lunes, 20 de abril de 2020

LA GUERRA MEDIÁTICA

Imagen de "Cronicon Virtual"
Por Roberto Marra
Cuando se habla de “la verdad”, se suele advertir sobre lo relativo de ella, dependiendo del origen de su formulación. Y esto es cierto. Pero la verdad absoluta existe. Es irrefutable que la Tierra gira alrededor del Sol (aunque algunos homínidos todavía pretendan contradecirlo). Es absolutamente cierto que a la noche sigue el día y que amanece por el Este. Es incontrastable que se necesita oxígeno para respirar y alimentos para sostenernos con vida. Y nadie puede negar que todos, sin excepción, moriremos algún día.
Sin embargo, hay otras “verdades” impuestas como absolutas, aún sin serlas. Es que la conformación de los sistemas sociales ha derivado, con el transcurso del tiempo y la acumulacioón de poder por parte de un pequeño sector de la sociedad, en la implantación de “sentidos” que no responden a una realidad absoluta, pero que se perciben como tales, por efecto de una pandemia superior a cualquiera: la concentración mediática.
Las comunicaciones se fueron convirtiendo, con la experiencia acumulada por los poderosos ejerciendo sus poderes, en la mejor herramienta para darle sostenibilidad a sus hegemonías. El paroxismo de esta realidad se está viviendo ahora mismo, con el manejo discrecional de la información en manos de ese grupo pequeñísimo de dominadores planetarios, cosa que se reproduce en idéntica proporción en la mayoría de las naciones. Basta con observar con atención un simple noticiero televisivo, para advertir la capacidad de transformar los hechos reales en una masa deforme que penetra las conciencias, hasta hacer trastabillar cada uno de los paradigmas que pudieran sostener los criterios personales de cada individuo.
Esta ha sido y sigue siendo el arma fundamental para hacer añicos cada proceso político-social virtuoso para las mayorías. Este, y no otro, es el cuchillo trapero que hunden cada segundo en nuestras neuronas, haciendo estallar convicciones y certezas, promoviendo odios y rencores inauditos y monstruosos, transformando la vida en un suplicio permanente para la mayor parte de la población.
Al frente de esta auténtica “guerra” antisocial y, fundamentalmente, antipopular, se encuentran personajes que forman parte del denominado “establishment”, ese conjunto de engreídos “capangas” de inmensurables cuentas bancarias y casi nulos sentimientos humanos, excepto la maldad. Formando parte de este grupo de seres repugnantes y aviesos, están ya como parte de la “mesa chica” de las decisiones mortales para nuestras humanidades, los dueños de los llamados “medios hegemónicos”, esos pasquines con aires de tradiciones periodísticas que solo responden a la necesidad de cubrir el flanco de la verdad, para retorcerla y fabricar la suya propia, la que posibilite darle continuidad y profundizar sus obscenos poderíos.
Magneto, Mitre o Saguier, se han convertido en sinónimos de la mentira organizada. Son los primordiales apellidos (aunque no los únicos) que comandan la insolencia cotidiana hacia nuestras convicciones, que pervierten la palabra escrita, las ondas herzianas y las imágenes de millones de pantallas encendidas para observar el festín de las diarias falsías con las cuales logran obturar el futuro y retrasar la historia.
La guerra sin cuartel contra los gobiernos populares no se detiene ante ninguna circunstancia, por compleja que sea. Piensan estratégicamente, saben elaborar planes que les aseguren sus dominios y aplasten cada logro popular que es, para ellos, una puñalada en sus bolsillos, los únicos órganos que los sostienen con vida. Cada paso positivo para el Pueblo, será respondido con una “balacera” de impostadas “indignaciones” de los poderosos y sus maniqueos “economistas”, esos inútiles con fama de graduados en Harvard, que intentan apabullarnos con cifras ridiculas y pronósticos insostenibles con la razón.
Forman parte del sistema mundializado de dominación, tiran del mismo carro de las invenciones periodísticas que malversan la realidad a cada minuto en cada rincón del Planeta. Hacen de la verdad una papilla digerible de falsedades que tragamos cada día, convirtiéndonos en sus voceros, replicando cada sandez de sus dichos en las redes que dan continuidad a la organización de la falacia.
Es imprescindible acabar con semejante engendro diabólico antes que ellos terminen con la vida misma. Es necesario encontrar el antídoto al envenenamiento masivo provocado por sus elucubraciones maquiavélicas, rebanar cada pedazo de sus poderes, quitarles el dominio de la información y terminar con la ignominia de sus “palabras santas”. Ese debiera ser el objetivo principal de cualquier movimiento popular que pretenda construir otra Argentina, otro Continente y otro Mundo. Imposible cambiar la vida de millones de inermes cautivos de sus oscuras redes informativas, sin destruir sus falsas verdades con las nuestras, las de las mayorías, las que se tamizan por el único sedazo que autentifica, aun en su relatividad, lo absoluto de sus conceptos: la Justicia Social.

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