lunes, 9 de julio de 2018

EL HAMBRE NO TIENE RATING

Imagen de "Periodista Digital"
Por Roberto Marra

El hambre no tiene rating. Ya lo demostró Kafka en su relato corto de 1922, “El artista del hambre”, donde el protagonista es un “ayunador profesional” en un circo, donde permanece sin comer dentro de una jaula para atraer la atención del público, que ignoraba absolutamente su presencia. Paradójicamante, luego de que hubiera muerto por inanición, colocaron en su lugar a una pantera, que sí resultó masivamente atractiva para la concurrencia.
Tal como en ese breve cuento del genial escritor, la sociedad muestra esas características canallescas, con comportamientos que manifiestan el desprecio hacia los que sufren por efecto de sus miserias materiales, a las que fueron arrojados con mayor desdén aún por los que lucran con la pobreza ajena.
Hipócritas feligreses de religiones que no sienten, esos amplios sectores sociales prefieren la ruindad de la dádiva antes que la reivindicación de los sumergidos. Los derechos son solo míos, míos, míos, parecen parafrasear al octogenario el-presidente al recibir su famosa Ferrari, otorgando solo el beneficio de la limosna oprobiosa para quienes fueron empujados a la deshumanización y, tal como en el relato kafkiano, olvidado tras las rejas invisibles de esos “modernos” campos de concentración que son las villas miserias.
Cada tanto organizan campañas de colectas de alimentos o zapatillas, con la parafernalia televisiva de una feria de alegrías que son solo de ellos, los organizadores. Nos mostrarán las sonrisas de los niños “felices” por recibir su pornográfica caridad de sabado por la tarde, para después ignorar sus presencias en cada esquina con semáforos o en cada mesa de bar.
Cuando arrecien las campañas politiqueras, algunos de los más perversos candidatos se sacarán fotos junto a esos enjaulados en la cárcel de la miseria, para intentar mostrar una humanidad que no sienten. Ni siquiera lástima se puede esperar de semejantes individuos, porque son, en realidad, los generadores de ese hambre y los colonizadores de las conciencias de sus votantes.
Un hambre que prefieren no ver los exasperados odiadores de lo popular, incluso cuando ya están cerca de caer en las mismas jaulas de la indignidad que habitan los que tanto denostan. Aun tras las rejas de esas mazmorras de la pobreza, intentarán seguir perteneciendo a “categorías” superiores, hasta que el hambre de verdad, ese que no habían conocido nunca, los empuje a comprender, muy tarde ya, que pudieron haber hecho algo distinto, que siguieron a los peores, que arruinaron sus vidas y mucho más las de otros, por no ver lo que tenían frente a ellos.
Ahora es el tiempo de ver. Este es el momento de mirar comprendiendo. Nunca como hoy resulta tan palpable la coerción del hambre, la persecusión implacable de los nutridos por el odio de clase y el abandono por los que seguirán ese camino más pronto que inevitable. No basta poner una carita inocente con ojos de hambre en la redes sociales. No es suficiente alguna frase de algún célebre pensador para entender el hambre ajeno. Porque no es ajeno. Porque es nuestro hambre en cuerpos y rostros de otros, espejos rotos por destinos fabricados por terceros, los mismos que navegan en fastuosos yates en mares plagados de inmigrantes muertos por un hambre idéntico al de quienes vemos todos los días detrás de las vidrieras irrespetuosas de los templos del consumo, mirando lo que jamás tuvieron ni tendrán.
Es hora de re-apropiarse de la palabra cambio, bastardeada por personajes salidos de una historia de terror, hambreadores seriales incapaces de sentir otra cosa que codicia. Es tiempo de alterar la realidad y convertirla en proceso virtuoso nuevamente. Como hasta hace tan poco, cuando la felicidad parecía estar a la vuelta de la esquina y decidimos seguir de largo, solo para ver, como en el cuento kafkiano, una pantera... que ni siquiera lo era.

No hay comentarios:

Publicar un comentario