sábado, 18 de enero de 2014

PAPAECONOMICS

Imagen Página12
Por Alfredo Zaiat*

La flamante Mesa de Convergencia Empresaria manifestó que su objeto es elaborar propuestas y acercar posiciones en temas como de seguridad, justicia, pobreza, federalismo y las instituciones para fomentar inversiones. Se reunieron por primera vez el 8 de enero pasado y el próximo encuentro será el 28 de este mes. Está integrada por quince cámaras sectoriales representativas del campo, industria y comercio interior y exterior. Participan la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el Instituto para el Desarrollo Empresarial de Argentina (IDEA), la Unión Industrial Argentina (UIA), la Cámara de Comercio Argentino-Norteamericana (Amcham), la Asociación de Bancos de la Argentina (ABA) y la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE), entre otras.
Esta última puede hacer un importante aporte a los debates de ese cónclave cuya principal coincidencia es defender la economía de mercado neoliberal ante el peligro de la economía de mercado populista. El documento que los dirigentes de empresarios cristianos pueden distribuir en esa nueva comunidad para ayudar a reflexionar sobre la realidad argentina son las consideraciones sobre la economía incluidas en la exhortación apostólica Evangelli Gaudium del santo padre Francisco. Además de viajar a Roma y mostrar como trofeo una foto con el Papa, sería una tarea interesante para grupos conservadores leer los contenidos económicos de los capítulos 2 y 4 de ese escrito.
El papa Francisco es parte de la Iglesia histórica, de la doctrina vaticana básica sin cambios fundamentales y es el Jorge Bergoglio controvertido del pasado. Pero como es un papa argentino su análisis sobre la economía debería tener una influencia mayor en el mundo empresario local. Especialistas del universo papal explican que la toma de posición acerca de la cuestión económica se reconoce en Juan XXIII (1958-1963), Pablo VI (1963-1978), y al comienzo del largo reinado de Juan Pablo II, tarea que abandonó rápidamente. Benedicto XVI no se ocupó de esa materia. Como es posible que esos devotos grupos empresarios conservadores prefieran el cholulismo con el papa Francisco que la meditación analítica sobre su opinión acerca de los fundamentos de la economía, resulta ilustrativo conocer los fundamentos de la Papaeconomics. (El documento completo: www.vatican.va/holy_father/francesco/apost_exhortations/index_en.htm)
Los siguientes son los conceptos económicos principales del Evangelli Gaudim, difundido el 24 de noviembre pasado.
- No a una economía de la exclusión. Así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la Bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”.
- En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del “derrame”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia.
- No a la nueva idolatría del dinero. Una de las causas de esta situación se encuentra en la relación que hemos establecido con el dinero, ya que aceptamos pacíficamente su predominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano. La crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.
- Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. El afán de poder y de tener no conoce límites. En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.
- Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado unido a la inequidad es doblemente dañino del tejido social. Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos. Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una “educación” que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países –en sus gobiernos, empresarios e instituciones– cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes.
- Economía y distribución del ingreso. La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenara la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.
- Ya no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado. El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos.
El papa Francisco dice que está lejos de proponer un populismo irresponsable, o sea, no criticó el populismo a secas y sí la economía de mercado liberal. Postula un mejor Estado para velar por el bien común y rechaza la mano invisible del mercado. ¿Qué dirán los hombres de fe cristiana de la Mesa de Convergencia Empresaria de esas definiciones económicas? Fotos sí, ideas económicas no.


*Publicado en Página12

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