miércoles, 8 de junio de 2022

LA PERVERSIÓN DE LA RISA

Por Roberto Marra

El organismo suele responder ante diferentes estímulos de maneras muy diversas. Una de las manifestaciones más comunes es la risa. Según algunos estudiosos, se trata de un modo de comunicación heredada de nuestros ancestros peludos, los primates. Según otros, la risa deriva de un gesto de agresión hacia otros, como un grito de triunfo sobre el adversario por haberse conseguido lo que se deseaba. Como sea, ese simple gesto natural y cotidiano, ha logrado exponer, con la prístina claridad de lo evidente, la calaña de quienes se arrogan el título de “grandes empresarios”.

Tal como su definición trasunta, la risa de estos malvados seres menos que humanos, no es otra cosa que una agresiva manera de comunicarnos su desprecio, de manifestar su amoralidad vestida de lujosos trajes y pantagruélicas comilonas. Que haya sido un miembro de la familia Braun Menendez quien la haya expuesto con tal perversidad, no resulta extraño, dada la larga prosapia apropiadora, genocida y fraudulenta de todo su árbol genealógico.

Ante tanta expresión de odio a los sometidos a sus arbitrios especulativos, la respuesta no puede ser una sencilla protesta ni una exclamación de asombro. Sus poderíos no son mellados nunca por la retórica ni la prosa argumentativa, porque están resguardados por la ignorancia masiva y el embrutecimiento de las mayorías, provocados todo por el sistema multimediático que responde y forma parte indisoluble de sus intereses.

Su única debilidad pasa por “el bolsillo”. El dinero acumulado y por acumular es el tesoro que se desviven por mantener y acrecentar, de la manera que sea. Evadiendo y mintiendo, comprando voluntades y vendiendo falsedades, han logrado lo que les permite dominarnos a su antojo. Salvo que los dominados logremos entender las razones de sus fortunas, su destino será la continuidad infinita de sus acaparamientos, cuyos herederos continuarán convirtiendo en más y más horrores y miserias a las mayorías populares.

La miseria tiene su orígen en esos “gorilas” risueños, que emiten esos sonidos guturales ante las obscenas pobrezas que fabrican para su regocijo. La pobreza es el resultado de sus existencias centenarias, de sus herencias macabras de etnias desaparecidas, de tierras robadas, de matanzas permitidas y compartidas por los gobiernos cipayos. Sus riquezas son la pauta cruel pagada por el Pueblo para poder ser cada vez más pobre. El hambre cotidiano de millones está al servicio de la enajenación de nuestra soberanía, de la inconcebible maldad de estos hombres y mujeres que se alzaron con casi todo, menos la dignidad.

Cuesta permanecer en silencio ante tanta atrocidad. Resulta atroz concebir que esos personajes oscuros sean quienes de verdad deciden nuestros destinos. Imposible aceptar que no se pueda exterminar sus falsos abolengos, sus noblezas de cloacas del desprecio y el contubernio. Asquea pensar que no somos capaces de eliminar sus sonrisas sarcásticas ante el hambre ajeno, expulsar del poder a sus títeres politiqueros, aniquilar sus capacidades sometedoras y hacerles pagar tanta procacidad inhumana.

El tiempo de la contemplación no puede continuar. No podemos seguir mirando sus repugnantes expresiones de genocidas con máscaras empresariales, sin actuar con la firmeza y la contundencia que semejantes aberraciones merecen. No es sólo el gobierno quien debe hacerlo. Es el propio Pueblo quien debe tomar las riendas de la Justicia imprescindible sobre esos maladrines de guantes sucios y trajes brillantes.

Ya mismo es necesario volver a las calles de las voces populares para empujar a nuestros representantes a tomar decisiones que marquen otro camino, donde el reinado falaz de semejantes homínidos con ínfulas de superioridades se acabe, donde se tomen medidas que reordenen la sociedad, se castigue a sus enemigos y se resuelvan las transferencias de tantas riquezas mal habidas hacia el bien público. Y se borren para siempre sus perversas risas de impunidades aseguradas.

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