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Por
Roberto Marra
Un
bruto con iniciativa es alguien que, por alcanzar alguna pequeñísima
cuota de poder dentro de cualquier estructura estatal de gobernanza,
se atreve con desparpajo a proponer alternativas de características
oprobiosas y siempre nefastas para la sociedad. Más preocupante que
su miserabilidad, resulta la de millones de fanáticos del odio como
él (o ella), que son la base de donde se nutren de votos estos
energúmenos con lengua viperina.
Sus
perseguidos son los de siempre, los que vienen siéndolos desde el
comienzo de nuestra nacionalidad, los que les nutren los bolsillos y
construyen lo que ellos aprovechan solo para sí, negando hasta el
derecho a la existencia de quienes obstaculizan sus planes
maquiavélicos de poderes infinitos. Construyen imaginarios que los
propios sometidos a sus arbitrios aceptan con la ineludible necesidad
de la sobrevivencia, que también les coartan.
El
bruto en cuestión no se priva de decir sandeces ante los micrófonos
y las cámaras, que corren siempre presurosos a entrevistar brutos,
una manera lógica (para sus concepciones ideológicas) de seguir
cosechando audiencias de similares pensamientos e intentar convencer
a quienes todavia no se han plegado a sus iniciativas miserables.
Allí despliegan todo su “histrionismo” perverso, los brutos y
los entrevistadores, que compiten con denuedo por alcanzar sus mismos
niveles de repugnancia verbal.
La
brutalidad ha sumado, en los últimos tiempos, una herramienta que
les ha venido a servir de mucho para sus intereses antisociales. Las
redes informáticas, con su proliferación, han sido aprovechadas
como nadie por estos oscuros personajes, serviles y retrógrados, que
logran desparramar sus obscenidades hacia una mayor audiencia,
aplastando la realidad contra la pared del odio programado, hasta
hacerla añicos y retorcer las conciencias de enormes masas de
seguidores sin pensamientos propios.
Sus
dichos serán objeto de reproches de algunos comunicadores y
analistas que conservan sus capacidades críticas, intentando
desenmascarar a esos repugnantes decidores de brutalidades,
denunciando el carácter despreciable de sus “iniciativas”. Y tal
vez logren alguna comprensión por parte de una parte de sus
escuchas, pero la brutalidad inherente a los “esclavos” de los
brutos, no les permitirá ganar facilmente la partida contra la
masificación de la miserabilidad lograda por éstos.
“Matar
a los negros”, “incendiar las villas miseria con los negros
adentro”, “meterle balas y palos a los peronchos”, “terminar
con los bolitas y los paraguas”, son algunas de tantas perversiones
naturalizadas por esos sucios personajes que parecen extraídos de
alguna película de terror. No dicen otra cosa que lo que surge en
conversaciones íntimas entre los miembros de esa clase que no
termina de ser pobre ni comienza a ser rica, pero ya adopta el
lenguaje y la ideología de sus barrosos “ídolos” de la
aristrocracia. Parecer y no ser, ese es su desgraciado destino.
Modificar
los pensamientos de los brutos es tarea perdida. Aislarlos parece ser
una buena alternativa, aunque sus aceitados vínculos con los
poderosos de verdad, no lo hará fácil. Acumular y transmitir
conocimiento certero, hacerlo con atractivo estético, masificar la
calidad de los mensajes que permitan entender la realidad y saltar
por encima de las estigmatizaciones baratas de tantos embrutecedores
cotidianos, es un camino plausible para intentar acabar con sus
perfidias, amén de una educación que deje de lado los mensajes
elitistas y el clasismo que la ha invadido desde hace demasiado
tiempo.
Comunicar
es la palabra que mucho se pronuncia, pero poco o mal se concreta en
los hechos por parte de los gobiernos populares. Es la piedra en el
camino de la esperanza de una sociedad digna, que no puede postergar
más su destino por esta deficiencia que les permite a los brutos
continuar teniendo iniciativas. Es tiempo de comenzar a desarmar
brutalidades, a extirpar el cáncer de la indolencia y empujar a
tantos necios con determinaciones al arcón de los malos recuerdos,
que solo estarán allí para ayudarnos a reconocer la maldad, cuando
aparezca.
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