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En la Reunión de Parlamentarios del Foro de
San Pablo*, el senador uruguayo Roberto Conde, del Frente Amplio,
expresó: "Estamos avanzando, construimos mayorías, pero aún no hemos
construido hegemonía." Esto es, nuestros procesos no están consolidados,
no son irreversibles. No hemos pasado todavía de una "época de cambios"
a un "cambio de época", para utilizar palabras del presidente
ecuatoriano Rafael Correa. Además, dado que se trata de procesos que
siguen la vía electoral para su re-legitimación periódica, un revés en
un comicio podría generar un clima adverso para su continuidad y
profundización. Y esto, expandirse hacia otros países de la región,
debido a que el poder de las derechas sigue siendo fuerte, está
organizado y actúa a escala regional.
Pese a que, burdamente, la derecha se empeña en hurgar en nuestras
particularidades nacionales para agrietar la sintonía entre los
gobiernos populares de la Patria Grande, en todos los casos se trata de
gobiernos sensibles a la situación de los más débiles, propensos a
recuperar para el Estado la renta de los recursos estratégicos para su
redistribución social. Gobiernos para los cuales el Estado debe regular a
los mercados, y la política subordinar a lo económico. Gobiernos
encabezados por luchadores sociales de toda la vida. Gobiernos que
lograron reducir a su mínima expresión el histórico poder de la OEA (es
decir, de los EE UU sobre la región), y que hicieron que el presidente
del gobierno de Cuba, Raúl Castro, pese a que su país permanece vilmente
bloqueado, presida la CELAC, el foro que reúne a los países de América
Latina y el Caribe.
Es cierto que, como decía el senador uruguayo, hemos avanzado
mucho. Inclusive en materia de integración, como lo demuestra el proceso
de ampliación del Mercosur, que acaba de incorporar a Venezuela, y
espera hacer lo propio a la brevedad con Bolivia y Ecuador. Pero también
afrontamos problemas, como la formación de la Alianza del Pacífico, un
sucedáneo del ALCA de menores dimensiones orientado por los EE UU, y la
seducción que ella intenta ejercer sobre Paraguay, luego del golpe
contra Fernando Lugo.
Frente a esa ofensiva, la única salida es la profundización de la
integración. Porque la construcción de hegemonía regional por parte de
nuestros gobiernos populares sólo se logrará en la medida en que obtenga
el financiamiento que necesitan las políticas para un desarrollo
autónomo, por un lado, y, por el otro, la prolongación en el tiempo de
su legitimidad popular. Para lo primero, se torna imperativo avanzar con
instituciones como el Banco del Sur, la moneda regional de intercambio y
la recuperación de las reservas internacionales hoy depositadas en
bancos de la Europa en crisis, que podrían financiar grandes proyectos
estratégicos de integración energética e infraestructura productiva.
Hace poco, el propio presidente Correa se esperanzaba en nuestra
integración en materia de producción pública de medicamentos genéricos,
vacunas y anticuerpos, con lo cual lograríamos un colosal ahorro de
divisas, además de abrir un camino de independencia tecnológica de los
voraces laboratorios extranjeros.
Para lo segundo –la consolidación de su legitimidad pública–
necesitamos tratar en las máximas instituciones regionales, el poder
desestabilizador de las grandes cadenas de medios hegemónicos, en
remplazo del rol que otrora jugaran los clásicos golpes militares.
Necesitamos crear a instancias de Unasur, un área de trabajo permanente
que aborde la cuestión de nuestra dependencia tecnológica de los centros
informáticos del Norte, máxime al calor de las recientes informaciones
de espionaje, en el que se ha basado históricamente la dominación
ejercida por las grandes potencias.
Y aquí me detengo en un punto que me parece central: por sus
dimensiones, por el volumen de su producto, por la tradición de su
diplomacia, por su incidencia en los organismos multilaterales como el
G-20, por su presencia en el BRICS (junto a Rusia, India, China y
Sudáfrica), el papel de Brasil es fundamental. Dicho con realismo, es
muy difícil que la región fije una política duradera si Brasil no
quiere, así como es muy difícil que si Brasil tiene voluntad política,
una decisión no se tome. Por eso, para que esta agenda de profundización
de la integración se materialice, además de todas las otras, hace falta
la decisión de Brasil.
En definitiva, la Reunión de Parlamentarios resolvió constituir una
red, coordinar una agenda regional de leyes necesarias, conformar una
delegación permanente, efectuar al menos una reunión anual, y enviar
misiones de apoyo a los próximos procesos electorales de Honduras y El
Salvador. Pero nada de lo que hagamos desde los parlamentos es
comparable a lo que podría lograr la decisión política de sus líderes,
las y los presidentes, para profundizar la integración. Y si no es
ahora, que contamos con mayorías populares en la mayoría de nuestros
países, ¿cuándo?
*Publicado en Tiempo Argentino
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