viernes, 7 de marzo de 2014

POPULISTAS GO HOME

Imagen lacomunidad.elpais.com
Por Javier Chiabrando*

 
A cada momento algo se tuerce y el mundo cambia. A los momentos más relevantes uno los encuentra luego en libros de historia, anuarios de la revista Gente, comentarios de la vecina, almanaques. Se les llama momentos históricos, hitos, epopeyas, heridas epistemológicas o simplemente macanazos: el regreso de Perón, la huida en helicóptero del Gran Dormilón, la avispa del Turco que lo Reparió o la muerte del perro de Susana Giménez. Así se va haciendo historia, a los ponchazos, quiera uno o no.

Nuestra vida es así, como es, porque sucedió lo que ya sucedió. Si algo mínimo de todo eso no hubiera sucedido, esta vida sería diferente. Para entenderlo, léase "El ser y el tiempo", de Martin Heidegger (mamotreto de mil páginas), "Kafka y sus precursores" de Borges, o véase la segunda parte de "Volver al futuro", doblada o subtitulada. Dicho esto, veremos que esta dictadura de los populistas que sufrimos hoy, en este exacto momento, nació en una sucesión desenfrenada de hechos que se encadenaron para que los populistas nos encadenen a nosotros.

Hubo un hecho especial que, de no haber existido, habría hecho de nuestras vidas un paraíso, como voy a demostrar a continuación con documentos, datos y citas al voleo. Allá por la prehistoria americana, cuando los indios en bolas fueron dominados por los españoles en polleras, un cura muy humanitario (que la tenía más larga, la pollera) se solidarizó con los indios que morían de a miles en las minas de plata y otras obras de los españoles, y sugirió traer negros africanos a morir en lugar de los indios (lo que se dice un humanista).

El cura se llamaba Bartolomé de las Casas, y estaba envidioso de sus colegas que en Europa iban de matanza en matanza, de quemazón en quemazón, y al pobre se le pasaban los años y nada. El resultado es conocido: los indios sobrevivieron (un puñadito, pero se reprodujeron rápido; es su naturaleza animal), e Hispanoamérica se llenó de negros. "Esa curiosa variación de un filántropo", como definió Borges a Don Bartolomé, hizo que América se jodiera para siempre, llámele herida epistemológica o cagada monumental, que nos lleva, pasito a pasito, a vivir esta vida de sufrimiento.

Imaginemos otro mundo. Bartolomé se casa con la vecinita, gordita, trabajadora y fiel (aunque cuando ordeña las vacas tiene alucinaciones con diferentes tipos de tetas). No se hace cura. No viene a América a jorobar con sus planteos indigenistas (que lo eran). En su lugar viene otro cura al que los indios o los negros le dan igual porque es daltónico. Y además los indios mueren sin tanto espamento, en cambio los negros mueren cantando blues sin respeto alguno por las costumbres de los que los matan.

Si Bartolomé se casaba con la vecina, en la América Española no habría negros, y por lo tanto tampoco mestizos, y no habría existido Chávez. Sin negros muriendo como esclavos, serían los indios los que habrían muerto como esclavos, y se hubieran extinguido por la grandeza de la corona de España, (ole! No existiría un Evo Morales porque sus antepasados se habrían ido rapidito a visitar a Manitú. Y los blanquitos hubieran seguido adelante con su negocio y ordenado este gallinero que es Sudamérica. (Qué mundo más lindo, todos educaditos, que se tapan la boca al eructar! Un mundo sin populismo porque no habría populacho, no habría líderes del populacho, no habría peronismo, ni kirchnerismo, ni chavismo. (Aleluya!)

Ese es el mundo que sueñan algunos. Lo sueñan en serio como yo lo construyo en broma, sin más límites que mi vergüenza y mis ganas de no respetar ningún orden establecido. Creen que es posible, o que hubiera sido posible, de alguna forma mágica, que medio continente negroide e indígena pueda ser ignorado eternamente por los libros de historia. Creen que medio continente negroide e indígena puede ser ignorado eternamente por las clases dirigentes. Creen que ese continente puede seguir eternamente dominado por una minoría porque esa minoría (y lo creen realmente, no exagero), es más ilustrada, más limpia y más educada. ¿Los que piden el fin de los populismos, no piden acaso más dirigentes como Menem, De La Rúa, Bucaram, Carlos Andrés Pérez, Color de Mello? ¿O qué piden? Porque si piden otra cosa no se les entiende.

Han usado todas las opciones para someter a ese medio continente que ya no se deja someter así nomás: espejitos de colores, gobiernos asesinos, promesas vacías, despotismo ilustrado de oulet, líderes de cartón y peleles devenidos líderes de la noche a la mañana y vuelto peleles una madrugada cualquiera. Tuvieron que inventar eso por un curita con pretensiones de defensor de los derechos civiles. De no haber sido por ese hombre equivocado en el lugar equivocado, hoy el continente estaría habitado por un par de millones de blanquitos y todos seríamos terratenientes. Vendría el presidente de la Sociedad Rural y me diría: "Chiabrando, ¿no me acepta este millón de hectáreas, que no doy abasto para trabajar los otros millones que tengo?".

Un gobierno populista elegido por el pueblo, y varias veces, como en el caso de Venezuela, no puede tener razón por mucho que uno cite el proverbio aquel de que tantas moscas no pueden estar equivocadas. Es decir, las moscas van a la mierda, como los venezolanos al chavismo, pero ambas elecciones siguen siendo una mierda. Lo dicen los que saben, los que estudiaron en universidades privadas, los que escriben en diarios europeos, los que siempre tuvieron casa y comida caliente y nunca corrieron la liebre. Lo dicen desde sus sillones de pana que miran el Central Park (Rubén Blades; (cómo lo admiro maestro!), o El Retiro (Rosa Montero). Lo dice Alejandro Sanz, que a pesar de sus ideas políticas de la hostia, en lugar de cantar canciones que ayuden a pensar, sigue cantando cancioncitas de chica deja chico o chico deja chica y qué triste que estoy.

Lo dicen desde su gordura, desde la fortaleza de su bienestar personal, desde sus miedos de ser considerados revoltosos y aguafiestas, lo dicen avalados por las teorías de libros que escriben ellos mismos o sus amigos. Luego están los que ya no piensan y repiten como loros las consignas que le dan la razón a su estrechez: populismo, inversiones, seguridad jurídica; no saben lo que significa pero lo repiten porque es su función en la tierra. Dicen y repiten que millones de venezolanos (o ecuatorianos, o argentinos, es lo mismo), son moscas que no saben comer otra cosa que mierda. Antes la mierda la ponía el FMI y no tenía tan mal sabor. Por eso no decían nada. Ahora es mierda populista. Esa sí que es mierda.

Tan cultos que son y ya olvidaron el final de "El coronel no tiene quién le escriba", de García Márquez. "Y mientras tanto qué comemos", preguntó la esposa. "El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: Mierda". Se creyeron que era literatura pero por ahí era la vida. La vida implica la posibilidad de comer mierda si se va en busca de un objetivo, de la nobleza, del orgullo. Del orgullo de morir de pie. ¿No nos enseñaron que es mejor morir de pie que vivir arrodillados? ¿No nos dijeron que vale quebrarse pero no doblarse? ¿O eran mentiras?

No se enojan con las mismas ganas de los atropellos de la iglesia -que incluye muchos, pero muchos, chicos violados-, no se indignan con el mismo celo porque el gobierno de los EEUU espía a sus presidentes cuando van al baño para ver si hay que aumentarle la ración de puré de manzana. No, el tema son los populismos, un gobierno que mira a los pobres, que intenta algo por los pobres, aunque se equivoque. ¿Hay muertos? Muertos hay en todos lados, y casi nunca se sabe de dónde vienen las balas por mucho que se hagan los que saben. Siempre hay muertos cuando al establishment le tocan los cojones. La iglesia tiene millones de muertos (lea "La Puta de Babilona", de Fernando Vallejos). ¿No matan inocentes los gobiernos europeos en Afganistán e Irak? Hay guerra civil en las puertas de Europa (Siria, Ucrania). En Egipto hubo un golpe de estado hace meses y sobre eso se hacen olímpicamente los boludos. Porque el tema es que en los supermercados de Venezuela falta papel higiénico.

¿Qué es lo peor que nos puede pasar con estos gobiernos populistas? ¿Qué nos vuelvan pobres? ¿No es acaso lo que nos hizo la corona española, y luego uno tras otro los gobiernos títeres que ponían los yanquis con la aprobación de los genuflexos gobiernos europeos mientras repetían "sí, Bwana"? ¿Y qué pasaría si de pronto eligiéramos vivir en la pobreza pero con dignidad? ¿O acaso todos estos bienpensantes representantes de la clase media se creyeron el cuento del progreso eterno que nos vendió el capitalismo? ¿No leen acaso los diarios donde ellos mismo escriben? No leen que el 40 por ciento de Los Angeles vive en la pobreza, que los bancos se quedan con las casas de la gente, que el desempleo en España es el más alto de la historia, que barcos llenos de personas se hunden en los puertos de Europa sin que nadie haga nada para salvarlos. El progreso terminó en tragedia: desempleo, miedo, incertidumbre, pobreza, guerras. ¿Esto quieren para nosotros? Guárdenselo.

¿Y qué si los latinoamericanos eligiéramos el orgullo de ser pobres, como nuestros abuelos, que eran pobres y no pensaban que la vida era una carrera que terminaba en una casa en la playa y dos autos? ¿Y qué? Qué le juego que si cayera Maduro vendría algún blanquito de buena presencia, mucha corbata y organizaría cocteles donde estos bienpensantes cantarían por la paz y escribirían sobre "la nueva oportunidad del pueblo hermano". ¿No lo vimos ya? Ojalá que no suceda, pero qué le juego que si los gobiernos populistas caen, estos preocupados señores y señoras gordos/as participarán en el negocio o, lo que es peor, en el nuevo exterminio, sea con su aprobación, sea con su silencio. Total, la culpa la tiene Bartolomé de las Casas por no enamorarse de la vecina.

*Publicado en Rosario12

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