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Por Eric Calcagno*
La presidenta habla mucho; las cadenas nacionales donde habla la
presidenta son calco de la Venezuela Bolivariana de Hugo Chavez Frías; la
presidenta sufre síndromes que, aunque no probados científicamente, expresan su
autoritarismo, su autismo, su "ida"; la presidenta no consulta, no
escucha, no sabe; la presidenta es tapa de revistas y caricaturas, presentada
ora como bipolar, ora en éxtasis o golpeada. O no menos terrible: amordazada.
La "Reina", afirman, está desnuda. La presidenta...
Cristina miró a Nestor y le dijo:
"Ambos somos modernos." Fue en la primera vez que asumió como
presidenta de los argentinos... y de las argentinas. Lo sé: yo estaba ahí. Con
su experiencia legislativa en el Congreso, en ambas Cámaras sin que nadie le
regale nada (si tanto es que lo necesitara, pues en democracia el voto se
conquista porque se merece, el más arduo y mejor trabajo). La presidenta
continúa, profundiza y amplía sobre la base de Néstor. Con su propio estilo, en
cada momento.
Y es que esas reformas llevan la
marca de la modernidad. En efecto, en todas las acciones de gobierno, las que
salen bien y las que salen menos bien, e incluso ante las proclamas de triunfos
temporales de dudosos opositores, el camino ha sido siempre el mismo. Recuperar
los derechos sociales y darles vigor, reivindicar la política y darle dinámica,
siempre elegir el interés general por sobre los intereses particulares. Eso es
la esencia de la modernidad, que cree, quizás para bien o para mal, sin duda
para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación, que la soberanía
reside esencialmente en el pueblo.
Sí, es cierto, están los corifeos
del establishment, que son ultraliberales, que vienen a decir que la suma de
los intereses particulares realiza el interés general, que la teoría del
derrame es la clave del desarrollo, y que si hay pobres, es que no aprovecharon
oportunidades. Quien dude de lo escrito, que vea TN, CNN, o FoxNews (que es mas
chic, because it's in english), o quizás en papel Nación, Clarín o El País –de
las Españas– que ni siquiera están en idioma original. Lástima.
Es por ello que consideramos que
la oposición realmente existente, la corporativa que fija precios, la mediatica
que fija agenda, sin olvidar el consabido comité político cuya agenda es el
daño, revisten hoy en la historia argentina el rol de ser antimodernos. Son
esas ideas, si las tienen, son esos proyectos, si los explicitan, son esas
acciones, si pueden, las que implican desdeñar lo realizado, lo conseguido, lo
vivido... para proponer algo simple y comprensible: retroceder.
Arturo Enrique Sampay definía esa
actitud como una postura reaccionaria. Alergia al futuro, y vuelta a
tradiciones que siempre tienen los mismos beneficiarios y las mismas víctimas.
Como son antimodernos apelarán a una diversa gama de lugares comunes, de
obviedades falaces, de sentido común como el menos común de los sentidos. Pero
dominante, a fuerza de repetición. Para proponer retroceder, bajo los oropeles
de la novedad confundiendo la política con marketing de moda, con la adusta
seriedad que legitima todos los ajustes, con el apoyo constante de quien quiere
ver la propia rentabilidad primar las paritarias, las jubilaciones, la
inversión social. Ya lo conocimos durante los noventa. Nadie podrá decir, pues,
que no sabe lo que vota. Eso también es modernidad.
Ahora, el jefe de Gabinete hace
una conferencia de prensa por día... Pero sus respuestas son
"kilométricas". ¿Qué, no querían preguntar? Tendrán que aprender,
aquellos que lo necesitan, a bancarse las respuestas. Entonces dicen que
Cristina no gobierna, está lejos, no puede... ¡Qué poco conocen al peronismo!
El establishment no ha olvidado nada, y no ha aprendido nada. Es lo propio de
los antimodernos. Como dijo Cristina, nosotros somos modernos. Ni premodenos,
ni posmodernos. Entre ambos, la política.
Pero la política
profesionalmente. En serio. Con sus esperanzas y con sus riesgos. Con la
responsabilidad libremente aceptada, que es sinónimo de libertad. Allí, donde
los antimodernos sólo proponen resignación. Una resignación solvente, para
ellos; conveniente, para sus intereses; agradable, en suma. Y atacan desde el
ámbito personal, donde las circunstancias individuales explican los grandes
procesos históricos. Eso es histeria. De allí el farragoso párrafo del inicio,
que libramos a la fascinación o la justa crítica del lector.
Los antimodernos creen, como
otrora, que la historia es cosa de individualidades. Y sin duda el carácter de
cada líder le da la forma a cada momento, impone su estilo. Pero el sustento es
siempre colectivo. Si no, es tan solido como la nada misma. Por eso, ni
cadenas, ni síndromes, ni autoritarismo, ni autismo, ni ida, ni falta de
consulta, ni de escucha o de sapiencia, ni enferma ni nada ¡qué tanto!
Aprendan, si pueden, escuchen, si no pueden, y critiquen, si en en verdad son
talentosos y pertinentes. ¿Es mucho pedir? Deberían conocernos, desde hace una
década o dos siglos... siempre redoblamos la apuesta. En verdad, sólo existe
"convicción, decisión, coraje", como dijo la presidenta .
¿La presidenta? Para todos los
que militamos este proyecto, por siempre marcara nuestras existencias,
cualquiera sea el lugar que nos encuentre. Militancia, gestión ejecutiva,
trinchera legislativa. Pero siempre militancia. Esa mujer, que conduce al
Movimiento Nacional, cuya valía política escapa de plazos (ese, y no otro, es
el problema de los antimodernos), con amplia legitimidad ganada en justa lid
democrática, y que, mas allá de las realizaciones, si tan sólo uno dudara,
podría, por la virulencia persistente de los insultos que acredita, reconocer
como la mejor compañera, la primera, nuestra presidenta.
*Publicado en Tiempo Argentino
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