lunes, 27 de abril de 2020

CONTRAPODER

Imagen de "Informa-Tico"
Por Roberto Marra
La capacidad de quienes detentan el Poder Real es tan inmensa que, por fuera de los deseos mayoritarios y las necesidades que con ellos se expresen, pareciera imposible modificar los rumbos establecidos desde las cúpulas de mandamases que siempre lo han decidido todo, lo cual ha implicado el drama social en el que estamos inmersos desde hace décadas, aun con la periódica presencia de gobiernos de claros objetivos populares.
De alguna manera, todos sabemos que ese supra-poder económico, financiero, judicial y mediático, logra “colarse” entre el funcionariato de cualquier gobierno, incluso el que pudiera resultar más enfrentado ideológicamente a ellos. Con esas “cabezas de playa” lograr ir minando la capacidad de gobernar de los bienintencionados y establecer criterios incluso contrarios a los expresados por los líderes que eventualmente ejercen el poder político.
 

Con esos métodos, siempre abonados por un sistema mediático al que nunca realmente se le opuso uno de dimensiones y/o capacidades comunicacionales similares pero de signo opuesto, van pergeñando la caída de la confianza popular, ese fundamento esencial para la supervivencia y el ánimo renovador de los gobiernos que han sido electos para hacer la voluntad de los electores. Sus “quintacolumnistas” terminan por imponer, en muchos casos, pautas que germinan en apoyos de los propios perjudicados por esas decisiones, que luego derivan en repulsas al gobierno, cuando los resultados explotan ante los hechos (mal) consumados.
Todo esto, no por conocido, resulta de más fácil modificación. La sociedad permanece atrapada en una durísima telaraña tejida con miedos y realidades impuestas por demasiado tiempo, lo cual la conduce a la inacción o el desengaño precoz de sus esperanzas ciudadanas. La inyección del virus de la desidia o el otro peor de la insolidaridad, van produciendo rápidos cambios de humores y caídas veloces de los valores que otrora parecían inconmovibles, transformando a la sociedad en su conjunto, rompiendo los cimientos levantados con tanto esfuerzo.
Tomar decisiones que impliquen actuar contra ese Poder (casi) omnímodo, forma parte del cúmulo de temores que se contraen casi como una enfermedad por los gobiernos. No se trata tanto de cobardía, como de la conformación de un modo de pensar establecido a través de los años, siempre en base a teorías y prácticas respectivas generadas por el mismo Poder, solapadamente impuestas por medio de supuestos “eruditos” en materias de economía y política. Con esos mensajes y elaboraciones de tajantes definiciones de una realidad tergiversada, penetran el inconsciente de gobernantes y gobernados, produciendo el buscado efecto negativo para las mayorías, que miran casi sin entender las razones que suelen esgrimirse, no por ignorantes, sino por contrarias a la esencia de lo pactado electoralmente.
En ese trayecto recorrido con tantas esperanzas primigenias, hay momentos decisivos, hay coyunturas que aparecen como determinantes para el futuro, hay bifurcaciones del camino emprendido que pueden llevar a uno u otro destino, dependiendo de las medidas que se establezcan y los convencimientos que se impongan. Son esos sitios temporales donde se suelen conjugar todos los requisitos para dar el salto inconmensurable hacia una sociedad superadora de las taras que nos mantienen en esta especie de “limbo de la fatalidad”, de lo establecido por los autores de todas nuestras desgracias.
Cuando los desafíos anulan cualquier otra cosa que no sea la supervivencia, el panorama se muestra lo bastante claro como para decidir lo que nunca se pudo o se quiso. Es ahí cuando no caben los retrocesos, cuando lo que se haga puede llegar a modificar la realidad perversa, cuando se presiente que se puede abrir la puerta novedosa del cambio que implique hacer a un lado a los poderosos, imponer el respeto de lo que decidan las necesidades de las mayorías y acabar con los miedos a sus monsergas y retahilas de mensajes apabullantes de desprecios y abandonos.
Solo entonces, libres del yugo de los encaramados a un poderío viejo, oscuro, sucio y maloliente, habremos dado el paso fundamental a una etapa tan diferente como desafiante, tan compleja como vivificante, tan ceñida como infinita. Una condición será ineludible, una base insustituíble deberá ser la que sostenga el nuevo andamiaje reconstructivo de los sueños inconclusos desde siempre: el protagonismo del Pueblo y la lealtad de sus gobernantes. Y una meta será innegociable, esta vez de verdad, para nunca retroceder: la Justicia Social.

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