco de la Venezuela Bolivariana de Hugo Chavez Frías; la presidenta sufre síndromes que, aunque no probados científicamente, expresan su autoritarismo, su autismo, su "ida"; la presidenta no consulta, no escucha, no sabe; la presidenta es tapa de revistas y caricaturas, presentada ora como bipolar, ora en éxtasis o golpeada. O no menos terrible: amordazada. La "Reina", afirman, está desnuda. La presidenta...
De todo el catálogo de los prejuicios legitimados por las clases dominantes, a fuerza de expertos constitucionalistas –siempre los mismos, equivocados– de consultores económicos –siempre los mismos, ultraliberales–, de periodistas implacables –poco sustantivos, muchos adjetivos–, vemos cómo en estas pampas, los incesantes insultos prodigados a Cristina Fernandez de Kirchner –electa primero con 45% y luego 55% de los sufragios– son el último argumento que les queda a quienes sólo protegen sus privilegios.
Cristina miró a Nestor y le dijo: "Ambos somos modernos." Fue en la primera vez que asumió como presidenta de los argentinos... y de las argentinas. Lo sé: yo estaba ahí. Con su experiencia legislativa en el Congreso, en ambas Cámaras sin que nadie le regale nada (si tanto es que lo necesitara, pues en democracia el voto se conquista porque se merece, el más arduo y mejor trabajo). La presidenta continúa, profundiza y amplía sobre la base de Néstor. Con su propio estilo, en cada momento.
Y es que esas reformas llevan la marca de la modernidad. En efecto, en todas las acciones de gobierno, las que salen bien y las que salen menos bien, e incluso ante las proclamas de triunfos temporales de dudosos opositores, el camino ha sido siempre el mismo. Recuperar los derechos sociales y darles vigor, reivindicar la política y darle dinámica, siempre elegir el interés general por sobre los intereses particulares. Eso es la esencia de la modernidad, que cree, quizás para bien o para mal, sin duda para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, que la soberanía reside esencialmente en el pueblo.
Sí, es cierto, están los corifeos del establishment, que son ultraliberales, que vienen a decir que la suma de los intereses particulares realiza el interés general, que la teoría del derrame es la clave del desarrollo, y que si hay pobres, es que no aprovecharon oportunidades. Quien dude de lo escrito, que vea TN, CNN, o FoxNews (que es mas chic, because it's in english), o quizás en papel Nación, Clarín o El País –de las Españas– que ni siquiera están en idioma original. Lástima.
Es por ello que consideramos que la oposición realmente existente, la corporativa que fija precios, la mediatica que fija agenda, sin olvidar el consabido comité político cuya agenda es el daño, revisten hoy en la historia argentina el rol de ser antimodernos. Son esas ideas, si las tienen, son esos proyectos, si los explicitan, son esas acciones, si pueden, las que implican desdeñar lo realizado, lo conseguido, lo vivido... para proponer algo simple y comprensible: retroceder.
Arturo Enrique Sampay definía esa actitud como una postura reaccionaria. Alergia al futuro, y vuelta a tradiciones que siempre tienen los mismos beneficiarios y las mismas víctimas. Como son antimodernos apelarán a una diversa gama de lugares comunes, de obviedades falaces, de sentido común como el menos común de los sentidos. Pero dominante, a fuerza de repetición. Para proponer retroceder, bajo los oropeles de la novedad confundiendo la política con marketing de moda, con la adusta seriedad que legitima todos los ajustes, con el apoyo constante de quien quiere ver la propia rentabilidad primar las paritarias, las jubilaciones, la inversión social. Ya lo conocimos durante los noventa. Nadie podrá decir, pues, que no sabe lo que vota. Eso también es modernidad.
Ahora, el jefe de Gabinete hace una conferencia de prensa por día... Pero sus respuestas son "kilométricas". ¿Qué, no querían preguntar? Tendrán que aprender, aquellos que lo necesitan, a bancarse las respuestas. Entonces dicen que Cristina no gobierna, está lejos, no puede... ¡Qué poco conocen al peronismo! El establishment no ha olvidado nada, y no ha aprendido nada. Es lo propio de los antimodernos. Como dijo Cristina, nosotros somos modernos. Ni premodenos, ni posmodernos. Entre ambos, la política.
Pero la política profesionalmente. En serio. Con sus esperanzas y con sus riesgos. Con la responsabilidad libremente aceptada, que es sinónimo de libertad. Allí, donde los antimodernos sólo proponen resignación. Una resignación solvente, para ellos; conveniente, para sus intereses; agradable, en suma. Y atacan desde el ámbito personal, donde las circunstancias individuales explican los grandes procesos históricos. Eso es histeria. De allí el farragoso párrafo del inicio, que libramos a la fascinación o la justa crítica del lector.
Los antimodernos creen, como otrora, que la historia es cosa de individualidades. Y sin duda el carácter de cada líder le da la forma a cada momento, impone su estilo. Pero el sustento es siempre colectivo. Si no, es tan solido como la nada misma. Por eso, ni cadenas, ni síndromes, ni autoritarismo, ni autismo, ni ida, ni falta de consulta, ni de escucha o de sapiencia, ni enferma ni nada ¡qué tanto! Aprendan, si pueden, escuchen, si no pueden, y critiquen, si en en verdad son talentosos y pertinentes. ¿Es mucho pedir? Deberían conocernos, desde hace una década o dos siglos... siempre redoblamos la apuesta. En verdad, sólo existe "convicción, decisión, coraje", como dijo la presidenta .
¿La presidenta? Para todos los que militamos este proyecto, por siempre marcara nuestras existencias, cualquiera sea el lugar que nos encuentre. Militancia, gestión ejecutiva, trinchera legislativa. Pero siempre militancia. Esa mujer, que conduce al Movimiento Nacional, cuya valía política escapa de plazos (ese, y no otro, es el problema de los antimodernos), con amplia legitimidad ganada en justa lid democrática, y que, mas allá de las realizaciones, si tan sólo uno dudara, podría, por la virulencia persistente de los insultos que acredita, reconocer como la mejor compañera, la primera, nuestra presidenta.

*Publicado en Tiempo Argentino

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