Imagen www.taringa.net |
A
comienzos de año la especulación es sobre techos y mínimos para la
negociación paritaria que reúne a trabajadores y empresarios. En los
meses siguientes se van acordando aumentos salariales por encima de los
variados índices de precios en circulación y, en general, en un marco
más sereno que el inicialmente presentado por los protagonistas. Después
se ajustan al alza las asignaciones familiares, incluyendo la Universal
por Hijo, también en un porcentaje superior a estimaciones de
inflación. El paso siguiente es la convocatoria tripartita de
sindicatos, empresas y Estado para definir un nuevo salario mínimo vital
y móvil que se eleva unos puntos porcentuales sobre los aumentos
promedio de precios. La última instancia de este recorrido es el segundo
incremento de los haberes definidos por ley que en total arroja una
variación anual positiva en términos reales respecto de cualquier tasa
de inflación considerada. En estos diez años, y con más regularidad e
institucionalidad (AUH y movilidad jubilatoria) en los últimos cinco, la
historia se ha reiterado constituyendo una política de ingresos
previsible.
La resistencia a esta estrategia de preservar e incrementar el poder
adquisitivo de trabajadores y jubilados deriva en la incomprensión de
uno de los principales motores del crecimiento de la economía. Por ese
motivo los repetidos pronósticos de crisis inminentes colisionan con las
cifras de avance del Producto, que a veces lo hace con intensidad y
otras con suavidad. Ahora la profecía de “estancamiento” de la economía
que no se cumplió en este año ha mudado a la de “percepción” de
crecimiento, extraño giro conceptual en el saber de la ciencia económica
que merecería una formalización de los hombres de negocios dedicados a
la comercialización de información económica. ¿Qué significa percepción
de crecimiento? Algo que es pero no es porque no creen que sea debido a
que no fue lo que esperaban que fuera. Ese desvarío analítico tiene su
origen en que para la mayoría de los economistas cortados con el filo de
la ortodoxia o de la heterodoxia conservadora preservar el dinamismo de
la demanda vía el consumo popular les genera perturbación. De una u
otra manera, con más o menos sutilezas, dicen que esa política es la
culpable de la inflación. Llegan a esa sentencia porque sus análisis
tienen como plataforma ideológica la perspectiva empresaria, que tiene
como propagandista al periodismo económico.
El último aumento de las jubilaciones del 14,41 por ciento sumado al
de marzo pasado de 15,18 por ciento totaliza un alza de 31,78 por
ciento en este año. Es un incremento que consolida la base de la demanda
por el lado del consumo. Involucra a 7.313.638 personas. Uno de los
insistentes reclamos que se escuchan en los medios de comunicación
apunta a la necesidad de explicar cuestiones económicas que le interese a
“la gente”, en una implícita crítica a las opiniones sobre aspectos de
poder y de la estructura de la economía porque son aburridos o de
difícil comprensión. Lo insólito de esa situación es que cuando hay una
noticia como el aumento de jubilaciones, en línea con el pedido de
intérpretes del interés social, es minimizada hasta directamente no
mencionarla en primera plana.
La Ley de Movilidad Jubilatoria está provocando una transformación
notable en los ingresos de los jubilados, que no fue a partir de un
único gran ajuste de recuperación luego de décadas de postergación o de
la postulación demagógica del 82 por ciento móvil sin financiamiento,
sino a partir de una tendencia dinámica que comenzó en el 2009 y
proyecta su continuidad en los próximos años debido a la forma de
actualización de los haberes. En agosto de 2009, el mínimo era de 770
pesos y con el aumento del 7,34 por ciento se elevó a 827 pesos. Fue el
primer año de vigencia de la movilidad automática semestral, y desde
entonces el acumulado es de 259 por ciento para colocar la jubilación
mínima en 2477 pesos.
Antes de que se aplicara el primer aumento por la Ley de Movilidad,
la jubilación mínima representaba el 55,64 por ciento del salario
mínimo, vital y móvil. Con el reciente incremento de ambos se achicó esa
brecha. El salario mínimo subió a 3300 pesos, y a partir de enero de
2014, a 3600 pesos (25,2 por ciento). El haber mínimo será de 2477 pesos
a partir de septiembre (sube 31,8 por ciento). En el último
cuatrimestre del año representará el 75 por ciento del salario mínimo,
apenas 7 puntos menos del simbólico 82 por ciento (ver cuadro). Si se
mantiene esa tendencia en la diferencia de los aumentos de esas dos
variables, ese objetivo se alcanzaría en los próximos años en el marco
de un sistema de cobertura previsional sustentable.
El haber mínimo involucra a casi el 70 por ciento del total de
jubilados, porcentaje elevado debido a que con el plan de inclusión
previsional empezaron a recibir beneficios 3,8 millones de personas en
edad de retiro que no habían realizado los aportes necesarios o
directamente no realizaron ninguno. Ese universo de trabajadores son los
que estuvieron en el mercado laboral informal y donde el salario mínimo
tiene mucha influencia en la definición de los ingresos. Por ese motivo
adquiere relevancia el indicador de cuánto representa el haber mínimo
respecto del salario mínimo. Y los importantes aumentos de la jubilación
de estos años se han acercado al monto del salario mínimo, vital y
móvil. O sea, gran parte de los trabajadores tiene una relación móvil y
creciente entre salario y jubilación mínima.
Esa dinámica también se verifica con las nuevas jubilaciones
otorgadas a empleados en relación de dependencia. Según información de
la Anses, sobre el total de altas de jubilaciones del segundo trimestre
de 2013, la relación fue la siguiente: la remuneración media actualizada
al momento de otorgamiento del beneficio, correspondiente a los últimos
120 meses trabajados, fue de 8070 pesos, mientras que el haber medio
para el primer mes de pago fue de 6392 pesos. Esto significa que la tasa
de sustitución promedio fue 79,2 por ciento. El promedio de 2011 fue
76,9; de 2012, 77,8; y en el primer semestre de este año, 76,7 por
ciento (en este último período se otorgaron 308.017 nuevos beneficios).
Los especialistas explican que la tasa de sustitución es un
indicador del grado en el que los sistemas jubilatorios alcanzan su
principal objetivo: reemplazar los ingresos obtenidos durante el período
de actividad laboral, manteniendo la jubilación una aproximación
razonable al nivel de vida previo al cese en el trabajo. Tanto en el
haber mínimo como en las nuevas jubilaciones, esa tasa de sustitución se
está acercando, con financiamiento y sustentabilidad global del
sistema, al umbral simbólico del 82 por ciento. Para todo el régimen de
jubilaciones y pensiones la tasa de sustitución es más baja, aunque con
persistente tendencia al alza, debido al plan de inclusión que ha
achatado la pirámide previsional. En 2007 era de 45,2 por ciento
subiendo en 2012 a 53,5 por ciento respecto de la remuneración media
imponible. Esto se traduce en que los nuevos jubilados y los que se
incorporaron por moratoria (haberes mínimos) son los que registran
mejores tasas de sustitución, mientras los que quedaron en el medio
están más rezagados, aunque una parte ha logrado corregir ese indicador
por actualización de sentencias judiciales. En algunos casos en exceso,
hasta el extremo mencionado por la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner en el discurso del 159O aniversario de la Bolsa de Comercio de
Buenos Aires, cuando anunció el segundo aumento anual de las
jubilaciones. CFK dijo: “No voy a decir nombres, aunque ustedes no lo
crean, hay un jubilado en la República Argentina que cobra, de acuerdo
con la ley y con fallos de nuestra Suprema Corte de Justicia, la bonita
suma de 143.000 pesos por mes de jubilación”.
Para ser más exacto, 143.889 pesos por mes, monto equivalente a 58
jubilaciones mínimas. Es el jubilado con el haber más abultado del
régimen previsional. Es un conocido ejecutivo del sistema financiero.
*Publicado en Página12
No hay comentarios:
Publicar un comentario