miércoles, 1 de enero de 2025

TIEMPO DE REBELIONES

Por Roberto Marra

Siempre es difícil enfrentarse a una página en blanco para describir la realidad, pero por estos tiempos de brutalidad encumbrada, de negacionismo acérrimo, de ignorancia premeditada, de sadismo militante, de demolición del sentido de lo humano, la dificultad se multiplica por el millonario número de martirizados por el fuego literal de los genocidas, se agranda en la misma dimensión de los dolores de los miserabilizados, se hace exponencialmente enorme ante el latrocinio de los vulgares asesinos devenidos en supuestos defensores de la vida (de ellos).

La palabra muerte aparece cada vez más en los relatos, los olvidos premeditados se hacen cada vez más masivos, la solidaridad es un recuerdo desaparecido de aquellas épocas donde todos valíamos igual, las maldades son expuestas como simples daños colaterales de otros hechos aún peores que esos daños, pero escondidos bajo la alfombra donde los poderosos barren el conocimiento con la escoba de la mentira programada.

Como zombies escarnecidos, millones de ninguneados caminan solícitos hacia la falsía establecida como verdad, burlándose de quienes intentan prevenirlos de sus brutales errores, negando lo evidente para sentirse parte de ese mar de idiotizados por las redes de la ignominia y los algoritmos tergiversadores de los sentidos y las evidencias. Quienes se dan cuenta de semejantes desvaríos, ni siquiera logran encender la rebeldía que en otros tiempos hubiera desatado milonarias manifestaciones de advertencias y repudios. Las “sanciones” oprobiosas de los embrutecidos señalarán con fervor a los que se atrevan a disentir, aplastarán con ferocidad a los que logren salirse de esa telaraña del horror semántico de la mediática fabricante de ignorantes y brutos con iniciativas mortales.

La cobardía ha descendido a las alturas de lo inconsciente, ha atravesado nuestras arterias hasta anidarse en los corazones refrigerados por la mentira, ha degenerado en violencia contra nuestros semejantes desvalidos, ha involucionado hacia la prehistoria de las cavernas de lo absoluto, cortando de cuajo las lógicas relaciones solidarias de otros tiempos, haciendo añicos la capacidad de asombro ante los padecimientos ajenos, que nunca podrían ser ajenos.

Duele la realidad, pero es ella a la que se debe recurrir para modificar semejante nivel de sometimiento inmoral. Molesta la verdad, pero sin ella no se podrá reconstruir siquiera la mínima red de contención de los eternos perdedores de la historia repetida y perversa en la que sobrevivimos. Estremece conocer lo que sucede con certeza, porque devela nuestras propias incapacidades para evitar lo que nunca debió suceder. Se hace gigante nuestra debilidad para acometer con presteza contra lo que se exhibe como inevitable desde las alturas del Poder Real.

No cabe otra salida que la rebelión contra los fabricantes de todo este proceso degradante de la humanidad. No puede haber medias tintas frente a lo oprobioso, ni miedos ante las amenazas inevitables de los genocidas de saco y corbata que dirigen el genocidio de las ideas y los cuerpos. No hay ya casi nada por perder, salvo la vergüenza por no hacer lo que se debió hacer para evitar tanto martirio cotidiano. No existe resultado positivo posible, en tanto la “bestia parda” de esta modernidad de horrores incoherentes con lo humano predomine por sobre nuestras voluntades.

Cada día nace una nueva posibilidad que haga factible cambiar algo para empezar a cambiarlo todo. Todo depende de hacer prevalecer los sueños de Justicia por sobre el miserable vuelo gallinaceo de los irresolutos. Todo también dependerá también, de la capacidad de comprensión de semejante desafío por parte de quienes pretenden ejercer roles dirigenciales sobre la sociedad, pero que, hasta ahora, sólo actúan con medrosa “prudencia”, paso previo a la traición de los ideales que se necesitan levantar como banderas para hacer trizas las miserias materiales y mentales que nos trajeron a este “matadero” de consciencias.

Un nuevo año da comienzo en este carrusel de esperanzas que se organizan con almanaques y brindis de deseos que, después de la medianoche, se desvanecerán entre el humo de los fuegos artificiales y las metrallas reales de los genocidas de otros lares, que parecen distantes, pero están a la vuelta de la esquina de la vida de quienes aún conservan algo de humanidad en sus neuronas mancilladas.

Es tiempo de renovación, dirán muchos. Es hora de dar vuelta la página, observarán otros. Atrevámonos entonces a realizarlo de verdad, revolucionemos nuestras almas, rebelemos nuestros espíritus, sintamos como propio cada dolor ajeno, convirtamos este territorio martirizado en el campo de batallas de las ideas renovadas, en el camino hacia aquellos viejos y permanentes sueños de liberaciones inconclusas, donde prevalezcan, por fin, el amor y la igualdad.

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