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Por Soledad Guarnaccia*
Durante la última semana se multiplicaron los balances respecto a la
discreta performance del Frente para la Victoria en las Elecciones
Primarias. En general estos balances han soslayado una problemática
determinante del escenario político argentino: que además de afrontar
los problemas del gobierno, el kirchnerismo atraviesa un proceso
político en el que tiene que elaborar cómo sostener este modelo de
crecimiento con justicia social y Estado presente sin la posibilidad de
contar con un mandato de Cristina Fernández como presidenta en 2015.
Analistas, pero también distintos actores políticos, han esbozado
diversos tipos de balances críticos respecto a las razones de la
performance electoral del kirchnerismo. Que el Frente para la Victoria
sólo le habla a los convencidos. Que el Frente para la Victoria apostó a
los jóvenes en lugar de hacerlo a sujetos políticos supuestamente mejor
articulados y más representativos. Que el Frente para la Victoria pagó
en las elecciones serios problemas de gestión a nivel municipal,
provincial y nacional, que afectan el humor de la gente. Que el Frente
para la Victoria privilegió batallas que no estaban en el centro de la
agenda de los argentinos y relegó otras que sí lo estaban. Que se empeña
en dividir y los argentinos buscan estar unidos. O incluso que es
liderado por una mujer y la mujer no está hecha para la política (el
hecho de que esta última conclusión sea inaceptable no significa que no
tenga raigambre en algunos sectores: en todo caso hay que preguntarse
por qué generó escándalo en la boca de Chiche Duhalde y no en la de
Sergio Massa –“en casa decide Malena, en política decido yo”).
Como puede apreciarse, son interpretaciones variadas y quienes representan a un proyecto nacional y popular tienen que estar dispuestos a la escucha de los problemas de las mayorías. Sin embargo, muchos de los análisis que se han hecho en estos días, especialmente aquellos realizados por la “ciencia” que estudia el “comportamiento del votante”, no han valorado suficientemente un aspecto configurante del escenario político actual, bajo el cual se organizan los diversos factores que, desde ya, confluyen en el recuento y destino de los votos y cuya emergencia expresa uno de los problemas más complejos que se le puede presentar a una fuerza política que durante más de diez años viene sosteniendo un proyecto colectivo y un plan de gobierno exitoso: la imposibilidad de contar con la figura que lo ha sostenido y que constituye su mejor garantía para ocupar la presidencia en 2015.
Tan cierto como que la enorme mayoría de la ciudadanía no vota pensando en lo que va a ocurrir en la siguiente elección es el hecho de que los escenarios políticos no se rigen exclusivamente con elementos que se puedan descifrar con la ciencia estadística que interpreta al votante como parte de un “mercado político”, con tales o cuales preferencias para determinado “producto”. La política tiene sus propias dinámicas que no son, aunque muchos así lo quisieran, las del mercado.
El hecho de que la más importante actora política argentina, es decir, aquella a partir de la cual se ordena el escenario, no pueda ser reelecta en 2015, es un dato tan configurante del escenario político nacional que no sólo afecta al kirchnerismo. Que el tan solicitado "fin de ciclo", que la oposición viene anticipando desde 2008, encuentre ahora una perspectiva definida de futuro responde mucho menos al hecho de que las corporaciones hayan ensayado un nuevo armado que en su debut mostró efectividad electoral, que a la situación política extraordinaria que ese futuro asegura a "titulares" y "suplentes": que en 2015 no tendrán que enfrentar a Cristina Fernández en las urnas.
Este mismo fenómeno es el que a su vez posibilita que la Corte Suprema descuide toda credibilidad en el funcionamiento de las instituciones que administran Justicia no sólo, como insólitamente ha hecho hasta aquí, al dilatar por un lapso mayor de cuatro años el fallo en torno a los artículos en litigio de la Ley de Servicios Audiovisuales, sino convocando a una Audiencia Pública, creando un escenario de cuasi deliberación pública que no le corresponde ejercer. Porque lo que se espera de una Corte ajustada a un orden político republicano es que falle en última instancia sobre la constitucionalidad o no de las leyes, no que monte ese tipo de escenarios y menos que lo haga sobre la base de la dosificación de los tiempos políticos partidarios.
Como puede apreciarse, son interpretaciones variadas y quienes representan a un proyecto nacional y popular tienen que estar dispuestos a la escucha de los problemas de las mayorías. Sin embargo, muchos de los análisis que se han hecho en estos días, especialmente aquellos realizados por la “ciencia” que estudia el “comportamiento del votante”, no han valorado suficientemente un aspecto configurante del escenario político actual, bajo el cual se organizan los diversos factores que, desde ya, confluyen en el recuento y destino de los votos y cuya emergencia expresa uno de los problemas más complejos que se le puede presentar a una fuerza política que durante más de diez años viene sosteniendo un proyecto colectivo y un plan de gobierno exitoso: la imposibilidad de contar con la figura que lo ha sostenido y que constituye su mejor garantía para ocupar la presidencia en 2015.
Tan cierto como que la enorme mayoría de la ciudadanía no vota pensando en lo que va a ocurrir en la siguiente elección es el hecho de que los escenarios políticos no se rigen exclusivamente con elementos que se puedan descifrar con la ciencia estadística que interpreta al votante como parte de un “mercado político”, con tales o cuales preferencias para determinado “producto”. La política tiene sus propias dinámicas que no son, aunque muchos así lo quisieran, las del mercado.
El hecho de que la más importante actora política argentina, es decir, aquella a partir de la cual se ordena el escenario, no pueda ser reelecta en 2015, es un dato tan configurante del escenario político nacional que no sólo afecta al kirchnerismo. Que el tan solicitado "fin de ciclo", que la oposición viene anticipando desde 2008, encuentre ahora una perspectiva definida de futuro responde mucho menos al hecho de que las corporaciones hayan ensayado un nuevo armado que en su debut mostró efectividad electoral, que a la situación política extraordinaria que ese futuro asegura a "titulares" y "suplentes": que en 2015 no tendrán que enfrentar a Cristina Fernández en las urnas.
Este mismo fenómeno es el que a su vez posibilita que la Corte Suprema descuide toda credibilidad en el funcionamiento de las instituciones que administran Justicia no sólo, como insólitamente ha hecho hasta aquí, al dilatar por un lapso mayor de cuatro años el fallo en torno a los artículos en litigio de la Ley de Servicios Audiovisuales, sino convocando a una Audiencia Pública, creando un escenario de cuasi deliberación pública que no le corresponde ejercer. Porque lo que se espera de una Corte ajustada a un orden político republicano es que falle en última instancia sobre la constitucionalidad o no de las leyes, no que monte ese tipo de escenarios y menos que lo haga sobre la base de la dosificación de los tiempos políticos partidarios.
En este marco, las elecciones primarias no sólo revelaron la
valoración por parte de la ciudadanía de determinados problemas
relativos a la gestión municipal, provincial o nacional de los gobiernos
del Frente para la Victoria, problemas que, volvemos a decir, desde
luego todo gobierno popular debe estar atento para revisar. También, los
resultados pueden interpretarse como el modo en que la ciudadanía
percibe en qué estado está la fuerza política principal de la Argentina
–que lo seguirá siendo con claridad después de las elecciones de
octubre- respecto al modo en que está elaborando la frase que tal vez
más repitió la Presidenta en los últimos meses: “no soy eterna”. La
buena elección de Sergio Massa no sólo se explica, contra todos los
indicadores locales de Tigre y con el favor de los grupos de poder
mediáticos, a partir del éxito con que se asoció su figura con la de una
buena gestión –al fin de cuentas, una de sus consignas de campaña era
el combate contra la inseguridad pero no pudo explicar cómo fue posible
que le robaran en su propia casa y que el ladrón haya sido,
aparentemente, el jefe por él mismo designado del country donde vive-.
Si bien los medios le dieron una enorme ayuda para que se instale la
idea de que en Tigre hasta los pobres viven en los barrios cerrados,
gran parte de su buena elección encuentra su causa en que logró
instalarse como una alternativa de futuro.
Ahora bien, para convertirse en una opción de gobierno en 2015, esta alternativa de futuro tendrá que lograr en el corto plazo la difícil tarea de articularse nacionalmente, además de sostener la articulación interna de los intereses económicos que representa. Algunos de estos intereses, sobre la base de los holgados balances que tienen oportunidad de rubricar año tras año, parecen conformarse con que el kirchnerismo sea derrotado en 2015, para a partir de allí retomar la senda de salarios bajos y renta financiera basada en el endeudamiento del Estado. Otros, como el grupo Clarín y la Sociedad Rural, preferirían una derrota inminente del kirchnerismo. Como sea, la "alternativa", para estos grupos, coinciden con lo que rápidamente salieron a enunciar: caos o transición.
Por estas razones, y en contrapartida, para el campo nacional y popular el desafío sigue siendo neutralizar el retorno del neoliberalismo, ahora en su versión “blanca”, a la Argentina. Cuenta para ello con el liderazgo de quien seguirá siendo un actor político decisivo aún después de 2015, Cristina. Y con un despliegue nacional y alianzas sociales construidas a lo largo de más de una década, que conforman un proyecto político colectivo que ha conseguido, como no ocurría desde hacía demasiado tiempo en nuestro país, que muchísimos argentinos se sientan implicados en él. Es decir, que ha conseguido que muchísimos argentinos, que antes no podían sino sentirse, en el mejor de los casos, como “suplentes”, ahora se sientan verdaderos titulares de su destino.
Ahora bien, para convertirse en una opción de gobierno en 2015, esta alternativa de futuro tendrá que lograr en el corto plazo la difícil tarea de articularse nacionalmente, además de sostener la articulación interna de los intereses económicos que representa. Algunos de estos intereses, sobre la base de los holgados balances que tienen oportunidad de rubricar año tras año, parecen conformarse con que el kirchnerismo sea derrotado en 2015, para a partir de allí retomar la senda de salarios bajos y renta financiera basada en el endeudamiento del Estado. Otros, como el grupo Clarín y la Sociedad Rural, preferirían una derrota inminente del kirchnerismo. Como sea, la "alternativa", para estos grupos, coinciden con lo que rápidamente salieron a enunciar: caos o transición.
Por estas razones, y en contrapartida, para el campo nacional y popular el desafío sigue siendo neutralizar el retorno del neoliberalismo, ahora en su versión “blanca”, a la Argentina. Cuenta para ello con el liderazgo de quien seguirá siendo un actor político decisivo aún después de 2015, Cristina. Y con un despliegue nacional y alianzas sociales construidas a lo largo de más de una década, que conforman un proyecto político colectivo que ha conseguido, como no ocurría desde hacía demasiado tiempo en nuestro país, que muchísimos argentinos se sientan implicados en él. Es decir, que ha conseguido que muchísimos argentinos, que antes no podían sino sentirse, en el mejor de los casos, como “suplentes”, ahora se sientan verdaderos titulares de su destino.
*Publicado por Telam
excelente análisis
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