viernes, 30 de diciembre de 2022

LA HORA DE OTRA DEMOCRACIA

Por Roberto Marra

Cuando se habla de “la democracia”, parece que no pudiera hacerse ningún comentario negativo sobre este sistema de gobierno sin ser considerado un “totalitario”, o señalado con un epíteto similar. Pero la realidad cotidiana de nuestra nación y de todo el Mundo, nos previene sobre la malversación que se ha venido haciendo sobre el significado y el contenido que deben considerarse sobre esa palabra (aparentemente) “intocable”, para verificar que realmente cumpla con los originarios preceptos que la generaron.

No se trata de lo etimológico, aquello de “demos” y “kratos”, y sus derivaciones históricas e idiomáticas. Es la conversión de un concepto de nobles propósitos, en una especie de “vara” instituida para “medir” su cumplimiento, pero una vara cuyas dimensiones fueron establecidas y mantenidas bajo siete llaves por quienes se apoderaron del poder de decisión mediante el dominio de los basamentos que constituyen a las naciones y hacen a sus desarrollos (virtuosos o nefastos) económicos, sociales y culturales.

Desde esa posición dominante es que hablan los defensores “a ultranza” de “la democracia”, impulsando una comprensión tergiversada del significado original y su imprescindible adaptación histórica a cada uno de los países y sus respectivas culturas. Es desde allí que ponen en juego concepciones dogmáticas atravesadas por la defensa de sus intereses corporativos y los de sus titiriteros imperiales.

Gracias a sus posiciones dominantes en los medios de comunicación, logran sus objetivos lavadores de cerebros y establecen la unicidad de criterios sobre el sistema en cuestión, impidiendo que la observación sencilla de la realidad cotidiana permita debatir sus bases y transformarlas en beneficio de las mayorías sometidas al arbitrio de los poderosos dueños de casi todo.

Nos asegurarán que en tal o cual país no existe la democracia, porque no se siguen sus reglas ni se les abren las puertas a sus brutales métodos de privilegios para pocos y miserias para el resto. Más todavía, no nos permitirán conocer a esos “regímenes” (así los denominan, para estigmatizarlos), a los que nos asomaremos a través de sus falsificaciones periodísticas diarias, todas elaboradas en base a un mismo criterio comunicacional, donde la libertad de expresión sólo es para quien domina el éter.

Tal es el dominio de sus irracionales principios, que caen bajo sus influjos hasta muchos honestos defensores de la democracia como metodología para el verdadero bienestar popular, dañando desde la raíz la posibilidad de transformaciones radicales que permitan construir sociedades de desarrollos equitativos, con protagonismo de todos sus habitantes. La propaganda suele consumir la capacidad de análisis, carcomer el raciocinio y acabar con la rebeldía necesaria frente a la parafernalia opresiva y banalizante propuesta desde un Poder que atraviesa todo, hasta la moral de las buenas personas.

El gran desafío es, entonces, deshilvanar este oscuro tejido de mentiras y fabulaciones, “pinchar el globo” de los funestos propietarios de las “verdades mentirosas”, para que les explote en sus caras la acumulación de atrocidades cometidas en nombre de esa palabra mágica que todo lo cubre. Un reto complejo, que propone una lucha desigual, pero imprescindible para retomar las etimologías olvidadas, y recordar a quienes intentaron construir una Patria que otros desvalijaron, torturaron, desaparecieron y asesinaron con la disculpa de la “falta de democracia”.

Una mujer perseguida, denostada y proscripta por los mismos que se llenan la boca con esa palabra, nos ha invitado a rescatar, con nuestras manos, las verdades de una historia popular agraviada y retorcida, elevarlas al conocimiento masivo y fundar con ellas los cimientos de una nueva Nación. Ese mandato histórico que nos ha propuesto, deberá servir como alimento a nuestros sueños abandonados, para revitalizarlos y volver a colocarlos como banderas que nos señalen un futuro que debemos hacer presente, en un territorio ultrajado que estamos obligados a recuperar, construyendo la soberanía que nos haga libres y la justicia que nos haga iguales. Entonces sí, habrá Democracia.

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