domingo, 11 de diciembre de 2022

ORFANDAD, DIRIGENCIA Y MILITANCIA

Por Roberto Marra

En el discurso posterior a la condena emitida por el tribunal de la inquisición macrista, Cristina manifestó su intención de renunciar a toda candidatura para las próximas elecciones. Pero además, puso “sobre el tapete” la necesidad de que cada militante se haga cargo de la parte que le correspondería para generar las condiciones que hagan posible el triunfo ante un enemigo capaz de todo por eliminar al peronismo de la faz de la Tierra.

No es nuevo eso de pretender que cada quien se anime a ejercer el rol de “Mariscal” para direccionar al conjunto de la ciudadanía peronista y aliada hacia el triunfo de esa doctrina representada, básicamente, por la banderas más elementales que el justicialismo popularizó como imprescindibles e innegociables: Soberanía, Independencia y Justicia Social. No es nuevo, pero tampoco resulta demasiado fácil de lograr, considerando los niveles de apatía a los que el enemigo y sus poderosos medios de socialización de los miedos, las sospechas, los escarnios y las fabulaciones mediáticas han producido en gran parte de la población, incluídos los militantes.

El tiempo juega su rol en el destino de una jugada política de la envergadura del rediseño estructural de “la dirigencia”, necesario paso para la introducción de nuevos actores en la organización de un movimiento de masas. Un tiempo del que no se dispone, donde lo imperioso es generar soluciones a los padecimientos populares emergentes de una “rara” economía, en la que se crece, pero se empobrece a esas mayorías. El hambre sucede hoy mismo, cuando los comestibles se han convertido en artículos de lujo para millones de personas a las que les resulta muy complicado pensar en otra cosa que saber si mañana va a comer.

Es en momentos como este que resurge el tema de “escuchar al Soberano”. Porque los y las dirigentes suelen adquirir, con el paso del tiempo al comando de la toma de decisiones, una especie de “virus”, no mortal, pero sí degradante de las relaciones con quienes les otorgaron el honor de representarlos. Compleja situación para los militantes con capacidades y predisposición para hacerse cargo de la parte de la responsabilidad que se le demanda. Difícil muralla para atravesar con simples buenas intenciones, si no se dispone de la voluntad amplificada de los dirigentes a quienes parece que nunca puede accederse.

A la lógica orfandad popular inicial derivada del renunciamiento de la máxima e indiscutible Líder, se le suma el “modo encierro” con el que se ha venido conduciendo el resto de la dirigencia, el de menor rango. Obsesionados (tal vez) por conservar sus espacios, antes que por elevar la participación de nuevos actores, de ampliar y renovar las filas dirigenciales, se terminan abroquelando en núcleos de poder interno que, aún cuando sea con la buena intención de preservarse de la intrusión del enemigo, termina sirviendo al objetivo malicioso de éste por socavar la estructura del Movimiento que los obnubila y los desespera.

Habrá que ver hacia donde deriva el renunciamiento electoral de Cristina. Deberemos procesar con mayor detalle lo sucedido y la eventualidad de un proceso que no la contenga como candidata. Pero lo seguro es que ha llegado el momento de actuar diferente por parte de quienes, hasta ahora, se han arrogado cargos dirigenciales pero sin la impronta de una conducción eficaz de las políticas partidarias, movimientísticas e institucionales.

En una coyuntura tan complejizada, arrasados por los poderes fácticos en manos de verdaderos mafiosos, atravesados por una economía al servicio del pago al FMI antes que a la aplicación de los preceptos elementales de Justicia Social, resulta imprescindible una acción conjunta, coordinada, inclusiva y abierta a la presencia y las propuestas novedosas. Esto, antes que comenzar con una vana “danza” de nombres de candidatos o candidatas, espuria manera de desandar un camino que los necesita antes asumiendo con humildad los roles que desde abajo (y desde Cristina) se les requiera.

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