domingo, 22 de diciembre de 2024

EL COMPAÑERISMO PERDIDO

Por Roberto Marra

En el ámbito de la política, hay palabras que expresan con contundencia el tipo de relaciones que mantienen los actores de esa actividad dentro de las agrupaciones en donde desarrollan sus militancias. El compañerismo o camaradería se manifiestan con la lealtad entre ellos, con la fidelidad a los preceptos ideológicos y doctrinarios que los llevaron a unirse, con la nobleza de sus actos recíprocos, con la franqueza de sus argumentaciones a la hora de de discutir posturas diversas, a la observancia de lo decidido conjuntamente y al fraternal acompañamiento de quienes ejerzan la conducción o el liderazgo en esa agrupación a la que suscriben (se supone) con honradez.

El compañerismo se expresa en armonía, paz, amistad, reciprocidad, unidad, cordialidad. La insolidaridad es el antónimo del compañerismo, y cuando un compañero no la tiene respecto a un par, se desatan las discordias que pueden derivar en deslealtades y hasta en traiciones. Allí estallan los cumplimientos convenidos, se abren caminos a las infidelidades y se pulverizan los consensos. Peor que todo eso, se alimenta al enemigo para que se fagocite los restos desperdigados de lo que fuera un sólido conjunto de voluntades al servicio de objetivos nobles, generadores de esperanzas populares y base de sustentación de proyectos reales para la transformación positiva de la sociedad.

Este último proceso es el que se viene poniendo de manifiesto en la relación de algunos sectores del peronismo con el gobernador de la Provincia de Buenos Aires en la actualidad. Como comadronas de barrio, los opositores internos expresan sus divergencias por medio de indirectas o pretendidas ironías, más tendiendo hacia el sarcasmo miserable que a la crítica positiva que posibilite mejoras de gestión o sostenimiento doctrinario.

Anulando los conceptos básicos que emergen del compañerismo, dedican sus esfuerzos e inteligencias a poner piedras en el camino de la imprescidible construcción unitaria para la victoria ante el feroz enemigo que avasalla derechos y anula esperanzas de sobrevivencia. El Pueblo observa azorado como desde las trincheras de la estupidez, se bombardea a quien pretenden desplazar de las decisiones de lo menos importante, dañándolo con espasmos discursivos con mucha falta de ética y mayor incomprensión de la realidad.

Pocas incongruencias más dañinas que la desconexión entre voluntad y acción. Pocas circunstancias más peligrosas para el destino soberano que el abandono de la comprensión de las diversidades que puedan sustentarla. Escaso favor a la construcción de la imprescindible unidad el que brindan los egos y las vanidades personales. Vanas discusiones resultan de la fragilidad de argumentaciones referidas a lo personal y no a lo sustancial. Los errores históricos derivados de estos devaneos partidocráticos, se acumulan en las alforjas de los eternos perdedores populares, abandonados a su suerte por los enemigos de la vida instalados en el gobierno más obsceno jamás concebido en nuestra Nación.

Y mientras la humanidad se desploma en el abismo de la incertidumbre de su probable desaparición, las miserias de algunos pretendidos líderes anulan las escasas probabilidades de modificar el rumbo hacia el noveno círculo del infierno del Dante, envueltos en paradigmas tan aneuronales como brutales, expresiones repugnantes para quien pretenda llamarse a sí mismo “compañero”, una palabra sagrada que manchan con cada bofetada a quienes maldicen por defender la misma Doctrina donde nacieron sus convicciones, pisoteadas con la verba inconducente y la traición al futuro de un Pueblo al que ignoran a la hora de decidir sus acciones.

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