domingo, 2 de marzo de 2014

EE.UU., EL PAÍS RICO MÁS POBRE Y DESIGUAL DEL MUNDO

Imagen Ámbito Financiero
Por Gabriela Esquivada*

Los números hablan: casi 50 millones de estadounidenses son pobres, el 15 por ciento del total. El umbral de pobreza en la primera potencia mundial es un ingreso por hogar tipo de 23.492 dólares, casi tanto como el costo anual promedio de una carrera en una universidad estatal. Entrampado en esta realidad que se cristaliza año tras año, Estados Unidos sucumbe ante un esquema impositivo absurdo y una tendencia al recorte del gasto social.

En 1961 el presidente John F. Kennedy prometió que los Estados Unidos enviarían a un hombre a la Luna en los siguientes diez años, y aunque no vivió para verlo, el compromiso se cumplió. Tres años más tarde, su vice y sucesor, Lyndon B. Johnson, declaró la "guerra contra la pobreza" en su discurso del Estado de la Unión, con "resultados no tan buenos", según el profesor Thomas Corbett, un experto en el tema que participó en la creación de leyes en el estado de Wisconsin en la década de 1960, asesoró al Gobierno de Bill Clinton en la de 1990 y dirigió el Instituto de Investigación sobre Pobreza de la Universidad de Wisconsin-Madison hasta su retiro.

La comparación de Corbett en su ensayo "Ascenso y caída de la pobreza como tema de programas políticos" se planta en el lugar exacto que este debate alcanza a cincuenta años de la famosa intervención de Johnson -quien conocía la pobreza como maestro en Texas, pero también heredó propuestas de Kennedy-, tras la cual se crearon Medicaid (el acceso a la salud para pobres y niños), Medicare (el acceso a la salud para mayores de 65 años y discapacitados) y los programas de vivienda y educación económicas.

Para algunos (republicanos que quieren reducir los programas sociales ya menguados, progresistas que se escandalizan por las cifras), la guerra se ha perdido. Para otros, la guerra ha logrado victorias en batallas importantes, como la que presenta la desigualdad récord: sin esos programas, la pobreza sería muchísimo mayor. Otros piensan que el país dejó de luchar y por eso hoy el 15 por ciento de sus habitantes son pobres: casi 50 millones de personas.

"Los Estados Unidos no perdieron la guerra contra la pobreza: abandonaron el campo de batalla", dijo el profesor Gene Nichol, del Centro sobre Pobreza, Trabajo y Oportunidades de la Universidad de Carolina del Norte, uno de los diez estados que superan el índice nacional con un 17 por ciento de pobres. "A mediados de la década de 1970, el país había reducido en dos tercios la pobreza de los ancianos y en el 60 por ciento la de los niños. Todavía estamos bien en el segmento de los mayores de 65 años, gracias al seguro social, Medicare y Medicaid. Pero hemos perdido la voluntad de combatir contra la pobreza en la infancia, y se nota. Casi la cuarta parte de nuestros niños vive en la pobreza, una gran vergüenza para la nación más rica del planeta".

La nación más rica del planeta. La tierra de las oportunidades.

Acaso porque se supone que aquí todo es posible, hoy sucede la paradoja de que los Estados Unidos "se hayan convertido, en muchos sentidos, en la nación avanzada más rica, más pobre y más desigual", apuntó Nichol. Todo al mismo tiempo. "Aunque somos el país más rico, nuestros niveles de pobreza, pobreza infantil y desigualdad en el ingreso están entre los peores del mundo avanzado".

Según las estadísticas oficiales (que incluyen 2012), la pobreza afecta al 15,1 por ciento de los estadounidenses, o 46,5 millones de personas.

Si se toma una segunda forma de medición oficial, que incluye distintos ingresos suplementarios de los miembros de un hogar, la cifra aumenta al 16 por ciento, o 49,7 millones de personas.

La pobreza es más aguda entre habitantes negros e hispanos (27 por ciento y 25,6 por ciento respectivamente), entre menores de dieciocho años (21,8 por ciento) y, sobre todo, entre niños de menos de seis (24,4 por ciento) y menores de seis años que viven en un hogar a cargo de una mujer (56 por ciento). Las mujeres son más pobres que los varones (16,3 por ciento contra 13,6 por ciento) y ganan 70 centavos por cada dólar que gana un hombre en el mismo empleo.

SER POBRE EN NÚMEROS
Para una familia de cuatro miembros, vivir con 23.492 dólares al año.


El pago anual promedio de una universidad estatal es de 20.000. Los alimentos -según la medición oficial- consumen la tercera parte de los ingresos de los pobres. El alquiler de un departamento de un dormitorio sale un promedio de 900, 700 y 800 de acuerdo con el estado, según avisos clasificados de Craigslist. Este invierno, el más duro de los últimos 20 años, implicó cuentas de electricidad más altas que lo habitual: 66 dólares por mes en Florida (FPL), 91 en Carolina del Norte (Duke Energy) y 130 en Illinois (ComEd). Eso significó en la práctica que la gente debió elegir comprar alimentos o mantener la casa a 17 grados (62 Fahrenheit). En un país sin estructura de transporte público eficaz, salvo en algunas grandes ciudades, un automóvil hace falta para ir a trabajar: un auto económico usado (por ejemplo, Toyota Corolla 2009) oscila entre 9.000 y 11.500 dólares, y entre una financiación a cinco años y el seguro (que varía por muchos factores, desde criterios del estado hasta la historia del conductor) cuesta entre 200 y 300 dólares por mes. Los gastos de nafta son variables, pero llenar el tanque de un Corolla, que alcanza para un poco más de 671 kilómetros, sale un promedio de 35 dólares.

Hasta aquí el valor intermedio anual suma 20.360 (sin nafta), y no se mencionaron la salud (la Ley de Salud Accesible u Obamacare, madre de todas las batallas del actual presidente, se originó en el problema de casi 50 millones de personas sin seguro médico en un país que no tiene atención gratuita), la vestimenta, la telefonía, el cuidado o el transporte de los niños, ni los impuestos; mucho menos, cosas como los gastos derivados de la educación, el entretenimiento o las vacaciones.

Este cálculo es hipotético. En la vida real y en la diversidad que ofrece un país tan grande como los Estados Unidos, la situación se muestra más dura.

Ross Fraser, vocero de Feeding America, la ONG nacional más importante entre las dedicadas a brindar alimentación a personas pobres, sintetizó para Viernes: "La mayoría de la gente necesita ayuda porque simplemente no gana el dinero suficiente para proporcionar a sus familias tres comidas diarias". Fraser explicó que la organización da alimentos a 37 millones de personas cada año y que el panorama se ha ensombrecido en los últimos: "Entre 35 y 38 millones de estadounidenses padecieron inseguridad alimentaria -el término que se usa para aquellos que no tienen la certeza de comer todos los días- entre los años 2001 y 2006; esa cifra trepó a 49 millones en 2007, cuando nos golpeó la recesión. Desde entonces se mantuvo entre 49 y 50 millones de personas".

Hoy, destacó el comunicador de Feeding America, "uno de cada siete estadounidenses vive en el límite o debajo del nivel de pobreza, también uno de cada siete recibe cupones de alimentos -el Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, 133 dólares mensuales en promedio o 4,38 por día- y uno de cada seis vive en inseguridad alimentaria". Según Fraser, "hace falta financiar programas federales de nutrición: si se reducen el desempleo y la pobreza, también disminuirá el hambre".

Corbett cuestiona la manera en que se mide la pobreza, que prácticamente no ha cambiado desde la década de 1960: "Básicamente, la línea es muy baja y muchas formas de asistencia gubernamental no se cuentan como recursos de las familias pobres", dijo. Pero ni eso hace que la pobreza pierda gravedad ni es el centro del asunto: "El problema verdadero del presente es la creciente desigualdad en el ingreso, la riqueza y las oportunidades", agregó.

El presidente Barack Obama se ocupó del tema en un discurso reciente sobre la falta de movilidad social en los Estados Unidos: "Esta tendencia a la desigualdad creciente no es única de la economía de mercado de los Estados Unidos. La desigualdad ha aumentado en todo el mundo desarrollado (...) Pero esta desigualdad creciente es más pronunciada en nuestro país y desafía la esencia misma de quiénes somos como pueblo". Esa inequidad es mala para la economía, porque fragiliza el crecimiento y hace más frecuente la recesión; afecta la cohesión social y daña la democracia, agregó.

El nivel récord de desigualdad no es nuevo. En 2007, justo antes de la crisis, el 1 por ciento que más gana concentraba el 24 por ciento de la riqueza; cifras exactamente iguales a las de 1928, justo antes de la Gran Depresión, comparó Corbett. Por eso opinó: "La desigualdad creciente es un uno de los temas principales de nuestra época, junto con el calentamiento global. Ha aumentado desde la década de 1980. Aunque se redujo brevemente durante esta recesión, ahora está aumentando de modo dramático otra vez en la medida en que nuestros mercados financieros se recuperan. Durante los años de Obama en funciones, la tendencia de la pobreza ha sido hacia arriba. Desde mi perspectiva, él heredó una economía terrible de su predecesor e hizo un trabajo muy bueno en evitar que este país y el mundo cayeran en una depresión catastrófica. Sin embargo, decepcionó a algunos por no utilizar políticas de estímulo agresivas para espolear el crecimiento económico y frenar los abusos de los mercados financieros. Claro que la división política deja sus opciones limitadas".

DESIGUALDAD QUE SE NOTA
Según cifras oficiales, la clase media estadounidense se define por un ingreso por hogar de 51.017 dólares al año. Los profesionales exitosos de campos como el derecho y la medicina se ubican en la base del uno por ciento que más gana, con 380.000 dólares. Pero ese uno por ciento incluye sobre todo a los emprendedores de negocios exitosos (entre 1 y 3 millones de dólares al año) y tiene en su extremo superior a los directores ejecutivos de las grandes compañías financieras y a las figuras más destacadas de Hollywood y los deportes, con 10 millones de dólares o más de ingresos anuales, según ilustra el documental "Inequality for All" ("Desigualdad para todos"), de Jacob Kornbluth, cuyo hilo lleva el ex -secretario de Trabajo de Bill Clinton y actual profesor de la Universidad de California en Berkeley, Robert Reich.

Entonces hay una persona que gana 10 millones de dólares al año. Y otra que gana -límite de pobreza individual- 11.720. Ambas pagan impuestos. Proporcionalmente, ambas pagan menos que el que vive en un hogar de 51.017 dólares al año. Distintas reformas tributarias (la más reciente, durante el Gobierno de George W. Bush) han dejado los porcentajes de impuestos estatales y locales sumados en un promedio del 5,6 por ciento para el 1 por ciento de mayores ingresos, según el Instituto de Impuestos y Política Económica.

Los hijos de la primera persona tendrán posgrados en universidades de excelencia. Los de la segunda tendrán dificultades para terminar el secundario: el 22 por ciento de quienes viven un periodo de pobreza en su infancia no termina la escuela, cifra que llega al 32 para quienes viven más de la mitad de su niñez como pobres, según el Children's Defense Fund (Fondo de Defensa de la Niñez). ¿Hace falta agregar que las diferencias de educación generan diferencias de ingresos?
Así podrían resumirse algunos de los aspectos más visibles de la desigualdad, aquello que Obama llamó "una amenaza fundamental al sueño americano, nuestro modo de vida, aquello que representamos en el mundo".

Erin Cumberworth, investigadora del Centro sobre Pobreza y Desigualdad de la Universidad de Stanford, amplió: "La mayor parte de la desigualdad en los ingresos se impulsa por un aumento en la porción del ingreso del 5 por ciento que más gana. Los ingresos superiores han crecido porque el pago medio a los directores ejecutivos se ha disparado: en 1965 el director ejecutivo promedio ganaba 24 veces más que el trabajador promedio; en 2009, 185 veces más".

En su ensayo, Corbett utilizó otro año para comparar: 1973, cuando la pobreza llegó al punto más bajo en la historia de los Estados Unidos, el 11,1 por ciento. Entonces un trabajador ganaba 27 veces menos que un director ejecutivo de corporación; en 2008, 262 veces menos.

Para Cumberworth, la desigualdad es un asunto muy distinto del deterioro en la parte inferior del mercado de trabajo, que en su opinión es un problema mucho más urgente si se habla de pobreza: "Una cantidad creciente de personas está desempleada o fuera de la fuerza laboral, y para los trabajadores sin calificación se vuelve cada vez más difícil encontrar empleo estable".

La tasa de desempleo ha bajado al 6,6 por ciento, pero en buena medida porque muchos han dejado de buscar empleo, escribió Jeff Madrick en su artículo "Obama's Toughest Job" ("El trabajo más duro de Obama") en The New York Review of Books, donde discute el modo de medir el problema: "Los niveles de empleo según población sugieren que la tasa real está más cerca del 9 por ciento. Las minorías han sido aplastadas. Los jóvenes en particular han sido magullados".

Hay 11 millones de personas desempleadas. Casi un tercio de ellas no ha conseguido trabajo en seis meses o más, cifra que llega a la mitad en estados como Nueva Jersey, Florida o el distrito de Columbia. Desde el presunto fin de la recesión en 2009, los empleos que se han creado en el ámbito privado carecen de horarios regulares o beneficios como seguro de salud, días por enfermedad o vacaciones, y uno de cada cuatro paga el mínimo (entre 7,25 y 10,10 dólares por hora, según los estados), que en muchos lugares, aun si se trata de trabajos de tiempo completo (muchos son de menos de 40 horas por semana), no alcanza para vivir.

"El mercado de trabajo nunca se recuperó del todo luego de una recesión relativamente suave a comienzos de la presidencia de Bush, en 2001, y se desplomó al final de su Gobierno, al terminar 2007", reseñó Cumberworth. "Ha mejorado durante los años de Obama pero no tanto como hubiéramos esperado tras la recesión. Los problemas del mercado laboral han crecido de manera continua desde la década de 1970 -el único período de crecimiento fuerte- y la única vez que nos recuperamos completamente de una recesión fue a finales de la década de 1990 durante la presidencia de Clinton".

Para la experta, el problema mayor en la actualidad es "la imposibilidad de la gente -en especial de aquellos sin título universitario- para conseguir trabajos lo suficientemente estables y bien pagos como para mantenerse a sí mismos y a sus familias: una gran cantidad de gente hace equilibrio en el borde del mercado laboral, improvisa como puede con empleos breves y/o mal pagos, beneficios gubernamentales exiguos, trabajo en negro en el mercado informal y la ayuda de familiares y amigos".

La vida es una lucha constante para los pobres que trabajan, agregó Cumberworth. "Un trabajo o un ingreso estable podrían solucionar muchos problemas en otras áreas como la salud, la vivienda, el bienestar de la infancia", explicó. "Deberíamos hacer lo posible para ayudar, desde programas de capacitación para que la gente tenga los conocimientos que necesitan para los trabajos que existen hasta estímulos gubernamentales centrados en aquello que crearía trabajos que no requieren capacitación, como mejorar los caminos y otra infraestructura; desde mejorar los salarios por medio de subsidios o de créditos impositivos hasta estrategias más innovadoras como facilitar información sobre las condiciones laborales en otras ciudades o estados y acaso inclusive ofrecer subsidios de traslado para quienes elijan mudarse para aprovechar una oportunidad de trabajo".

Nichol encuentra un vínculo político entre la extrema polarización de la riqueza y la pobreza: "La desigualdad se ha convertido en un problema descomunal en los Estados Unidos. En términos reales -abrevió- somos los peores del mundo. En parte se debe a tendencias económicas poderosas. Pero mucho se debe a más de tres décadas que favorecen a los más ricos entre nosotros, aquellos que, además, financian nuestras campañas políticas". Un punto sobre el que llamó la atención el Premio Nobel de Economía Paul Krugman en The New York Times: "Las encuestas entre los más ricos han mostrado que ellos -a diferencia del público en general- consideran que el déficit fiscal es un tema crucial y favorecen los grandes recortes en los programas de protección social. Y, por cierto, esas prioridades de las elites han copado nuestro discurso sobre políticas".

Y las políticas: los programas tradicionales de beneficios sociales insumen 59.000 millones, mientras que los subsidios a las corporaciones (sin contar los 700.000 millones del salvataje a los bancos en 2008) son de 92.000 millones por año, según la fundación Think By Numbers (Pensar en Números).

Walmart, una de las beneficiadas, es una cadena nacional donde hacen las compras la clase media-baja y la clase baja. En sus cajas han pegado un cartel que advierte que desde noviembre de 2013 hubo un recorte en los cupones de alimentos que puede afectar lo que el cliente tiene asignado en su tarjeta y aconseja que pida a quien lo atienda que verifique los fondos antes de pasar su compra. Tras la Ley de Agricultura aprobada a fin de enero, que quita fondos del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria, los cupones de alimentos se volverán a reducir.

*Publicado en Ámbito Financiero

No hay comentarios:

Publicar un comentario