lunes, 16 de mayo de 2011

CIVILIZACIÓN


Por Gustavo Daniel Barrios*

Se disfruta en cuanto se inicia la acción matinal, a los oficios del frío y otros, o a los oficios tórridos, al caminar entre saludos. Es frecuente en uno observar a la diariera de junto a la clínica, chueca, fumando como peste –yo lo hice antaño-, y realizando siempre su trabajo como si se tratara de un sacerdocio, y que resignó hace muchísimo caracteres de femineidad que supo tener. 
Hay otra que está a cargo de una frutería, amante de todos los deportes, una típica raulito disfrazada de macho. Van rellenando la mañana tacheros, con sus códigos compartidos con los peluqueros de hombre, o los ticketeros del fútbol, o el martillo neumático, etc. Todos ellos comparten un drama : Les vendieron el cuento del perfume francés. 
Han recibido el azote de que ocuparse de los Derechos Humanos es cosa del orden del perfume francés, que no es para ellos, porque además se trata de mariconadas, y que como gente de trabajo no debe interesarles. Que es demasiado lírico. 
Las víctimas del cuento del perfume francés en Europa, por su puesto también en Francia, es presionada con el cuento de que ocuparse de los Derechos Humanos es cosa de neoyorquinos, o son cosas de Manhattan, o de americanos de elevado status, y que son mariconadas. 
Esta mujer chueca y desconfiada, ciertamente limitada en su visión del mundo, no puede ser abandonada para tacharla definitivamente de rudimentaria, o imbécil, eso no. Que ella no tenga compromiso con las cuestiones atemporales, no quiere decir que coma vidrios. De ningún modo. Ella en su soledad comprende; no puede de ningún modo darlo a conocer, pero comprende. Porque es muy difícil que alguien, un trabajador chapado a la antigua, esté completamente derrotado en cuestiones de inteligencia. Cada ser humano es una celebridad si las condiciones se ordenan. Ella también congenia en su buceo personal con esas cosas a veces, pero dada su formación y sobre todo su entorno, no puede darlo a conocer. La información, de sí no la borra. 
Desde la panorámica que nos da, el haber tenido siempre y por fortuna, la sensibilidad y el afecto y el hermanamiento por las víctimas, la conmiseración debe extenderse a los que tienen una transitoria estrechez de miras. Observando a esa belleza de mujer que es Victoria Montenegro, se advierte que la restitución de identidad, en una sociedad post genocida como esta, tiene valor resurreccional. Y yo pienso entonces en una restitución de identidad civilizatoria, para las víctimas del cuento del perfume francés. Ellos deberían también al asomarse a estas causas, renacer como los chicos restituidos. 
Estas buenas personas, han tenido básicamente el síntoma de la reacción alérgica a los Derechos humanos. Si uno le habla a uno de ellos, y le comenta que cuando él o ella tenían un año o seis años, se labró el Acta Internacional de los Derechos Humanos, que tenía treinta artículos, etc, y que con eso por lo menos en lo abstracto al principio, se consiguió un cambio de Era, que aun está buscando su arraigo, se opera en ellos, generalmente, una reacción alérgica. Ellos son buena gente pero les ocurre eso. Porque el poder incalculable de un barroquismo semejante, los agobia, y se ponen pues a la defensiva declarándose conservadores. 
La militancia está para eso, y es labor paciente. Este fenómeno es de la cultura, e internándonos en esta exploración, aprendimos incluso, que existe un hombre conservador, que es inocuo, o nunca perverso, u honesto. Se trata de personas que son presa de una anomalía cultural. 
Pero hay otros, que sí son perversos, y nunca fueron honestos. Son aquellos que teniendo capacidad y comprensión política, obstruyen el paso de esta gente inocente a las enseñanzas civilizatorias, y se la pasan arrojando al suelo clavos miguelitos, por todo lugar donde andan estos hombres y mujeres bastante en soledad. 
Viene a cuento, en estos días, una anécdota que habla de ciclos y personajes que volvieron, entre otras cosas, para que las víctimas de los oficios del frío, no alcancen a conocer. Contaba Perón : “.........Algunos que hoy nos critican, dicen que se ha desequilibrado un poco la economía. Esto me recuerda un poco a un cuento de Discepolín: “Un día fui al circo con un amigo que siempre veía la parte mala de las cosas. Un equilibrista puso sobre una pértiga una mesa, y sobre ella una silla, sobre la silla una botella y se paró de cabeza sobre la botella. Con los pies sostenía un arpa, y con las manos la tocaba. Este buen señor, comentando el espectáculo decía: No me gusta cómo toca el arpa.....” 
Señores –agrega Perón-, pienso que los que dicen que se ha desequilibrado un poco la economía tienen mucho del escepticismo de este personaje del cuento. Yo pregunto ¿qué país del mundo tiene equilibrada la economía? ¿Quién puede hablar de equilibrio económico?” 
Bien, pero no era escéptico. Repasando que en ese tiempo se abrazaba el galardón de quinta nación del globo, en el cuento de Discepolín, ya cuando había el artista llegado al sostenimiento del arpa, se podía distinguir en eso la magna obra. Los soberbios son victimarios. La militancia tiene que ocupar el lugar de una inteligencia nacional, y el hecho cultural postergado precisa de un magisterio, tal vez socrático, siempre discepoliano, definitivamente forjista, y con una lógica que pudiera ser kirchnerista, y con el sueño a cuestas de una maestra de montaña, borrico y todo, y Argentina en todos.

*Miembro del Centro de Estudios Populares (CEP)

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