martes, 21 de junio de 2022

OTRA VEZ CRISTINA

Por Roberto Marra

Una estadista de verdad explica una realidad para que se comprenda su origen, sus causas estructurales y los posibles métodos para cambiarla o mejorarla, y decenas de opinadores sin más experiencia que la lectura de la guía telefónica, se atreven a demonizar sus dichos en nombre de la defensa de los supuestos “atacados” por ella. Con menos intelecto que un rabanito, no alcanzan a comprender las palabras ni la sustancia de sus significados. Con enorme desparpajo, utilizando sólo sus odios o sus envidias como motores de sus discursos, lanzan improperios e irracionalidades para intentar aplastar con pasión troglodita a esa mujer que les enferma y les intimida.

Hasta el propio Presidente emite una opinión incoherente con lo manifestado por la Vice-Presidenta, anteponiendo una actitud inconducente respecto a la unidad que cacarea cada día. Utiliza una tribuna para desmentir la verdad de a puño que pocas horas antes lanzara su ¿compañera? No parece serlo de verdad, cuando ni siquiera pone atención a las palabras descriptivas de una situación evidente, para lanzarse a la crítica falaz y la defensa a ultranza de algunos acomodaticios eternos que pululan alrededor de la Casa Rosada desde hace demasiado tiempo (y sin importar el signo político del ocupante temporal).

La búsqueda de la desaparición de la escena política de Cristina Fernández de Kirchner no la disimula ya nadie. De una u otra manera, con mayores o menores adjetivos descalificativos, andan por la orilla de la destrucción de esa unidad atada con el alambre de la desesperación popular y empujada al abismo todo el tiempo por la mediática dependiente del Poder Real. Decir la verdad no reditúa, advertir de los peligros y los errores no es considerado una virtud. Señalar a los evadidos de la doctrina sustancial que parecía ser la argamasa que les otorgaba fortaleza, ahora es tratada con desprecio, poniendo en duda cada palabra emitida por esa mujer a quien la acusan de todo lo imaginable, aunque nunca puedan abatirla.

Claro que, a pesar de toda esa obscenidad mediatizada y la carga odiosa de los dichos contrarios a las palabras fundantes de Cristina, se produce un fenómeno comunicacional innegable ante cada uno de sus discursos. Nadie dejará de escucharlos. Y nadie dejará de criticarlos. Marca la cancha, desnuda las contradicciones, sentencia responsabilidades, desata tempestades de raciocinio popular y termina por condenar al fracaso a tanta parafernalia destructiva de su impronta de líder.

Abajo, bien abajo de su potencia histórica y su enorme convicción por las ideas que defiende, están los pusilánimes, cual evanescentes porteros de las riquezas de los herederos implacables de la oligarquía y sus evasiones fiscales sin medida, o transformados en simples críticos cotidianos de la vida del Pueblo sometido al sacrificio de la espera eterna. Levantan veloces la voz para la desvalorización hacia la mejor de todas, pero rinden sus cabezas ante los amos de las fortunas mal habidas. Consensúan con los jerarcas empresariales, postergando las necesidades en nombre de imposibilidades inventadas por el miedo a cambiar la realidad que nos aprieta el cuello y nos tortura con el hambre de los nadies.

No se pretende infalible la atacada por todos los ataques. Pero no deja de intentar convencernos de no quedarnos quietos, esperando sin esperanza hasta agotar cada una de nuestras vidas. Nos convida a la lucha permanente, nos invita a desatarnos los nudos de la miseria y la intrascendencia, nos conmina a dejar de lado el temor de tomar las riendas de nuestro destino, nos declara su amor de conductora leal y nos ilumina el camino abandonado tantas veces por ir detrás de espejitos de colores donde sólo se reflejan las mentiras de los cobardes.

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